Capítulo 2: De nuevo en Takaoka.

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Sakurako había estado preparándose mentalmente durante días para el viaje de vuelta a Takaoka. Se reunió temprano con Ayano y Kyoko, en el hotel donde se alojaban, para irse con ellas en el automóvil de Ayano. Se preocupó en exceso, para lo que habitualmente se preocupaba ella, dejándolo todo recogido en su apartamento. Cuando llegó al punto de encuentro con sus dos amigas, colocaron la pequeña maleta de Sakurako en el maletero y emprendieron su viaje a Takaoka.

El trayecto hacia su ciudad natal, de casi una hora, ofreció tiempo de sobra a la joven Ohmuro, quien se dedicó a preguntar qué tal le iba al resto de sus amigas actualmente, de las cuales tampoco había tenido noticia alguna. Detalles que ocurren cuando te marchas de tu hogar sin decir adónde ni por qué. Por lo que pudo escuchar, Ayano y Kyoko vivían juntas y muy bien; la chica rubia se había iniciado profesionalmente en el arte del manga en una pequeña editorial, a la vez que creaba sus propias historias en su tiempo libre; Ayano, en cambio, pronto terminaría su carrera de ingeniería mientras realizaba prácticas en una empresa de la ciudad. También, Kyoko le contó que Chinatsu y Yui estudiaron juntas y llegaron a ser profesoras de secundaria.

—Supongo que Chinatsu-chan estará feliz de trabajar con Funami-senpai... —Sakurako conocía ese fanatismo de Chinatsu por todo lo que tuviera que ver con Yui.

—Feliz y danzando todas las mañanas —dijo Kyoko, entre risas. Sakurako se mostró confusa.

—Funami-san y Yoshikawa-san comenzaron a salir a solas hace pocas semanas —despejó toda duda Ayano—. Creo que nada oficial de momento, pero parece que se llevan muy bien.

«Al final va a caer en los brazos de la lunática...», pensó para sí Sakurako.

Según Kyoko iba relatando la historia de la vida de sus amigas, Sakurako se mostraba más sorprendida. Y es que Akari, que siempre había tenido un amor incondicional hacia los animales, estaba terminando la carrera de veterinaria en la universidad. Chitose, por su parte, había decidido convertirse en enfermera y trabajaba en uno de los hospitales de la ciudad.

—¿Akari-chan sigue teniendo problemas con su presencia? ­—preguntó Sakurako.

—Ese es su superpoder... —comentó Kyoko, inquieta al recordarlo—. Se las arregló para eliminar la presencia de sus jeringuillas y ahora es una maestra poniendo inyecciones a los animales. Ni se dan cuenta.

—Estás exagerando un poco, Kyoko ­—dijo Ayano.

—No lo creo, he visto eso antes... —respondió Sakurako, aun así. Parecía que había recordado cierto episodio de su vida de instituto.

Pero, ¿y Himawari? ¿Qué había sido de su vida, aparte de su compromiso prematuro? ¿Había estudiado? ¿Estaba trabajando? Pareciera que Kyoko y Ayano quisieran mantener la incógnita a propósito en aquel viaje, pues ni un solo detalle habían comentado sobre su amiga de la infancia. La joven Ohmuro se sentía con la necesidad de alzar la voz y preguntar por ella, pero una leve timidez interior la detenía. Más tiempo del que hubiera querido permaneció en aquella lucha interna, hasta que perdió la noción de este. Antes de que pudiera percatarse, el automóvil de Ayano ya circulaba por las calles y avenidas de Takaoka.

—Te dejaremos cerca de tu casa, Ohmuro-san —le comentó Ayano.

—Ah, gracias... —aceptó ella.

Tanto Kyoko como Ayano se habían guardado la sorpresa de que Sakurako volvía a la ciudad unos días. Ni Himawari, y por supuesto ninguna de las demás, sabían que la joven de pelo castaño acababa de poner sus pies sobre la calzada frente a la residencia Ohmuro; era una auténtica noticia el hecho de que la chica volviera a su casa por primera vez en años, y pensaban mantenerlo en secreto hasta que Sakurako estuviera preparada.

Durante mi regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora