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Para el Rey del infierno ya eran suficientes los concubinos y concubinas que tenía, no le agradaba tener tantos, además de que ya tenía a Veintiuno, de cualquier forma hizo caso al consejo de su hermana, pues aparte de ser mensajera, también era la Gran Consejal del rey, la ministro del mismo infierno. Un evento masivo se acercaba, no podían seguir habiendo fallas o sería otro año desperdiciado, frustrado de que todo se vaya a la mierda porque ningún ser humano era útil para eso. Aquel evento del que todos murmuraban dejaba a nuestro inocente rubio en duda, tampoco es como que su amante tuviera la intención de explicarle, para evitar los traumas y romperse frente a su amado; tampoco es que fuera relevante según los concubinos longevos, todos apostaban a que el rey Roronoa iba a fallar con su mierda. Todos estaban un poco intranquilos por los días faltantes, la poca paz que podían tener en su habitación se vió interrumpida por su misma alteza, quien con euforia buscó a su número favorito.


-¡Veintiuno!

Los vellos de las piernas se le erizaron, la atención que estaba depositando a Nami la quitó de plano, sentía que ya habían sido descubiertos, que firmarían sentencia de muerte.


-Ven conmigo ahora.


Sanji se levantó del suelo como flash, atendiendo las ordenes aunque por dentro se hirviera en ira por tener que hacerlo, siempre se sentiría sin dignidad por obedecer a un varón tan repugnante como Roronoa Zoro. Caminando a lado de ese hombre, se dirigieron a la sala del trono, verlos ahora le traían muy malos recuerdos pero si no quería que Zoro lo investigara y descubriera su relación prohibida con la fémina de las mandarinas, así que siguió el paso del mayor quien al postrar su retaguardia en su trono, pidió a Sanji que hiciera lo mismo pero en sus piernas, orden atendida sin pensar. Y así de la nada surgió una especie de pantalla táctil flotante desde el suelo, donde aparecían la foto de chicos y chicas que iban desde los 15 hasta los 40, cosa que dejó más confundido al joven rubio, porque en primera, ¿él por qué tenía que estar con el peliverde amargado? Las explicaciones no llegaron por ahora, solamente Zoro fue presionando el perfil de cada candidato y candidata, mostrando el historial de vida de cada uno por medio de una cinemática desde su nacimiento hasta su actualidad; todos muy trágicos, con las condiciones de vida más deplorables, no había al cual poder decir que no estaba tan jodido o jodida, todos hicieron llorar a Sanji a pesar de que eran personas que ni siquiera había visto en su vida alguna vez. Luego de ver todos los casos, Zoro le tendió un rollo de papel a su concubino que no paraba de estar en su llanto, eso le molestaba, sin embargo no tenía las ganas de pelear con él, pero una vez que Veintiuno calmó sus lágrimas, su majestad carraspeó la garganta para darle un poco de contexto.


-Necesito que escojas a quien quieres que salve, ahora que has visto a todos lo que necesitan una mano, sólo puedes escoger a uno.


-¿P-por qué no pueden ser todos, su m-majestad?


-Porque sólo necesito a uno, no soy el señor de la caridad, sólo busco quien me sirva, ¿sí lo comprendes?


-¡ERES UN...!


-¿Vas a meterte en problemas otra vez? Has llevado una muy buena racha, no te comprendo.


-Olvídelo... "salve" a quien quiera.


-A mí no me interesa hacerlo pero supuse que a ti sí, por eso te traje, para que hagas mi trabajo.


-Ah... escojo a la chica que está a nada de ser vendida a un pederasta... Uta.


-Bien, ya te puedes ir con los demás, en unas horas ella estará con ustedes, así que avísales.


Sanji se levantó de las piernas del rey, asintió con la cabeza y se marchó sin mirar atrás, su semblante era serio, el shock era mucho después de ver las condiciones de todas esas personas y se sentía peor que escoria por haber salvado a una de diez opciones que visualizó. Cuando llegó a la habitación, se tiró de rodillas para comenzar a llorar mientras en murmuros suplicaba el perdón a ellos y a Dios.

-¿Qué pasó? -preguntó la chica pelirroja con notoria preocupación por su amado-.


-N-no pude salvar a t-todos, sólo a ella, Nami-Swan...


-¿De qué hablas, hermoso?


-¡Todos van a sufrir más estando en tierra, ella es la única que no lo hará tanto porque lo decidí así!


-A ver si entiendo, ¿fuiste con el rey para decidir quién sería el nuevo número?


-¡SÍ, ESO HICE! -dijo entre lágrimas, con la voz entrecortada-.


Nami rápidamente lo abrazó, también con lágrimas en los ojos, pues verlo en ese estado hizo que se contagiara de su tragedia, le decía al oído que había hecho todo bien, todo lo que estuvo en sus posibilidades, le recordaba que era la persona más buena del universo, entre más cosas que fueron calmando al menor. Así pasaron consolando a Sanji entre todos por al menos como dos horas, y aunque fue un éxito que ya no llorara, aún s notaba su tristeza en la voz mientras daba la información de manera más completa sobre lo que había pasado y cómo es que va a existir Veintidós, lamentaban que esta chica fuera a dar en la misma situación de todos, pero era mejor mil veces que terminar vendida sin siquiera tener el derecho básico de la comida. Como la familia pequeña que eran ahora, se estuvieron armando todo un plan para poder atender a la chica nueva, desconocían su edad pues ni siquiera el rubio lo recordaba y era mejor tener ese recuerdo bloqueado de momento para no volver a colapsar. Finalmente luego de ceca de otra hora cumplida, llegó Vivi junto a un sirviente más cargando en camilla a la jovencita, se notaba malherida, pues la manta estaba cubierta de sangre y la nana del rey dejó en claro que ya era la quinta vez que tenía que cambiar de cobija para ella, en silencio y con la mirada gacha, todos tenían el corazón partido por la nueva integrante de su familia, Sanji se sentía igual de desgraciado que Zoro, una culpa que se adjudicaría toda su vida y hasta que su cuerpo quede en puros huesos, era el caso más brutal que actualmente todos presenciaban, ya la llegada de Sanji se había quedado corta. Cuando los sirvientes se retiraron de la habitación, no tardó la habitación en escucharse las penas de los concubinos y concubinas, y aunque todos profesaban distintas religiones o eran ateos, fue otro momento en que todos se unieron para orar por alguien recién llegada, para suplicar a Dios que los escuchara aunque fuera para salvar una vida.



𝗜𝗡𝗙𝗘𝗥𝗡𝗢: Obsedo | ZoSanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora