Si el aspecto exterior del «Benvenuto» le había parecido elegante, cuanto menos, el interior realmente lo superaba. Al igual que la entrada, el restaurante italiano al que iban a cenar esa noche lucía al completo una decoración señorial, en madera, y ampliaban los colores de las rosas a blancas y rojas. Sakurako enseguida localizó la mesa en la que se encontraban todas sus amigas, aunque en realidad a la que había ubicado nada más entrar era a Himawari, la cual llevaba puesto, al igual que Akari, un vestido largo, en tonos claros. Todas en general iban muy elegantes, como si aquella fuera una última cena juntas antes de que la primera se casara, la cual se debiera atesorar para el resto de sus vidas.
—¡Chicas, ya estamos aquí! —anunció la joven Akaza con su característico entusiasmo. Ambas se sentaron junto al resto.
Sakurako en la mesa había quedado justo en frente de Himawari, teniendo a sus lados a Akari y a Ayano. Desde que había tomado asiento, no se había atrevido a alzar la mirada, por si se encontraba directamente con los ojos de su amiga de la infancia. La relación entre ambas no pasaba por su mejor momento después de aquella última discusión en la que Himawari se marchó de su casa enfadada, así que podía percibir la tensión del momento como si la llevara sobre la espalda.
—Sakurako —la llamó la propia Himawari en tono amable, provocándole un sobresalto—. ¿Qué te apetece comer?
«¿Y eso a qué ha venido?», pensó la castaña. Miró al fin a su compañera, tratando de buscar un rostro enfadado o una mala expresión, pero no encontró nada. Himawari parecía no estar enfadada por lo de aquella tarde. Todas aquellas frases como la de «No has crecido nada», o «No voy a esperarte siempre, Sakurako», quedaban en el olvido. En ese momento, se comportaba como si nada hubiera pasado. En parte la hizo sentir aliviada, pues odiaba ese tipo de situaciones incómodas, pero tampoco podía dejar de darle vueltas a los cambios de humor de su amiga.
—Yo... aún no lo sé —respondió.
La velada, a pesar de todo, fue muy agradable. Sakurako acabó pidiendo lo mismo que Kyoko para cenar, y lo mismo que Chitose, y lo mismo que Chinatsu. Admitía que todo lo que probaba estaba realmente delicioso y que quería saborear toda la carta. La camarera, cada vez que acudía a la mesa, directamente ya se aproximaba a Sakurako, pues sabía que el pedido sería para ella.
Ya mientras degustaba su segundo postre, pudo escuchar interesada una de las muchas conversaciones que surgían en la mesa, y al fin supo algo más de Himawari. Al parecer, estaba a punto de terminar medicina en la universidad. Era una de las primeras de su clase y optaba a unas prácticas finales en uno de los hospitales más importantes de la ciudad. A Sakurako no le extrañaba en absoluto, pues ella siempre había sido muy aplicada y sabía que lucharía por sus sueños profesionales. Poco antes de marcharse a Kanazawa, su amiga de la infancia le había confesado que quería llegar a ser una doctora de renombre y poder ayudar a las personas que padecían enfermedades graves a recuperar sus vidas. Siempre había admirado su determinación.
—¿Entonces en la universidad conociste a Kato-san? —preguntó de pronto Chitose, la cual se encontraba sentada al lado de Himawari.
—Sí, allí fue —contestó Himawari. Sakurako rodó los ojos. «El Michi», pensó.
—¿Cómo es que decidiste casarte tan pronto? Nunca te vimos interés en ello —quiso saber Ayano. En realidad, aunque lo disimularan, todas esperaban ansiosas a que alguien se atreviera a sacar ese tema.
—Es un poco precipitado, pero lo hemos decidido así —respondió Himawari, dibujando una sonrisa amable en su rostro.
—Debéis de amaros mucho para dar ese gran paso tan rápido... —se unió Yui, y todas las miradas se centraron en Himawari, quien hizo una leve pausa antes de contestar.
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Durante mi regreso
RomanceLa vida de Ohmuro Sakurako había cambiado mucho desde sus años de instituto. A sus 26 años, vivía en un humilde apartamento fuera de Takaoka, la que fue su ciudad natal. Se encontraba lejos de su familia, amigas y, sobre todo, de Furutani Himawari...