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000. huida

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27 de septiembre de 2001, Long Island

¿Por qué yo?, ¿no se supone que un padre tiene que querer a su hija?, ¿entonces por qué me hace esto?, se preguntaba Mary mientras su padre se paseaba furioso por la cocina de su casa. La niña acababa de quedarse atascada en un ejercicio de matemáticas, que para cualquier persona sería fácil, pero con su dislexia Mary no podía comprender. Su padre, por el contrario, estaba empeñado en que hiciera el problema y cuando vio que Mary seguía sin saber cómo resolverlo, le rompió la hoja de sus deberes en dos trozos y empezó a pasearse por su casa maldiciendo. Mary, que solo tenía ocho años, no hacía otra cosa que encogerse en la silla en la que estaba sentada.

-¡Inútil, eres una inútil! -gritaba un colérico Bernard LeBlanc. El hombre había sido una gran persona en su juventud. A cualquiera que le preguntasen, aseguraban que Bernard era perfecto, por eso llamó la atención de nada más ni nada menos que una diosa. Lástima que la bendición que trajo consigo no le agradó tanto. Y menos le agradó cuando la diosa lo abandonó.

Desde que tenía memoria, Mary había presenciado los arranques de furia de su padre, e incluso a veces acababa pagándola con su hija. Mary temía que hoy se descontrolara de más y le diera una paliza.

-Papá, yo... -murmuró la niña en un vano intento de intentar hacer entrar en razón a su padre.

-¡Papá nada! ¡Sube a tu cuarto! -Mary se fue a su cuarto aliviada y asustada a partes iguales. Al menos se había librado de una posible paliza. Cerró la puerta y se metió entre las colchas de su cama, respirando con dificultad. No serían ni las siete y media de la tarde, pero no le importaba, prefería quedarse en su habitación.

Cuando la niña pensaba que su padre se había calmado, pues habían pasado treinta minutos, Mary oyó pasos acercándose a su habitación. Bernard abrió la puerta de la habitación de su hija apretó la mandíbula.

-¡¿Se puede saber por qué no estás haciendo los deberes?! -bramó con enfado-. Te he mandado aquí para que hicieras ¡los deberes! ¡No para que estuvieras holgazaneando!

-Perdón...

Mary no tenía deberes para el siguiente día, así que esos nunca los hacía, pero al parecer su padre hoy pensaba diferente.

Bernard se irguió e hinchó el pecho. Le quitó bruscamente las sábanas que tapaban a Mary y las arrojó a un rincón. Mary observó cómo la mano de su padre viajaba hasta ella y golpeaba su mejilla derecha. Chilló y se llevó la mano a su moflete, con intención de aliviarse el dolor, pero su padre no lo consintió. La cogió del pequeño brazo y la lanzó al suelo. Mary comenzó a llorar. Bernard empezó a gritar obscenidades a su hija.

𝑫𝑨𝑵𝑫𝑬𝑳𝑰𝑶𝑵𝑺 || 𝐏𝐞𝐫𝐜𝐲 𝐉𝐚𝐜𝐤𝐬𝐨𝐧 (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora