Capítulo XV.

14 2 0
                                    

Dios mío, siento muchísimo haber dejado esta historia sin terminar por tantos meses, por fin se viene capitulito intenso.

Unos días después...

Llevaba un par de días sin saber nada sobre Marcus. Necesitaba desconectar de alguna manera.

Estaba sentada en el sofá de mi salón, con las manos cubriendo mi cara y moviendo frenéticamente la pierna derecha. Solté todo el aire de mis pulmones cuando me pasé las manos por la cara. Miré el sobre que tenía delante. Miré el teléfono. Ninguna respuesta de Bryan, Marco o Marena.

Una carta del conservatorio. Una. Carta. Del. Conservatorio.

Estaba histérica.

—A la mierda —musité, recogiendo mi móvil y guardando la carta en el bolsillo de la sudadera.

Cerré la puerta de mi casa de golpe, me puse los cascos y me dirigí a la casa de Marena.

Un cuarto de hora después me encontraba aporreando la puerta principal de los hermanos.

—Joder, no hace falta echar la puerta aba...—al abrir la puerta, Marena se autointerrumpió— ¿Qué haces aquí?

Fruncí el ceño.

—Te he mandado mil mensajes, y...

—Marena, ¿donde tienes los rollos de papel?—una voz masculina reconocible se escuchó dentro de la casa.

—¿Marcus?

La expresión de mi novio era una mezcla de tensión y de sorpresa. Se quedó con la boca entreabierta durante un par de segundos, sin saber qué decir.

—Eva, te he llamado cientos de veces durante estos días, ¿qué haces aquí?—preguntó acercándose a mi.

—Ehhh bueno, yo os dejo hablar en privado—Marena se rascó la nuca, un tanto incómoda.

Ambos la miramos sin decir nada mientras se dirigía hacia el porche trasero.

—He necesitado desconectar algunos días y pensar..., mucho—admití.

—¿Y a qué conclusión has llegado?—preguntó él con cautela.

Solté todo el aire de mis pulmones, le miré a los ojos y respondí:

—Tienes razón, siempre la has tenido. Mi madre ha sido súper estricta conmigo para que mi futuro fuera como ella quería, y yo pensaba que también quería ese futuro—ahogué un sollozo y tragué saliva—. He pasado toda mi vida dedicándome al piano sin tener una infancia normal, con amigas con las que jugar a las princesitas, con una madre y un padre que me ayudasen en las tareas del colegio y que jugasen conmigo a las casitas.

"Cuando volví a verte a principios de curso, algo hizo un click en mi mente. Tenía miedo. Quería odiarte porque sabía que ibas a cambiarme de pies a cabeza, que me quitarías las capas con las que ocultaba mi personalidad hasta dar con la persona que había estado guardando durante toda mi vida. Me hiciste ver el mundo de otra manera, queriendo salir más y probar muchas cosas distintas por más que me aterrasen.

Respiré hondo y Marcus quitaba con sus pulgares cada lágrima que salía.

—Mi madre notó enseguida mi actitud. Nunca me había atrevido a contestarla hasta que viniste a cenar a mi casa. Me hacías..., me haces sentir esa adrenalina que recorre todo tu cuerpo cuando vas a hacer algo por impulso. Antes contenía todas esas cosas porque ni siquiera sabía qué era el sentimiento, pero gracias a ti empecé a saber defenderme como persona. El día que lo hice me llevé la paliza de mi vida, la primera que me daba mi madre. Fue la de la brecha en la ceja—señalé la zona afectada—. A partir de ahí mi madre sacaba cualquier excusa para golpearme y sentirse bien consigo misma. Incluso llegué a aceptarlo y a acostumbrarme de cierto modo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 06, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El desorden que provocasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora