Capítulo 1

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Hace nueve años...

Los niños corrían de un lado a otro, otros jugaban a atrapar insectos y otros estaban siempre cerca de las monjas. Entre esos niños se encontraba ___.

La pequeña fue abandonada por su madre apenas tenía un mes de nacida. Las hermanas la recibieron como a todos los niños en aquel lugar, eran atentas con ella, la querían como si fuera su hija y también era querida por los niños y niñas pues ahora era una hermana para ellos.

Mientras ___ ayudaba a las mujeres, el timbre sonó, emocionando a todos los niños. De inmediato, Marie, una de las hermanas, fue a abrir la puerta y esbozó una sonrisa.

—¿___, puedes venir un momento, linda? —le preguntó y la pequeña asintió, secó sus pequeñas manos con una toalla blanca y caminó hasta llegar donde estaba Marie y le tomó la mano.

Los niños corrían por los pasillos donde se encontraban las habitaciones, entre tropezones y saltos. ___ solamente caminaba con tranquilidad junto a una de las hermanas más jóvenes del lugar.

—Dime, ___, ¿cómo te gustaría que fuera tu nueva familia? —preguntó la pelirroja para romper el hielo.

—Hmm... Quisiera que sean muy buenos conmigo, completa o ser criada por una mamá o un papá, no importa, nos tendremos el uno al otro... Pero me gustaría que sea completa, con hermanos y poder hacer mis acrobacias sin molestarlos. —contestó de inmediato.

—Entonces, creo que te gustará esta noticia —Pararon frente a la puerta que pertenecía a la oficina de la madre superiora. Marie se arrodilló frente a ella y le dijo:—. ¿Estás lista para conocer a tu nueva familia?

Los ojos de la pequeña brillaron y se lanzó a abrazar a la pelirroja.

Cuando se separaron del abrazo, la mayor abrió la puerta y lo primero que se dejó ver fue a un hombre con sombrero de copa y traje, sentado frente al escritorio.

—Señor Jaeger, aquí está ___. —habló y entraron.

El hombre volteó a verla y quedó maravillado. La pequeña niña era justamente lo que buscaba y no le molestaba en absoluto cuidarla como si fuera su propia hija.

___ se sentó en la silla— ¡Buenos días, señor! —exclamó y eso llenó de alegría el corazón de Grisha.

—Buenos días, pequeña. —saludó de vuelta el castaño.

—Bien, señor, Jaeger. Ya completó todos los documentos y jura cuidar a ___ hasta que muera. ¿Es correcto?

—Jamás bromearía con eso, hermana. Juro cuidar a ___ con mi vida y tratarla como si fuera mi propia hija.

Ambas sonrieron y Marie siguió— Si así es, oficial y legalmente —miró a la niña, quien se encontraba moviendo sus pequeñas piernas en el hueco de la silla, esperando a que diga:—, eres una Jaeger, ___.

La niña pelinegra saltó de su silla hacia los brazos extendidos de Grisha. Ya tenía un papá, un tutor y eso le alegraba el corazón como nadie tiene idea.

—¡Si si si si si! —lo abrazó fuertemente y Grisha lo hizo de vuelta.

—___, ___, ve por tus cosas, es hora de ir a tu nuevo hogar.

Saltó y salió corriendo hacia su habitación, con ayuda de uno de sus hermanos mayores, sacó su maleta de cuero y la abrió para guardar sus pertenencias. Todos los niños se acercaron, al menos los que estaban cerca.

—¿A dónde vas, ___? —preguntó Kia.

—¡Un señor vino y dijo que sería mi papá! —exclamó, guardando sus cosas.

𝐂𝐈𝐑𝐂𝐔𝐒 | 𝐇𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐙𝐨𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora