Galletas a medianoche

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— Tengo que regresar a Hogwarts — Snape estaba apoyado en la repisa de la chimenea de la sala de estar de Malfoy Manor.

— ¡Ese maldito niño!

Bellatrix caminaba de lado a lado de la estancia, llevaba la varita en la mano y se movía de forma brusca, gesticulando y tocándose el pelo una y otra vez.

—Cissy ¿Qué ha hecho ese estúpido hijo tuyo?

Snape la miró con desdén, sus ojos impenetrables y serenos, vacíos, insensibles. Aunque se reprimió de poner los ojos en blanco y resoplar porque Merlín sabía que no soportaba a Bellatrix Lestrange, era una mujer completamente desquiciada, una sádica cruel que no controlaba su carácter y perdía los papeles como la loca que era cuando las cosas no salían como esperaba.

Observó a Narcisa, sentada en una de las sillas frente al hogar, recta, con las piernas perfectamente alineadas y las manos reposando sobre sus rodillas, elegante, impertérrita, con el rostro impasible pese a que Severus sabía que estaba muerta de preocupación. No había dos hermanas más diferentes.

—Greyback le siguió —dijo Snape arrastrando las palabras — con suerte... lo traerá de vuelta.

—¿Ese chucho? —exclamó Bella parando en seco y encarándose a él — ¿Y tú que estabas haciendo Severus? —Le apuntó con la varita —¿Por qué se te ha escapado Draco, eh? ¡Es solo un crío inútil!

Narcisa apretó el puño aunque su rostro continuó siendo una máscara de calma y elegancia. Severus lo vio de soslayo y se giró para enfrentar a Bella, dio un paso hacia ella hasta que la punta de la varita se le clavó en el cuello justo bajo la mandíbula y parpadeó con languidez, casi como si le aburriera la situación.

—Cuando llegué... Lestrange —dijo arrastrando las palabras con una calma absoluta —ese inútil, había dejado sin conocimiento a Yaxley —se apartó la varita de un manotazo y se giró con un vuelo de su capa —No obstante yo podría hacerte la misma pregunta ¿Dónde estabas? —volvió el rostro para clavar en ella sus impenetrables ojos oscuros —al fin y al cabo es... tu sangre, tu sobrino.

Aquello pareció dejarla sin palabras y cuándo comprendió la amenaza implícita gimió con rabia aderezada con una pizca de congoja. Si aquel imbécil al que su Señor parecía tener en tan alta estima le envolvía con sus palabras y mentiras ¿Podría él pensar que ella había traicionado su confianza? Se tiró del pelo y paseó enloquecida por el salón dando vueltas sobra la alformbra retorciéndose un mechón de cabello.

—Nunca te creería ¡Nunca! —murmuró palabras ininteligibles mezcladas con carcajadas nerviosas —mi Señor sabe que yo jamás le traicionaría ni si quiera por mi propia sangre ¡Nunca! Ese niño no me importa nada —negó con la cabeza, su rostro contorsionado en un gesto de enajenación —yo misma lo traería muerto si él me lo pidiera y lo sabe.

Narcisa apretaba los dedos de sus manos en un claro intento de mantener a raya la creciente furia que bullía en su interior. Su hijo, su único hijo... Puede que ella hubiera pensado siempre que su apellido y su linaje le daban cierto rango superior al del resto del mundo mágico, que consideraba que eran la nobleza de su sociedad y como tal, tenían un estatus muy por encima de gente impura y mestiza, puede que su poder, su dinero y su sangre lo fueran todo porque así se había educado, pero habría matado con sus propias manos a su hermana mayor en aquel instante porque nada, ni el dinero, ni el estatus, ni la sangre pura eran más importantes que su hijo. Inspiró lentamente, manteniendo la actitud impertérrita que sabía que alguien de su posición debía tener siempre y parpadeó con tranquilidad, evitando que sus sentimientos se reflejaran en su expresión.

—No tengo tiempo para desvaríos estúpidos —Snape lanzó polvos flú a la chimenea y accedió a su interior —procurad no volver a decepcionar al Señor Tenebroso —dijo a los presentes —esta familia ha tenido demasiados... deslices para obtener más perdones.

El precio de la redenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora