Capítulo 7: Tarde de tiendas.

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Aquella mañana, Sakurako ejercía de buena conviviente en la residencia Ohmuro colaborando en las tareas del hogar. Sentada en el sofá del salón, pasando suavemente un trapo húmedo por la mesilla de centro, continuaba aún sin volver en sí completamente. Lo sucedido la noche anterior le parecía que no tenía ni pies ni cabeza y, por más que pensaba en ello, no le encontraba explicación lógica. Himawari actuaba de forma dispar y casi incontrolable. ¿Qué pretendía, hacerle saber su deseo de tenerla o simplemente torturarla?

Sonó el teléfono de la casa. Nadeshiko, que se hallaba limpiando la entrada de la misma, respondió a la llamada. Al cabo de unos segundos, avisó a Sakurako de que a la buscaban era a ella; Himawari la buscaba.

—Sakurako, buenos días. ¿Tienes un momento?

«Depende. Si te comportas raro, te cuelgo», pensó ella. Himawari, mostrando su habitual encanto y educación, la había llamado simplemente para proponerle que la acompañara, junto con Akari y Chinatsu, a ir de tiendas. A Sakurako no le pareció mal, además podía ser una buena oportunidad si decidía atreverse a preguntarle qué pretendía la noche anterior. Y quizás, si se arma de valor, preguntarle si realmente por un momento estaba decidida a besarla o fueron solo imaginaciones suyas.

—Genial. Te veré esta tarde a las cuatro y media para irnos al centro comercial.

Aquella tarde prometía. Sakurako ya no sabía qué esperar de sus encuentros con Himawari, cada día más distinta a lo que solía ser. Esa tarde volvió a usar ropa más informal y calzado cómodo, ya que suponía que iban a estar todo el tiempo de tienda en tienda. Cuando salió, pudo ver que su amiga de la infancia ya estaba lista y la esperaba frente a su casa. Tomaron juntas el transporte público para llegar al centro comercial.

—¿Te gustan más blancos puros o más pastel? —preguntó de pronto Himawari mientras iban en el tren.

—¿Qué?

—Los vestidos... de novia.

—Ah. Supongo que, si tuviera que comprarme uno, no lo elegiría totalmente blanco. No me gustaría llamar tanto la atención.

—Ya veo... Entendido —concluyó Himawari.

Aquella respuesta ya la intrigó bastante; no era un tema muy habitual para conversar mientras se recorre un trayecto en transporte público, aunque también era verdad que era un tema tan válido como otro cualquiera. Quizás le interesaba saber sobre sus gustos en aspectos tan ceremoniales como las bodas. Quizás solo era curiosidad. No, seguramente no, y nada más llegar al encuentro con Akari y Chinatsu lo supo.

—¡Bien! ¿Qué estilo de traje de novia buscamos? —preguntó Akari.

—Voy a seguir el consejo que me ha dado Sakurako; buscaré uno en tonos pastel —respondió Himawari con una sonrisa amable.

Y Sakurako se sintió de pronto la mujer más estúpida del planeta, pues lo que parecía una simple reunión de amigas para mirar escaparates y comprar ropa se había convertido en una búsqueda del vestido de novia perfecto para el tan rocambolesco enlace de Himawari. A Sakurako empezaba a fastidiarle bastante que cada día de una forma u otra le recordaran que se iba a casar. Además de esto, no hacía más que preguntarse a qué diablos estaba jugando; la noche anterior había estado muy cerca de besarla, y ahora de repente vuelve a su comportamiento de chica feliz que se casa. Incluso parecía segura de ello, tanto como cuando le dijo que nadie jamás tendría en ella el poder que poseía Sakurako, aquellas palabras malditas que no se le iban de la cabeza.

—¡Esta tienda es muy bonita, entremos! —propuso una animada Akari.

Chinatsu, por su parte, había detectado casi de inmediato la decepción en el rostro de Sakurako, y sabía que algo iba mal. Viendo que Akari no se enteraba de nada de lo que ocurría, se prometió a sí misma con aires de grandeza que no dejaría pasar la oportunidad y provocaría alguna situación en la que Himawari y Sakurako pudieran estar solas... bajo cualquier circunstancia.

Durante mi regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora