CAPITULO UNO

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CAPITULO UNO

POPPY

—¡Monty! —grite a todo pulmón y una sonrisa en el rostro. El cielo estaba especialmente brillante y despejado esa mañana en Castle Combe y el pasto del jardín había amanecido con una capa de roció que levantaba aroma a tierra humeada.

El pastor ingles que corría libremente por la propiedad, giro al escuchar su nombre. Su abundante cabello blanco y gris voló graciosamente con la brisa. Con un ladrido feroz corrió en mi dirección y me envistió con engreía y felicidad. Riendo acaricie su lomo y me lamente por haberlo dejado salir tan de prisa, pues ahora sus patas estaban sucias y húmedas. Había huellas de estas en mi vestido.

De pronto, rompiendo el silencio de las hojas bailando con la brisa y la naturaleza misma que rodeaba la casa. El teléfono de casa sonó. Casi al mismo tiempo de manera sorda una llamada entro a mi móvil. Ambas al mismo tiempo.

Aun con Monty agitando la cola felizmente, mire sobre mi hombro. ¿Quién podría estar llamando?

Realmente pocas personas se comunicaban conmigo. La recepcionista del asilo de ancianos dónde estaba mamá en Chippenham, mi hermana dos veces al mes cada vez que regresaba de uno de sus viajes de voluntariado...y Taehyung. Aunque este había dejado de hacerlo con tanta frecuencia desde que se casó con esa modelo Alemana.

Tomando la pelota del hocico de Monty y lanzándola para que volviera a jugar al jardín, me gire para volver al interior de la casa. Avery Rose era una vieja casa del siglo 18 en Castle Combe, Inglaterra. Había pertenecido por generaciones a la familia Waliton, aristócratas que aun hoy en día pertenencia a la alta esfera de Reino Unido.

Esto, hasta que Avery Rose fue comprada y remodelada para hacer de la casa de campo un lugar habitable. Lleno de comodidades y calidez. Un paraíso que te trasformaba a un mundo diferente con su estructura de techos picudos y paredes de ladrillo anaranjado y que en primavera se llenaban de colores vibrantes por los rosales que se extendían por toda la propiedad. Era un lugar de cuentos de hadas, que me enamoro tan pronto como la vi.

Los suelos de madera crujieron bajo mis pies descalzos mientras entraba a la sala y apenas alcanzaba a tomar el teléfono que había seguido con el insistente timbre. Sentándome sobre mis piernas a la orilla del mullido sofá, presione el botón para atender la llamada y lo lleve contra mi oreja.

—¿Hola? — mi voz sonó calmada y alegre.

Pues me sentía calmada y alegre. En general ese había comenzado como un buen día. Mi té de la mañana había estado especialmente delicioso, los bísquets dulces, y después de casi una semana sin TV ni internet, finalmente ayer por la noche había vuelto. Solo me había tomado 3 llamadas a la compañía y una visita nocturna de un técnico que se disculpo sin cesar por llegar tan tarde, pues se había perdido de camino a la casa.

No lo culpe. Avery Rose estaba técnicamente en medio de la nada, a las orillas del pueblo. Era mi propia isla privada. Las personas solían perderse al venir. No era su culpa, solo me gustaba la privacidad de mi isla entre arboles.

— ¿Poppy? — la voz femenina me resulto extrañamente familiar. Pero no lo suficientemente como para identificarla de prisa.

— ¿Daphne? — el nombre de mi mejor amiga salió de mi boca sin más.

No habíamos hablado por quizás...¿un año? Nuestra comunicación se había cortado después de que regresara de ese tiempo en Nueva Zelanda y aunque no hubiera pasado algo necesariamente malo, después de que ella se fuera a vivir con su novio y yo aceptara vivir en Avery Rose, la distancia entre las dos se volvió avismal y pronto deje de seguirle la pista. Como a todos.

Avery Rose |K.T|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora