Capítulo VII

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I'm going through changes but I swear

 I'm the same could you show me some patience along the way?

Changes- Hayd.

7. Cambio, sinónimo de miedo.

 Cambio, sinónimo de miedo

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Noviembre 4, España.

Observo mi habitación por última vez. Está tan vacía que no la reconozco. Las paredes grises resaltan ante la ausencia de cuadros, posters, medallas y diplomas que solían estar allí. Algunos recuerdos son guardados en las maletas y viajaran conmigo, pero muchos se quedarán atrapados dentro de estas cuatro paredes, esperando que el olvido los consuma.

—Gonzalo, ya es hora.

Él no lo sabe, pero repite la misma frase que dijo mi padre antes de que mi vida se vuelva una basura.

Intentando poner fin a todo, entre ellos los tortuosos recuerdos, cierro la maleta con todas mis cosas. Camino a pasos lentos, dispuesto a cerrar por siempre aquella puerta del chico futbolista, pues no me queda de otra. Me arrebataron esa vida y ahora debo de seguir adelante.

De repente, antes de salir por la puerta, antes de sepultar a Gonza Álvarez, doy un paso atrás como si algo me lo obligara, como si ese mismo chico diera un último golpe de esperanza. Siento como una parte del suelo hueca, trayendo de vuelta una imagen de un Gonza niño escondiendo algo bajo ella.

—Gonzalo...

—Voy en un segundo.

Me agacho y con las uñas levanto aquella tabla, encontrando en interior una pequeña pulsera de tela con un dije de la letra S, llena de tela de arañas y acompañada con un pequeño papel

Mi cabeza viaja al pasado y la imagen de mi primera amiga, a los seis años, de Argentina aparece con suma claridad. Ella me había aventado un libro en el centro de mi cara y se fue corriendo. Fue un golpe feo, no lo niego, pero al menos ese libro me abrió las puertas al mundo de la lectura. Al día siguiente de esa rara situación, la encontré en la plaza cerca de mi casa y desde entonces nos hicimos amigos. No recuerdo mucho de ella, solo sé que solía decir que yo era como su hermano, que se su película favorita era Lilo y Stitch, y que era muy fan de Harry Potter. Pero éramos solo niños que no manejaban teléfonos ni otro medio para soportar la distancia, la cual con el tiempo nos convirtió en extraños.

—¡Gonzalo, rápido! —me gritan desde la sala.

Al igual que hoy, estaba asustado, muy asustado. Temía que mi madre me olvidara, que esa amiga me olvidara, pero, con un pequeño dibujo de un mapa, ella me tranquilizo. El papel junto a la pulsera es un mapa, el cual es en realidad un pequeño boceto que lleva a un lugar llamado «Donde siempre brillaremos». A pesar de no tener coordenadas o calles, se perfectamente dónde queda, es la biblioteca de mi madre.

Me gustaría haber mantenido la relación con aquella niña. Si tan solo algo nos hubiese mantenido en contacto, quizá, ella estaría esperándome y no me sentiría tan solo, tan asustado. Quizá, si hubiera estado con ella, el Gonza de antes no hubiera caído tan profundo.

Sin embargo, no vale la pena pensar en los hubieras. Ella no está. Solo estoy yo, con un fiel bastón y el miedo en la espalda.

Estoy asustado, pero está bien.

Y es que los cambios dan terror por el simple hecho de que no podés programar lo sucederá. Izquierda o derecha ¿Cuál será mejor? Nadie sabe. Solo una cosa es cierta: puede ser tan bueno como malo. Esa incertidumbre te mata, porque absolutamente todo queda en tus manos, si te animas y elegís el equivocado, te vuelve más inseguro... y esa maldita inseguridad te convierte en un debilucho cobarde que se aferra con las uñas a su zona de confort, aunque esta no sea la mejor.

Sin embargo, lo único que puedo hacer es arriesgarme en grande, ya no hay otra opción.

***

Hay lagrimas por todos lados y las frases de despedidas empiezan a abrumarme.

No dejo de mirar el reloj y siento que mi corazón late a mil por horas. Hace una eternidad que estamos en el aeropuerto para realizar todos los trámites para poder irme y ahora solo es cuestión de minutos.

Siento una mano en mi hombro. Es mi abuela, la única que, en sus ojos, muestran orgullo. Me rodea entre sus abrazos, esos que tanto animan a un nieto.

—Estoy orgullosa de ti. Es una decisión difícil y lo estás tomando con toda la madurez posible —Siento como pequeñas lagrimas mojan mi hombro—. Sé que tu padre te observa orgulloso.

Escuchar eso hace que mi bellos se ericen. Sigue siendo muy duro saber que nunca podrá decírmelo.

—Vas a volar muy lejos, Gonzalo. Yo sé que sí. —deja un beso en mi frente como él lo hizo una vez.

Una voz se escucha a nuestro alrededor, anunciando que llego la hora.

Miro a todos los presentes, la nostalgia y recuerdos me invaden. No quiero sentirme mal, por lo que rápidamente me despido de cada uno. Al llegar al equipo, todos están llorando hasta por los codos.

—Estamos felices de haberte tenido de capitán —dice uno y todos concuerdan, secándose el llanto.

—Los voy a extrañar, lo juro —es lo único que sale de mi boca.

Con mi ahora fiel compañero, el bastón, emprendo camino hasta el avión. Antes de entrar giro y los veo por última vez. El equipo muestra sus pulgares, mis tías solo lloran y puedo leer en la boca de mi abuela un «Vuela».

Quería que está escena sucediera desde niño, donde unos ojos me miraran con orgullo al verme subir un avión con miedo, pero, en mis sueños, el destino y la situación eran muy diferente.

Me ubico en el asiento que corresponde y cierro la ventana que está a mi lado, no quiero ver el paisaje, no quiero ver nada. El motor arranca y mi corazón comienza a latirme más rápido y mi cabeza empieza a recrear escenarios horribles.

Respiro hondo. Intentando no pensar, intentando convencerme que todo está bien. Pero, en el fondo, temo que el Gonza de antes nunca vuelva, que sea haya perdido para siempre y tener que cargar con esta nueva versión que detesto.


Casualmente Destinados #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora