Turbo Lover (GyuHao)

/ 𝘯𝘦𝘷𝘦𝘳 𝘵𝘩𝘦 𝘩𝘦𝘳𝘰𝘦𝘴 /

Like a cobra they will strike

And like lions caged we'll fight

We were taken not by choice

They put anger in our voice

Tuvieron que pasar varios días para que las cosas volvieran a la tranquilidad y los heridos recuperaran poco a poco su salud.

En especial Mingyu.

Aún recordaban el día siguiente cuando la tormenta se desató en la ciudad de Yabbay.

Minghao, que no quería separarse de Mingyu, se quedó dormido en su habitación del hospital, con medio cuerpo sobre la cama y una mano unida a la de su amado. Cómo si tuviera miedo de que desapareciera de su lado si lo soltaba tan sólo un momento.

Pero la mañana llegó. La luz entró por la ventana y antes de que algún enfermero o médico fuera a revisar la condición del paciente, Minghao se despertó.

Había dormido por pura fatiga acumulada, por más que lo creyera imposible en una situación así.

No supo en qué momento cerró los ojos y cayó en el sueño, sobre la cama de Mingyu, aún sujetando su mano.

Miró la unión y esbozó una sonrisa pintada de tristeza y dulzura.

Se reincorporó hasta quedar erguido y se talló los ojos con la mano libre que era la izquierda, porque su derecha se rehusaba a soltar a Mingyu.

De seguro lucía fatal. Aún seguía vistiendo su atuendo de motociclista, aunque no tenía puesta la chamarra de cuero, la cual estaba en el respaldo de su silla.

El dragón, por más majestuoso que fuera, se sentía solo sin el imponente tigre, su acompañante fiel.

No tenía sentido para él surcar el cielo, si el suelo no era protegido por el rugido de la otra bestia.

Minghao soltó poco a poco la mano de Mingyu, tenía que revisar la situación del resto de sus amigos, a pesar de que se sintiera renuente a separarse de su pareja en esos momentos cuando más lo necesitaba.

¿Pareja...? Minghao volvió a sonreír amargamente. Habían roto su relación sin arreglarlo, y aún seguía en un estado indeciso y ambiguo, pues había sucedido todo aquello sin que pudieran reparar las piezas de lo que ellos habían roto con sus propias manos.

—Vuelvo enseguida, Gyu, no me tardo —dijo en voz alta, porque tenía la esperanza de que Mingyu lo escuchara de alguna forma o sólo porque lo quería tanto que albergaba ese hábito suyo de tener contacto, por más mínimo que fuera.

Venía de todos esos años de aferrarse a los pequeños momentos juntos, a los detalles que hacían la diferencia.

Oh, Minghao sabía que se vivía para morir, y Mingyu le había enseñado que mientras tanto, en medio del nacimiento y la muerte, existíamos para amar, porque eso se extendía sin un final.

Eso querían creer, ambos, románticos sin remedio. Autoproclamados almas gemelas.

Minghao se puso de pie, empujando la silla hacia atrás. No había comido nada y sabía que en su cuerpo naturalmente delgado, no podía darse el lujo de rechazar el alimento.

Pero no tenía apetito, podía ignorar el cansancio y la incomodidad. No podía pensar en otra cosa que no fuera el bienestar de Mingyu, eso era lo único que le importaba.

Aún así, quería ver al resto de sus amigos, e incluso, a los que había considerado antes sus rivales.

Ya pronto dejarían de ser Black Dragons y Golden Tigers, eso lo dejarían en el pasado, a que se volvieran identidades del corazón, no de nombre, no con barreras.