Capítulo 8

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Una semana y media después...

Marinette:
Me parecía demasiado extraño que no hubiesen akumatizaciones en los últimos días, pero a la vez, estaba agradecida por ello... Chat y yo nos preguntábamos si esa tranquilidad se debía a que se había rendido, o si en verdad, estaba preparando algo para nosotros. Estábamos aogo preocupados por eso, pero no podíamos saberlo, así que tratábamos de no pensar en ello.

Adrien me había pedido que asistiera a terapia, y yo había prometido hacerlo, una vez mi madre se recuperara de la cirugía, la cual, sería en unos pocos días.

Estaba feliz porque había aparecido un donante para mi mamá, pero a la vez, estaba terriblemente preocupada porque, en cualquier momento, Gabriel podría retractarse de su decisión de ayudarme.

Lila había amenazado, y había cumplido. La reputación de Adrien estaba cada vez peor, a pesar de la rueda de prensa que había dado hacía dos días, aclarando toda la situación entre él y yo.

Los rumores seguían afectándole a su imagen pública, y a su carrera. Me dolía saber que lo estaba perjudicando, y que yo era una condena para él, técnicamente. Me odiaba por no ser lo suficientemente fuerte, por no poder controlar mis ataques de ansiedad, por no ser suficiente para él.

Jamás podría ser feliz al lado del amor de mi vida, y era completamente mi culpa. Me senté frente al espejo, y vi a una chica bien vestida y peinada, pero en sus ojos había un enorme vacío: estaban rojos, e hinchados. No podía ocultar mis ojeras con maquillaje porque sé corría cada vez que lloraba, y vaya que lo hacía seguido...

Amaba a Adrien con todo mi corazón, y por eso, debía dejar de perjudicarlo. Había decidido hablar con él, y comunicarle mi decisión, por más que me doliese haber elegido la soledad...

Bajé las escaleras, y encontré a los empleados que había contratado mi padre en la panadería, siendo dirigidos por mi abuelo.

—¡Que tengas un lindo día, pequeña!—me dijo mi abuelo, mientras me decía adiós con la mano.

—Gracias, igual para ti—dije, esforzándome para trabajar una falsa sonrisa.

Al salir de la panadería, vi a Adrien esperándome, con su hermosa sonrisa. Sabía que mi decisión le rompería el corazón tanto como a mí, pero al menos, él estaría bien, y eso era todo lo que me importaba...

—Buenos días, princesa—dijo, mientras abría la puerta del auto.

—Buenos días—dije, sin ánimos, y me subí.

El guardaespaldas nos escoltó hasta la puerta de la escuela para evitar el acoso de la prensa, y una vez allí, me senté en una banca.

Mis rodillas se movían sin parar, y yo no era capaz de levantar mi mirada del suelo. Debía ser valiente, debía hacer lo correcto, debía sacrificarme por él, como él se había sacrificado por mí tantas veces.

—Princesa, estás demasiado callada hoy—me dijo, e intentó tomar mi mano, pero yo no lo dejé—¿Qué ocurre? Sabes que me lo puedes contar.

—Adrien...

—¿Sí?

—Solo... no me interrumpas, y me dices lo que sea que me vayas a decir cuando termine, ¿vale?—dije, con tono serio, y sin poder mirarlo.

—Vale. Te escucho—dijo, y su voz tembló.

Por supuesto, él sabía que algo estaba mal...

—Bien—dije, y suspiré—He tomado una decisión, y te pido, por favor, que la respetes... es por tu bien.

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