Prólogo

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Marinette:

Acababa de llegar de la escuela, después de lo que parecía ser un día normal para una estudiante de penúltimo año de preparatoria, pero algo andaba mal en casa. La panadería estaba cerrada, lo cual, era inusual en un miércoles por la tarde.

Mi piel se erizó, y tragué duro, mientras intentaba calmar los latidos de mi desesperado corazón. Sabía que algo estaba muy mal, y más aún porque había observado a mamá mucho más cansada de lo usual, y aunque ella y papá trataban de ocultármelo, sabía perfectamente que ella no se estaba sintiendo bien.

Sigilosamente, subí las escaleras, y escuché gritos provenientes de su cuarto. No era mi estilo espiar, pero ellos me habían estado ocultando cosas últimamente, y honestamente, necesitaba saber la verdad. Me acerqué a la puerta, siendo cuidadosa porque ellos no notaran mi presencia.

—Ella tiene derecho a saberlo, Sabine—dijo mi padre, con firmeza—notará los cambios a partir de ahora. Es algo que nos afecta a todos.

—¡Solo tiene 15 años, Tom!—replicó mi madre—Es solo una niña, esto la destrozará.

—Le dolerá más si se lo ocultamos—añadió mi padre.

¡Se acabó! Estaba harta de las mentiras, necesitaba saber lo que en verdad estaba pasando dentro de mi propia casa. Decidí confrontarlos, y respiré profundo, antes de entrar en su habitación, interrumpiendo su discusión.

—¿Si me ocultan el qué?—pregunté, con un tono muy firme en mi voz.

—Marinette—tartamudeó mi mamá, sorprendida de verme—no te sentimos llegar, cariño. Ve a tu cuarto, y luego papá te lleva tu merienda favorita, ¿está bien?

—¿Por qué está cerrada la panadería?—pregunté, ignorando por completo su petición.

—Sabine, es hora de que lo sepa.

—¡Es hora de que se enfoque en sus estudios, y en vivir la vida de una adolescente normal de su edad!—gruñó mi madre.

—Igual, ella sabe que algo va mal.

—¡HOLA! Estoy aquí, y puedo escuchar todo lo que están diciendo—gruñí.

—Marinette, a tu habitación—me ordenó mi madre.

—No, mamá—exploté, y simplemente, dije todo lo que sentía—Estoy harta de irme a mi habitación, y esconderme bajo mis sábanas ya no es una opción—¡Y vaya que no lo era! ¿Qué sería del mundo si Ladybug se escondiera debajo de sus sábanas? Por supuesto, no podía utilizar ese argumento—He notado cosas, y necesito saber lo que en verdad está sucediendo.

—Ella tiene razón, Sabine—dijo mi papá, y respiró profundo, para luego, observarme a mí—Siéntate junto a tu madre, cariño.

Obedecí, y me senté junto a mi mamá, quien me observaba con sus ojos humedecidos.

—Tom, por favor—dijo su voz rota.

—Mami—dije, mientras acariciaba sus mejillas—me duelen más las mentiras.

—Oh, cariño—dijo mi mamá, mientras besaba mi frente.

—La educaste bien, amor—le dijo mi papá.

—La educamos bien, cariño—respondió mi madre—Adelante.

Mi papá respiró profundo, como quien busca el valor para decir algo muy difícil de digerir.

—Cariño—inició—tu mamá está enferma.

—Eso ya lo sé, lo he notado, por eso te he ayudado más en la panadería, en los últimos días. ¿Qué es lo que tiene? ¿Qué debemos hacer para que se recupere?

My Reason to SurviveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora