Capítulo IX Parte 2

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I don't know where I belong

I don't know where I went wrong

9,2. Felicidades!

Sacando el hecho de que siempre llego a casa cansadísima y que me haya ido tan mal en el colegio, estar en la cafetería me gusta

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Sacando el hecho de que siempre llego a casa cansadísima y que me haya ido tan mal en el colegio, estar en la cafetería me gusta. Cuando no estoy quemándome los dedos, es interesante observar y atender a cada una de las personas que entran y salen por la puerta. Algunos se reúnen con amigos o por trabajo, otros solo vienen a chamuyar, hay parejas que vienen cada fin de semana, otros que toman su café de forma rápida y se largan. Mis favoritos siempre fueron los que disfrutan cada gota del café y exclaman lo bueno que son. Claro que estos últimos solo aparecen cuando Don Alessandro prepara el café. Sin embargo, hay dos tipos de clientes que no me agradan y no me agradarán ni, aunque me dejaran medio millón de pesos como propina.

1. Los niños que tocan la campana de la barra cuando solo les corresponde a los empleados.

2. Los amargados que todo les molesta. Siempre es lo mismo: "Está muy caliente/muy frio", "Ya esperé mucho", "No me gusta esa música" y demás cosas.

—Lindo dibujo abstracto.

Definitivamente, hoy un nuevo cliente se añade a mi lista de desagrado: «Clientes que se hacen los graciosos». No obstante, este solo lo aplica para uno en particular. No sé ni su nombre y mucho menos su apellido, pero no me agrada. Realmente me esforcé en dibujarle una carita feliz, pero bueno, él no sabe apreciar el arte.

Lindi dibiji ibstraiti —digo bajo para que no me escuche—. Para la próxima te sirvo el café hirviendo, pelotudo.

Al principio me había ilusionado en atender al cliente nuevo, puesto que Doña Giulia dijo que era un amor de persona, pero cuando lo atendí, no me pareció ni lo más cercano a un amor. Literalmente, le dije todas las comidas que existen en el menú y un tercio de las bebidas, pero él ni bolilla dio a mis recomendaciones y pidió algo que ni nombré. Sé que son sus gustos y todo eso, pero hubiera pedido lo que quería desde un principio y no hacerme recitar el menú como tonta.

Bueno, creo que estoy exagerando, ya que simplemente pidió algo que se me complica hacer. La gente suele venir por la especialidad de don Alessandro de dibujar en el café, lo que claramente no es lo mío. No puedo ni dibujar en papel y tengo que hacerlo en un café y con leche.

—¿Con esa boquita besas a tu madre, monita? —cuestionó Matt, limpiando una mesa que estaba cerca. En respuesta, le muestro el dedo del medio—. Estas más amable que de costumbre ¿Pasó algo?

—Llegué tarde a mis clases de baile y me dejó un poco frustrada. Encima me pegué tremendo susto con la llave de la moto.

—¿Por eso cerraste tus ojos con enojo después de atender al nuevo? —Recarga su cabeza en sus manos y muestra una sonrisa traviesa.

Casualmente Destinados #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora