10 / Fin de la pesadilla.

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Le di un trozo de carne al perro para que me despeje la salida, subí las escaleras, puse la combinación en el candado y salí a la calle, no me lo podía creer, había acabado con la vida de un secuestrador.

Era por la mañana, vi a Gwen y Finney acurrucados en una valla, habían unos coches de policía y una ambulancia. Los dos hermanos al darse cuenta no lo pensaron ni un segundo y corrieron a abrazarme.

Unos agentes corrieron hacia la dirección de la casa en donde salí.

—En el sótano.—Afirmé.

Dos policías nos llevaron a una ambulancia y me dieron una manta, agua y comida. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de Finney mientras abrazaba a Gwen, me acordé de la linterna de Finney y la saqué.

—Mira.—Dije y Finney me miró. —La sigo teniendo.—Sonreí.

—Pensaba que le habías perdido.—Dijo con una sonrisa y una lágrima salió de su ojo.

—Espera, ¿estás llorando?—Pregunté.

—No.—Respondió Finney y se limpió las lágrimas.

—Si, estás llorando.—Afirmé con una sonrisa.

—Solo dame la linterna y ya.—Dijo entre carcajadas y me quitó la linterna de las manos.

—Bebé llorón. —Habló Gwen e hizo como si un bebé estuviera llorando sacándome una risa.

—Gwen.—La regañó su hermano pero yo y la nombrada seguíamos riendo.

—Oye, ¿esos no son tus padres?—Cuestionó Gwen.

Tenía razón, estaban mis padres hablando con unos agentes para que les dejen pasar, rápido me levanté y fui corriendo hacia ellos mientras los hermanos me miraban con orgullo. Abracé a mis padres con toda la fuerza que tuve, aunque haya dicho muchas veces que odiaba a mis padres en el fondo no era así.

Mi madre empezó a llorar mientras que mi padre no quería soltarme.

—Soltadme, me asfixio.—Dije con una sonrisa.

—Estabamos muy preocupados por tí, gracias a Gwen te encontramos.—Habló mi madre.

—Si, lo sé, le debemos todo a Gwen.—Comenté.

—Sabía que te íbamos a encontrar.—Dijo mi padre y me dió un beso en la frente. Luego volví con los hermanos para despedirme.

—Adiós, ya me voy a casa.—Me despedí con una sonrisa y los hermanos hicieron lo mismo.

—Cuidate porfavor, eres mi mejor amiga.—Comentó Gwen.

—Lo haré.—

—Espera.—Dijo Finney antes de que me vaya, me di la vuelta y me abrazó fuerte, algo que no me esperaba ya que a este no le gustaba tanto el contacto físico. —Te la regalo, ahora es tuya.—Extendió su mano y me entregó la linterna.

. . .

Después de una cálida ducha me encontraba en el salón leyendo el libro el cual no pude seguir porque un desgraciado me raptó mientras mis padres no quitaban la mirada de mí.

—Se que me estáis mirando.—Hablé.

—No puedo saber cómo estás tan tranquila después de haber pasado por eso.—Dijo mi madre.

—Quiero relajarme.—Contesté y sonó el timbre de casa, mi madre se levantó y abrió la puerta, era la hermana de Bruce con una caja de regalo en sus manos.

—¿Puedo hablar con Gabriela?—Preguntó.

—Si, claro, entra.—Respondió mi madre.

—Hola.—Saludé con una sonrisa y dejé el libro en el sofá.

—Hola, ¿cómo estás?—Cuestionó.

—Un poco mejor.—Contesté.

—¿Puedo hablar contigo?—

—Si claro, subamos a mi habitación.—

Subimos a mi habitación, me senté en la silla de mi escritorio mientras que la asiática se sentó en mi cama y dejó el regalo a su derecha.

—Este regalo lo hizo Bruce para tí un día antes de que desapareciera y me dijo que en caso de que él no pueda dártelo que te lo dé yo.—Dijo.

—¿Qué es?—Pregunté.

—No lo sé, nunca me lo quiso decir.—Respondió.

—Vale, gracias.—Agradecí y sonreí.

—Bueno... ya me voy, tengo que ayudar a mis padres con una cosa.  —Sonrió y se levantó.—Por cierto, estás invitada al funeral de Bruce, por si quieres venir—

—Si claro, nos vemos.—Me despedí una sonrisa.

Abrí el regalo y dentro habían muchas chucherías de las que me gustaban, una foto de Bruce y yo de pequeños con una nota que ponía "lo siento por distanciarme de tí, te regalo esto para que te sientas mejor." y una sonrisa salió de mis labios.

—¿Qué es?—Escuché la voz de mi padre y rápido dejé la carta a un lado.

—De Bruce.—Respondí.

—Que bonito, otro día te comerás las chucherías, ahora ves a dormir porque mañana tienes colegio, te quiero.—Apagó la luz y cerró la puerta.

Dejé el regalo en el suelo y me dormí con una sonrisa en la cara.

Me encontraba de nuevo en la casa del árbol que teníamos yo y Bruce de pequeños, en la radio sonaba la canción "I will survive", una de nuestras canciones favoritas.

Bruce se hayaba en el sofá mirándome fijamente.

—¿Qué haces ahí parada? Ven y siéntate al lado mía.—Habló e hice lo que dijo,  apoyé mi cabeza en el hombro de Bruce mientras me acariciaba la cabeza.

—Te hecho de menos.—Afirmé.

—Y yo a tí, fuiste super valiente, estoy orgulloso de tí.—Dijo y me quedé sin palabras. —Gabri.—Lo miré. —Te quiero.—

. . .

No hables con desconocidos (Bruce Yamada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora