Capítulo VI.

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Me sentía inspirada, así que terminé este capítulo en casi tres días. Sí, lo sé, es muy deprimente.

Tampoco está revisado, por si encontráis alguna falta. Lo revisaré cuando no me dé pereza.

Bueno, disfrutad del capitulito jiji.

Al día siguiente no había ido al conservatorio. Tenía una brecha grave en la ceja y un moratón bastante en la espalda, dificultando mi movilidad. Todos me habían llamado; Marena, Marco, Bryan y Leah. No me extrañaba que Marcus no hubiera querido contactarme, de hecho, me parecía de lo más normal. Cuando mi padre vio la brecha tuve que improvisar una mentira piadosa, cosa que se creyó fácilmente. Mi madre me había prohibido salir por las tardes y tenía que estudiar y practicar por lo menos cuatro horas diarias.

Cuando volví a entrar a clase de Historia de la Música, me senté en el mismo sitio de siempre: lejos del profesor que daba miedo. Había llegado bastante pronto, por lo que  no había mucha gente en el aula. Estaba apoyada sobre mis codos en la mesa cuando vi de reojo dos figuras familiares. Marcus y Leah charlaban tranquilamente mientras subían las escaleras. Una ola de incomodidad inundó mi cuerpo, aunque sólo fuera por Marcus. Cuando la chica me localizó, su sonrisa fue aumentando poco a poco.

—¡Eva! Me tenías tan preocupada... ¿Qué te ha ocurrido?—preguntó alarmada, después de ver mi herida.

Me había levantado para darle un abrazo a Leah, y tampoco quería dirigirle la mirada a Marcus. Él parecía... ¿culpable?

Oh, Dios mío.

¿Y si había sido él la persona que me había delatado? Al fin y al cabo Marcus siempre venía con nosotros y conocía a mi madre. También estaba siendo demasiado amable conmigo...

Estaba claro, siempre había sido mala persona.

—Tuve un pequeño accidente, pero no es nada—hice un gesto con las manos para restarle importancia al asunto, por lo que Leah sonrió dulcemente.

—Me alivia que estés bien. Ayer Marcus estaba taaaan...

—Leah, haz el favor de callarte—la interrumpió Marcus, con un tono monótono, serio.

Aquellas palabras me sorprendieron, haciendo que por primera vez nos mirásemos mutuamente. Él tenía el ceño levemente fruncido, y unas ojeras más grandes que la última vez. Su pelo era un intento fallido de un peinado arreglado, mientras que su uniforme era un desastre. Carecía de corbata, y estaba arremangado, como siempre. Apartamos la mirada a la vez y nos sentamos lo más lejos que pudimos el uno del otro.

—Y... ¿hoy estudiaremos en la biblioteca?—Leah se aclaró la garganta, haciendo que se llevara toda la atención.

—Tengo cosas que hacer—dije sin pensar, y noté que una mirada familiar se clavaba en mi nuca.

—Bueno, Marcus, tú...

—Estaré ocupado, no podré estudiar.

Leah asintió, poco convencida.

—Bueno, otro día será—intentó sonreír dulcemente.

Durante el resto del día estuve sola en clase y sin hablar con nadie. Sinceramente, lo último que me apetecía era tener una conversación normal. Al recorrer el pasillo principal, alguien me empujó sin querer y un latigazo de dolor recorrió mi cuerpo. El moratón no me dolía, pero si lo tocaba o rozaba contra algo era imposible no sentir un dolor agudo. Cerré los ojos con fuerza, intentando disipar el dolor y calmar mis ganas de llorar.

El desorden que provocasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora