Capítulo 9

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—Profesor

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—Profesor. —Colocó una mano sobre su espalda al tiempo que sujetó a Moblit del brazo con la mano que le quedó libre—. ¿Se encuentra bien? ¿Acaso son náuseas? ¿Le pasa algo al bebé?

—Tú no eres de hacer tantas preguntas, Annie.

—Lo siento, tan solo me preocupa su condición.

—Y lo agradezco —dijo sujetándose al barandal de la escalera.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, tan solo se me fue el aire al ver la cantidad de escalones que debo subir. —Bajó la mirada hacia su pancita—. En este punto se me complican hacer algunas cosas.

—Entonces no debería esforzarse tanto. —Pasó la mirada entre los pasillos que rodeaban las escaleras—. Oigan, par de inadaptados —llamó a los dos jóvenes que se encontraban comprando golosinas en la máquina expendedora—, ayuden al profesor a cargar sus cosas.

—¿Y por qué no lo haces tú? —preguntó Reiner teniendo el ceño fruncido.

—Yo lo ayudaré a subir las escaleras, ahora dense prisa que la clase está por comenzar.

Los dos chicos se acercaron a su maestro para tomar su maletín y la bolsa llena de carpetas calificadas que cargaba.

—Muchas gracias, muchachos.

—Descuide. Nos adelantaremos —respondió Bertholdt para subir juntos a Reiner las escaleras que los llevarían al aula 1-0-4.

—No debiste llamarlos de esa manera —regañó el ojimiel a la rubia mientras subían los primeros dos escalones.

—Los dos están acostumbrados, así que no debería preocuparse por eso. Además, no soy buena hablando con las personas, ellos se acercaron a mí y tratarlos de esa manera es la única forma que tengo de comunicarme.

—Ya veo, pero si se trata de comunicase, lo haces de manera distinta cuando estás con Armin Arlert. —Detuvo su andar al notar que la joven se había detenido—. ¿Toqué una fibra sensible?

—Llegaremos tarde a clase, profesor —evadió la pregunta, fracasando en su intento de ocultar el rubor que apareció en sus mejillas.

Después de siete meses la pancita de Moblit por fin aumentó de tamaño, cómo si el mismo Sonny hubiese atendido a la petición de su padre quien constantemente le decía que no tuviera miedo de crecer todo lo que fuese necesario dentro de él. Aquella pancita del tamaño de una pelota creció un poco más del doble, haciendo que Moblit se viera aún más adorable de lo que ya se veía con su embarazo; sin embargo, con el crecimiento de su pancita también llegaron los inconvenientes, ya que al ojimiel le empezó a costar respirar bien cada vez que realizaba una actividad tan simple como caminar. Se agitaba demasiado, el cansancio era más que antes y cargar con el peso de su bebé comenzó a pasarle factura a su cuerpo hinchandole los pies y dándole dolores insoportables en la espalda.

SonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora