Un hombre

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Luego de tremenda follada que Zoro le brindó al chico de cejas peculiares, éste se seguía mostrando inquieto por recordar a la fémina pelinaranja y cómo hizo notorio el odio que le tenía, quizás sí lo veía como una ramera, al final se percató de que ella era la esposa del rey, o al menos eso decía esa chica, lo cierto es que quería disculparse.

Salió de esa gran sala de entrada, se perdió de nuevo por los pasillos del palacio, sin entrar de curioso a alguna puerta ahora sí, hasta encontrar el conocido pasillo en donde estaba esa habitación compartida con el resto de amantes, una vez seguro de su camino y entrar a la habitación, se notaban sus compañeros muy preocupados por él, ya que se mostraba desaliñada su vestimenta, se seguía notando el sudor en su fina piel y cada fibra de su cabeza alborotada.

-¿Qué ocurrió, Veintiuno? ¿Todo bien?

-¿De nuevo te metiste en problemas?

-¿En qué podemos ayudarte, niño?

Eran los cuestionamientos que recibía de todos a la vez, rió un poco por la extrema preocupación, obviamente no los culpaba de que generaran esa preocupación por él si siempre se metía en problemas con el gobernante del infierno, tenía fama de rebelde, era bien sabido dentro del palacio. Sanji trató de conservar la calma entre todos para tener la oportunidad de hablar.

-Gracias a todos por ver por mí, gracias a Dios nada malo me ha ocurrido, es sólo... tuve relaciones con el rey, es todo.

Suspiraron inmediatamente los concubinos y concubinas, hasta parecían querer celebrar que no se había metido en discusiones con el peliverde, algo que causó cierta satisfacción en el interior del rubio, ¡pum! Esa satisfacción se había desvanecido cuando recordó a esa mujer hermosa furiosa por verlo con Zoro, es entonces que, tratando de no parecer un idiota, cuestionó a los demás.

-Oigan, ¿alguien sabe acerca de esa mujer de cabello naranja que está presente sólo en las cenas?

Silencio total. Abrieron los ojos por completo por la sorpresa que provocaba esa pregunta, claro que sabían, pero querían asegurarse de que no se meterían en problemas por responder.

-¿Por qué requieres saber de eso? ¿Algún roce tuviste con ella? -Cuestionó Robin-.

-Umh pues digamos que sí.

Se petrificaron por esa declaración, todos estaban con los pelos de punta y sin broma, alguien terminó desvaneciéndose para caer al suelo. El rubio estaba nervioso por la situación incómoda en que se había metido por su estúpida curiosidad, pero esperaba que valiera la pena con tal de arreglar las cosas con esa dama.

-Ella es Uno, el rey la llama por su nombre; es Nami -Susurró la pelinegra, amiga de Sanji-.

Ahora entendía el temor, se había contagiado de éste también porque había provocado a alguien de peligro, lo que más le caló es que el moreno le importó poco de que la fémina presenciara el momento de cuando se la estaba metiendo, y ver las lágrimas de la bella dama le rompía el corazón, como nadie en el mundo humano se había decidido a conocerlo, era impresionante saber que el joven rubio tenía gran aprecio y respeto a las mujeres. Con más razón, se veía en la necesidad de hablar con ella, sin importar el qué pasara. Para su desgracia o fortuna, salido de una invocación mental, dicha mujer no tardó en aparecer en la habitación, hecha furia se dirigió a Veintiuno, soltándole un puñetazo que le hizo ver lucecitas al pobrecito. Todos se apartaron, no podían oponerse a la primera esposa, saldrían muertos si hacían eso, por lo que sólo se confesaron ante la divinidad en la que creyeran para que Sanji saliera bien de la paliza que le esperaba. Como se esperaba, el jovencito jamás respondió a un golpe, dejó que la chica lo hiciera trizas si asi lo deseaba, estaba en su derecho, él sólo era un juguete, ella era la primera.

-¡Maldito cabrón! Eres un prostituto corriente, te revuelcas con cualquiera porque no tienes dignidad.

-Discúlpame... Aún sigo siendo nuevo en este lugar, no sabía-

Otro golpe pegó en su mejilla, Veintiuno estaba frustrado, no llegaría a ninguna charla, aceptando su cruel destino por la estupidez de haber querido ser "normal" en dicho mundo, servirle al rey con sexo, un ganar-ganar. Se pensaba que iba para largo, hasta que la presencia masculina ya conocida y de autoridad hizo su gran aparición, tenía un aura temible, sin dudas era asfixiante tenerlo cerca en ese humor. Como si muñeca de trapo fuera, tomó a Nami del cuello por la parte trasera para levantarla e inmediatamente azotarla contra el suelo, Sanji estaba furioso por esa agresividad contra una mujer, ¡era su esposa! Sanji no veía sentido ni respeto con lo que presenciaba, confirmando que Roronoa era un jodido sociopata. El peliverde jaló del cabello a Nami y la llevó arrastrando, se dirigía al cuarto rojo; lugar donde se castigaba y divertía con sangre, velozmente Veintiuno se puso de pie y logró interrumpir el paso del moreno, este se miraba con frialdad, lo común. Al poco tiempo gritos escupiendo los peores insultos se escucharon por el pasillo, era el rubio contra el gobernante cascarrabias, el chico defendía a Uno pese a que hace unos momentos había sido atacado por ella.

-¡Castígame a mí en su lugar, pendejo! Pero no vuelvas a agredir a una mujer de esa forma, imbécil.

Eso movió mucho el piso de ego al mayor, por lo que sin duda le haría efectiva sus palabras al cejas rizadas. Finalmente intercambió cabellos, ahora jalaba los de Sanji, todo hasta llegar a dicho cuarto, donde entrando, de inmediato recibió mal trato, empezando por golpes en las costillas.

-Sigo sin creer que decidiste cagarla, ¿por defender a esa insignificante zorra? ¡Já! Eres un chiste, rubio barato.

-Hazme lo que quieras, cabrón, no pierdo nada.

Le pegaba en el orgullo al mayor, ese era el mayor propósito, quería suicidarse a toda costa.

-Ah, tanto que disfruté hace una hora el haberte cogido, ¿qué pasó con ello?

-A la mierda -escupió en la cara del rey-.

La gota que derramó el vaso. Inmediatamente Zoro tomó el rostro que Sanji poseía, dándole un beso forzado con el fin de darle de su afrodisíaco natural, no tardando en hacer efecto, pues los jadeos del chico comenzaron a hacer presencia, en un mover de dedos el mayor ya se había desecho de las telas que cubrían a su concubino más bello, porque sí, Sanji estaba catalogado como tal para Roronoa. Pronto las extremidades del rubio estaban encadenadas, su cuerpo ardía, su blanca piel se había transformado en rojo, enormes cantidades de sudor escurrían, su cuerpo parecía estar hirviendo, sus jadeos sonaban con más desesperación, también se quejaba y lloraba del dolor que sentía en su cuerpo, en el ano, en su pene, en su boca, tanto que comenzaban a sangrar.

-Desiste y te daré la cura a esta tortura, ¿no quieres?

Sin respuesta, el estado era tan deplorable que era imposible que el rubio pudiera hablar.

-El dolor que sientes es porque no has liberado el afrodisíaco, necesitas de mi pene para eso, ¿lo sabías, querido? No puedes negarte a mí, eso te pasa por defender a una estúpida que te agredió, aunque no me sorprende, si tu madre era una prostituta de bajo precio y tu padre un imbécil que siempre la priorizó aunque a ella le valía una mierda él y su crío.

Sanji estaba consciente aún agonizando, por lo que entendía a la perfección cada basura escupida por Zoro, odiaba escuchar sobre su vida familiar, porque el cabrón no mentía, se dió cuenta de que le dijo la verdad, Roronoa sabía todo de él desde su nacimiento. El rey lo había despojado de las cadenas, esperando ver a Sanji rogar por su pene, pero fue todo lo contrario, había un enorme charco de sangre y apostaba que estaba muy cerca la muerte de su mejor trofeo, por lo que paró la tortura usando su pene como tentáculos, devolviendo a la vida al chico rubio, su preocupante apariencia iba desapareciendo, volvió a su color normal y con unos movimientos de dedos, Zoro devolvió la sangre que el menor había perdido de su cuerpo.

-N-No hables de m-mi familia c-como s-si nada... Y me a-alegro de haber s-sido un v-verdadero hombre...

Dijo Sanji antes de caer en desmayo, el mayor estaba furioso porque estuvo cerca de darle a Veintiuno lo que quería: morir. No lo permitiría y menos si su mayor deseo se trataba de ese hombrecito, que aunque no quería admitirlo, Sanji siempre le provocaba cosquilleo en su entrepierna, lo deseaba con locura, pero aún no estaba seguro si valía la pena, teniendo en cuenta su historial con una vida de desastre.

𝗜𝗡𝗙𝗘𝗥𝗡𝗢: Obsedo | ZoSanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora