―Himawari, de verdad que lo siento. He sido muy descuidada.
―¡Y tanto que lo has sido! ¿Cómo se te ocurre? ¿No somos nada y ya dices por ahí que eres mi pareja? ―le dije elevando la voz. Estaba realmente disgustada por lo que había hecho.
―Lo borraré ahora mismo, estaba totalmente fuera de lugar ―respondió ella, volviendo a tomar su teléfono para eliminar la publicación.
―¿Y qué? Ya es demasiado tarde. Sakurako la ha visto. ―Me cubrí la cara con mis manos―. Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Debería llamarla?
―Himawari, entiendo tu frustración, pero parece que sólo te importe que Sakurako sepa lo que ha pasado entre nosotras. ¿Por qué no disfrutamos de lo que acabamos de empezar?
En ese momento perdí los papeles, aunque tampoco era difícil en aquella situación. Y sí, Shiori tenía razón, sólo me importaba que Sakurako se había enterado del pastel. Me preguntaba cómo estaría, si le habría sentado mal, si estaría enfadada.
―No tienes ningún derecho a decirme eso ―le contesté muy seriamente, señalándola con el dedo, molesta―. Llévame a casa.
Todo el camino de vuelta fue en silencio. No me apetecía mucho hablar. En realidad, estaba impotente. Yo y nadie más que yo lo había estropeado todo; mi relación con Sakurako, la amistad con Shiori... Parecía que cada vez que trataba de tener cuidado y hacer algo con discreción, salía mal. Shiori aparcó en la puerta de mi casa y lo primero que hice fue mirar la fachada de enfrente, la de la familia Ohmuro, donde vivía Sakurako.
―Lo siento mucho, Himawari ―me dijo una vez más Shiori―. ¿Podemos quedar mañana para hablar más tranquilamente de esto?
―Mañana quiero ver a Sakurako para explicárselo todo. ―Acto seguido bajé del coche―. Buenas noches, y gracias por la velada.
―Himawari, no te vayas enfadada conmigo. Me importas mucho.
―No, en todo caso estaría enfadada conmigo misma, por dejar que todo esto acabara así ―me acerqué y me apoyé en la ventanilla del automóvil―. Tú no tienes la culpa, Shiori. Nunca la has tenido.
―Tu mente no consigue dejar ir a Sakurako, ¿es eso?
―Quizás llevo tiempo condenada y no me había dado cuenta ―dije, y noté cómo, por primera vez, Shiori se sorprendía―. Buenas noches, y de verdad, muchas gracias por la noche de hoy.
Cerré la puerta de mi casa tras de mí y algunas lágrimas escaparon de mis ojos. Miré mi teléfono y sus notificaciones. Lo normal hubiera sido que Sakurako me insultara por haber visto algo que la molestara, pero nada, ni un solo mensaje. Era ya algo tarde, así que pensé en darle algo de tregua hasta la mañana siguiente. Además, no quería despertar a mi familia con una posible discusión. Me puse cómoda con mi pijama en mi habitación y me metí en la cama para intentar dormir. Fue otra de las muchas noches de esa semana de insomnio, ya casi me había acostumbrando.
A la mañana siguiente, lo primero que hice al despertar fue mandar un mensaje a Sakurako. Quizás aún estaría dormida, pues era domingo por la mañana, pero esperaba que pudiéramos vernos esa tarde y explicarle que las cosas no habían sido tal y como parecían, o al menos como las había expuesto Shiori en internet. Para mi sorpresa, Sakurako estaba despierta, y aceptó mi propuesta al poco tiempo. La idea era vernos en una heladería, porque los asuntos delicados siempre se discutían mejor tomando algo dulce y frío, creo yo.
Mientras me preparaba esa tarde, vino a mi mente por un instante la noche anterior con Shiori. Después de todo aquello... ¿seguíamos saliendo?, ¿habíamos roto? Pensé que la crisis matrimonial nos había llegado demasiado pronto, tanto que no me había dado tiempo a decirle que aceptaba ser su pareja, aunque para Shiori parecía que un beso era suficiente. También era cierto que entre el beso, las miradas, las caricias, y mis pensamientos atrevidos, no le había dejado precisamente un mar de dudas. Tan sólo teníamos 20 años, qué sabíamos nosotras en ese entonces lo que era el amor, lo que conllevaba el estar enamorada. Una revolución de hormonas bastaba para tener un desliz.
ESTÁS LEYENDO
Durante mi regreso
RomanceLa vida de Ohmuro Sakurako había cambiado mucho desde sus años de instituto. A sus 26 años, vivía en un humilde apartamento fuera de Takaoka, la que fue su ciudad natal. Se encontraba lejos de su familia, amigas y, sobre todo, de Furutani Himawari...