Epílogo: finales y comienzos

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Los meses posteriores a la Gran Batalla de Hogwarts fueron una auténtica locura.

Nombraron a Kingsley Ministro de Magia y, aunque a priori él no quería aceptar esa responsabilidad, no había nadie mejor que él para reconstruir lo que Voldemort había destrozado ¿Quién mejor que un miembro de la Orden para asegurar la continuidad del equilibrio por el que tanto habían luchado?

Los juicios fueron muy rápidos. Harry testificó a favor de Narcissa Malfoy tal y como Hermione había predicho y finalmente se la condenó a arresto domiciliario sin magia, por un tiempo no inferior a un año, con revisión del caso en trescientos sesenta y cinco días a contar desde el momento de la firma de la condena.

Draco también fue juzgado y encontrado inocente tras la testificación de los miembros de la Orden y la evaluación de los pensamientos que Harry aportó, que, tras ser sometidos a un estudio minucioso por el departamento de Inefables, pasaron a limpiar la memoria de Severus Snape, quien finalmente fue declarado inocente post mortem del cargo de asesinato que se le imputaba sobre la muerte de Albus Dumbledore.

Kingsley otorgó al trío dorado, por los servicios prestados al mundo mágico y por haber sido quienes derrotaron a Voldemort, el honor de trabajar para el Ministerio sin necesidad de completar el séptimo año en Hogwarts ni cursar sus E.X.T.A.S.I.S.

Harry y Ron aceptaron sin dudar el puesto que se les ofrecía en el Departamento de Aurores, pero Hermione declinó, alegando que necesitaba regresar a Hogwarts y completar sus estudios antes de poder ejercer cualquier cargo en el Ministerio. Después de aquello decidió que era el momento de viajar a Australia para encontrar a sus padres e intentar devolverles la memoria.

Draco, tal y cómo había dicho, la acompañó.

Durante el verano se pusieron en marcha las reformas del castillo y MacGonagall invitó a todos aquellos alumnos y amigos que así lo quisieron, a unirse al claustro de profesores en la ardua tarea de devolverle su esplendor. Así fue como Astrid terminó pasando las vacaciones en Hogwarts junto a Harry, Ron, Ginny, Blaise, Theo, Luna y Neville entre otros muchos. Hermione y Draco no tardaron en unirse al equipo, ya que poco después de encontrar a los señores Granger, fue obvio que devolverles sus recuerdos no iba a ser tarea fácil, hasta el punto de que quizás, nunca fuera posible. Por lo tanto regresaron a Londres y dejaron el asunto en manos de Kingsley quien prometió hacer lo que estuviera en su mano para ayudar a Hermione.

Cuando Septiembre dio comienzo, el andén nueve y tres cuartos volvió a ser, una vez más, el punto de partida de todos aquellos alumnos, antiguos y nuevos, que comenzarían el curso en Hogwarts.

—¿De verdad vas a hacerlo? —Ron miraba a Hermione como si fuera un inferi vestido de bailaora flamenca —En serio no lo entiendo.

—Sí Ronald, voy a hacerlo.

Él resopló.

—¿Pero quién en su sano juicio elige volver al colegio cuando el mismo Ministro le dice que no hace falta?

Harry cerró los ojos al escuchar a su amigo sabiendo que acababa de meter la pata hasta las orejas.

—¿Estás diciendo que no estoy en mi sano juicio, Ron?

—Pues mira, sí —respondió el pelirrojo que no solo estaba cavando su propia tumba con las manos si no tumbándose felizmente en el ataúd.

—A lo mejor lo que ocurre es que quiero alimentar mi cerebro para no terminar siendo un babuino que no recuerde como elevar la varita para hacer un hechizo.

—En el Departamento de Aurores yo sí que voy a aprender hechizos y Defensa Contra las Artes Oscuras. Cosas In-te-re-san-tes Hermione ¿De qué te va a servir estudiar la La ventisca de jabón de 1378?

El precio de la redenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora