Capítulo IX

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"You've been the mememry, all on your own, nothing worsens, nothing grows".

9. Un primer encuentro.

Noviembre 7, Argentina

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Noviembre 7, Argentina.

Capítulo IX: Un primer encuentro.

Noviembre 7.

Es pasar por la puerta, entregar la llave y largarse del lugar apestado de gente. No voy a interactuar con nadie, nadie me va a mirar y se miran no prestaré atención.

Es un plan sencillo, pero fallo al seguir los pasos. Y es que, al 'poner un solo pie dentro, todo lo que me dije para no saturar mis pensamientos, se va a la basura, pues un inmenso olor de un buen café logra hacerme cambiar de opinión rápidamente.

Pero, entonces, mi cuerpo se congela y no me permite avanzar, mis manos se aferran con fuerza al picaporte, como si de un salvavidas se tratase. Una parte de mí quiere ignorar al mundo y dedicar toda la atención a un café, pero otra parte quiere huir. Y es que hay mucha más gente de lo que me gusta y eso no me hace sentir muy cómodo. Mucho más al ver tantos niños revoltosos que no dejan de moverse y quienes no tienen vergüenza de quedarse mirándome.

Estoy a punto de dejar la llave enganchada en el cerrojo, hasta que el exquisito olor a medialunas recién salidas del horno invade mis fosas nasales, al mismo tiempo que O Children de Nick Cave & The Bad Seeds se escabulle por mis oídos. Una gran canción de fondo, café negro y medialunas ¿Ustedes podrían contra esa maravillosa combinación? Mi lado nostálgico no puede hacerlo.

Y es que al centrarme en aquellos estimulos, en la música y el aroma, me pierdo en los recuerdos. En un mundo donde mi ex mejor amiga y yo nunca nos separamos. Nos veo ahí, tan nenes e inocentes, tan ignorantes viendo los colores de la vida; nos veo bailando como Harry y Hermione en la película, nos veo haciendo el mismo baile en navidad, en año nuevo, en su cumpleaños, en el mío.

Me aferro a ese recuerdo para ignorar a cualquier vieja metiche... quiero decir, a cualquier señora de avanzada edad que tiene curiosidad sobre mi rodilla.

Toco la campanilla de la barra, la cual retumba llamando la atención de todos. Una señora de, aproximadamente, cincuenta años, sale de la cocina y su caminata me dice que no tiene mucha paciencia.

—¡Niños, se los advertí! Dije que dejaran la campanilla en paz o les cobraría a sus pad...—Se queda en silencio al verme—. Oh, lo siento, cariño.

No sé porque, pero siento un poco de pena por ella. Su rostro refleja un poco de culpa y vergüenza por haberme levantado la voz. Así que, por unos segundos, dejo de lado mi cara de Grinch.

—No pasa nada, si tuviera un local lleno de monstruos, que se hacen llamar niños, tampoco estaría de buen humor.

La señora ríe ante mi chiste para luego relajar su rostro.

Casualmente Destinados #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora