Capítulo 31

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—¿Qué tal estás, hermanita?

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—¿Qué tal estás, hermanita?

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, lentamente, al ver la furia dominar a mi hermana. Detenida en medio del pasillo, de pie frente a nosotros, se encuentra Dafne. Acompañada de Ashia, quien ahora es su dama, y Finn.

—¿Qué ocurre? ¿No te contenta verme? —inquiero con sorpresa fingida.

—Puedes estar segura de que tu presencia no provoca en mí ni una pizca de alegría —aprieta la mandíbula y niega con la cabeza —. General Sucray.

Finn tarda algunos segundos en reaccionar ante el llamado de su reina, entonces empuña su espada y se coloca delante de Dafne para protegerla. Gian y Neisan intentan tomar sus armas pero se detienen ante mi negativa. Clavo mis ojos en él rubio y enarco una ceja.

—Me sorprende que tu lealtad esté con los asesinos de tu mejor amigo.

Al oír mis palabras, la expresión en el rostro de Finn cambia por completo. Se lo ve dudoso e indeciso. Puedo entenderlo. El negar que su lealtad está con la familia Real le costaría su vida pero, al mismo tiempo, debe sentirse fatal por fallarle de este modo a Brais. En estos momentos su cabeza debe estar llena de pensamientos y decisiones que tomar, completamente alborotada.

—Arréstalos —ordena Dafne. Al ver que Finn no reacciona, ella enfurece aún más —¡He dicho que los arrestes! ¡¿Acaso eres sordo?!

Él niega con la cabeza y se hace a un lado completamente afectado por mis palabras anteriores. Dafne le da una mirada cargada de odio y voltea a verme con aún más furia.

—No hay de qué preocuparse, hermanita —digo sin darle tiempo a nada —. Mi venganza no es contra ti, no busco causarte daño ni arruinar tu vida. Eres mi hermana y, a diferencia de ti, yo nunca dañaría a mi hermana.

—¿Por qué debería creerte? —pregunta elevando el mentón.

—Hablo en serio, Dafne. No te entrometas. Esta guerra no es contra ti.

●●●

5 de octubre de 1806

En el momento en que Azariel y Atenea ingresan a la sala del trono se encuentran con que estoy ocupando el trono de Dafne, sentada mientras bebo una copa de vino. Los antiguos reyes voltean rápidamente para marcharse del lugar pero Neisan y Gian les impiden el paso cerrando las puertas y colocándose delante de estas.

—¡Guardias! —grita Atenea.

La furia es notable en el rostro de su esposo, que camina hacia mí con una expresión de total enojo, se detiene delante de las escaleras al trono. Cuando sus ojos se encuentran con los míos esbozo una sonrisa y bebo otro sorbo de vino mientras comienzo a escuchar los gritos del hombre que arruinó mi vida.

—¡Eres una maldita bastarda! ¿Cómo te atreves a invadir nuestro palacio? ¿Cómo te atreves a amenazarnos y jurar venganza contra nosotros? ¡¿Qué hemos hecho para merecer esto?!

Que ironía. Crean al monstruo y luego se quejan cuando este los ataca.

La ira brota de mí y me levanto abruptamente del trono. La copa de vino que sostenía en mi mano cae al suelo volcando su contenido en la alfombra. Doy un chasquido y el fuego nace de mis manos en tanto avanzo hacia Azariel.

—¡¿Qué han hecho para merecer esto?! —vocifero —. Qué no han hecho sería la pregunta. Abusaste de mí cuando era una niña ¡Me violaste! Viví una mentira durante años, soporté los malos tratos por parte de mi madre y hermana, ustedes se interpusieron en mi relación con Brais. Cuando descubrí la verdad no te mostraste arrepentido y me encerraste en una maldita celda para que no se lo dijese a nadie. Y cuando por fin escapé de este horrible lugar junto al amor de mi vida, ustedes dieron la orden de ejecutarlo. ¡Brais está muerto por su culpa!

Junto a ese último grito de mi parte, suelto algunas llamas que queman al antiguo rey y lo obligan a retroceder. Mientras yo avanzo él da pasos hacia atrás, apresuradamente y con temor, debido a la rapidez con que camina termina por tropezar y caer al suelo. Me detengo delante suyo.

La ira instalada en mi interior no hace más que aumentar. Puedo sentirla con intensidad, deseosa por salir y quemar hasta la muerte a mis enemigos. Por mi mente se cruzan miles de escenas distintas, y todas son musicalizadas por los gritos sufridos de Azariel.

La sed de venganza me nubla por completo. Se apodera de mí y me lleva a avanzar hacia el hombre tirado en el suelo, indefenso.

Mátalo. Susurran las voces.

—¡No te atrevas! —espeta mi madre.

—Tú solías amarme. Me considerabas tu héroe. —susurra temeroso.

—Estaba equivocada. Te quité del altar en el que te tenía, caíste de mi pedestal, y ahora solo deseo verte muerto.

Las llamas brotan de mis manos y, cegada por la ira, las extiendo hacia el hombre que arruinó mi vida. Entonces, después de un constante forcejeo, las puertas son abiertas de golpe dando paso a Tara, Jason, Helena y Marissa. Desatando un nuevo enfrentamiento entre héroes y villanos. Con la furia ardiendo en mí, lanzo esferas de fuego a todo aquel que intenta acercarse a atacarme o rescatar a Azariel.

Una de las flechas de Marissa impacta en mi brazo derecho y suelto un gemido de dolor, al voltear en su dirección me encuentro con Tara, que ha manipulado el agua para convertirlo en una espada. El principal beneficio de dominar a la perfección el agua es que puedes manipularlo a tu antojo, es un elemento que sirve tanto para ataque como para defensa. Lanza la espada de agua hacia mí y, aunque logro esquivarla, me provoca un corte en el rostro.

El sonido de espadas chocando, los gritos y los gemidos de dolor, el impacto de las caídas, son todo lo que se escucha en el lugar.

Gian arremete contra Azariel, que aún continúa en el suelo, y empuña su espada para clavársela. Cuando la espada de este se encuentra a centímetros de su objetivo, es disparada lejos de Gian por una de las flechas de Neisan. Azariel sonríe con satisfacción mientras que Gian y yo fulminamos con la mirada a nuestro compañero. El antiguo rey se levanta del suelo y observa a Neisan.

—¿A quién debo agradecerle seguir vivo?

—Neisan. Neisan Astley. No olvide ese nombre, mi Lord.

—¿Qué recompensa deseas? Has salvado mi vida y eso debe ser recompensado.

—El único motivo por el cual salvé su vida es que no toleraré que usted muera por una espada. Es un monstruo y el asesinato por espada es lo que menos se merece. Usted asesinó a toda mi aldea. Es por eso que ansío oírle gritar como ellos gritaron la noche que dio la orden de que la aldea ardiese en llamas.

Azariel enfurece y ordena que asesinen a Neisan. Una nueva batalla inicia y logramos herir de gravedad a dos de nuestros enemigos. Al debilitar al bando contrario, escapamos de la sala del trono y abandonamos el palacio con ayuda de Ashia y Umi.

 Al debilitar al bando contrario, escapamos de la sala del trono y abandonamos el palacio con ayuda de Ashia y Umi

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