Capítulo 6: ¿Destellos de Esperanza?

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Una mañana fría, el sol aunque tenue alumbra las calles y se refleja en la ventana de un hogar, despertando así a la pareja que allí duerme, tranquila y apacible, sin ningún malestar, la madre de ese hogar se levanta, decidida a ir a despertar a su mayor hijo, se pone una bata para evitar el frío y camina en dirección del cuarto de su hijo, decidida abre la puerta... y como cada mañana, su hijo ya no está ahí, en ese espacio vacío, su cama ordenada y las luces apagadas, ya no encontraba a su hijo esperando por un beso de buenos días, solo encontraba el nudo en la garganta que le daba cada día en esa sola semana, en la que su hijo no estaba en casa. Era la casa de los Rouillon.

12 días para el día de acción (por ahora)

—Otra vez aquí? — Se oía la voz de mi padre desde el fondo del pasillo.

— Ya sabes que quiero hacerlo...— Respondía mi madre con un nudo en la garganta.

—Esperas que mágicamente... una mañana él esté ahí? —

—Si... es que, una semana... Lucho, una semana que no está y siento como si fuese toda la vida....—

—siento lo mismo... cada madrugada, me despierto y me acerco... abro la puerta, con la esperanza de que él esté ahí... despierto por alguna de sus pesadillas, que me pida que lo abrace porque tiene miedo... y no... no está ahí— Se limpia una lágrima cayendo. —¿Y no puedo hacer más que anhelar ello pues, hay agentes que cuidan que no salgamos... acaso está mal querer ir por nuestro hijo? —

—De verdad lo extraño...—

—Mamá?... papá? — Preguntaba mi hermanito.

—Hijito... es muy temprano... que haces levantado? — decía mi papá.

—Siempre se levantan... y escucho que lloran... es por mi hermano? — preguntaba inocentemente. —Cuándo volverá? —

—Ya muy pronto... esperemos hijo... muy pronto— Decía mi papá cargándolo.

Mi mamá se limpiaba las lágrimas y trataba de sonreír.

—¿Bien, quieren tostadas para desayunar? — Dijo aún con el nudo en la garganta.

Mi papá y mi hermano dijeron que sí.

Bajaron las escaleras y mi mamá en dirección a la cocina, sumida en un llanto que controlaba empezó a preparar tostadas, como cada mañana familiar, mi papá y mi hermano prendían la tele y se sentaban en la mesa a esperar, mi mamá preparaba el café que tanto me gustaba, mi papá se paró para ayudar a mi madre, a poner los platos y... al sentarse se dieron cuenta que habían puesto 4 tazas y 4 platos.

—Oh... otra vez— Decía mi papá parándose y acercándose a recogerlos

—No... déjalos ahí...— mi mamá le pidió aun notando una voz quebrada.

—Vale, ahí estarán— Mi papá se sentó y agradeció por los alimentos como siempre hacían.

—Pero papá... hoy no te toca...— Dijo Mi hermanito. — Hoy le tocaba a ... mi hermanito—

—Si, hijito, pero, como está de viaje, lo haré yo. — Dijo mi papá cerrando los ojos.

Mi papá como un creyente sano en Dios, pidió por la familia, agradeció los alimentos y la vida... pero por primera vez en su vida, reprochó la falta de su hijo en casa, cuestionó el porqué de mi falta y el porqué de el llanto, que era lo que él quería en realidad. Aguantando el llanto mi papá decidió terminar y ponerse a comer. ¿Veían la televisión con programas cómicos familiares, riendo poco... estando apagados, normalmente había malos chistes en esos programas y yo solía interrumpir y hacer un chiste sobre ello, casi nunca se reían o me molestaban por ello, pero la falta de ello, era un vacío en la habitación... no hablaban, solo comían, tomaban y suspiraban, estaban muy afligidos, trataban de despejar su mente, pero no podían, como lo harían? Que un padre olvide simplemente lo que su hijo hacía es imposible, ellos sentían muerta la casa... faltaba ese algo que les hiciera reír o enojar, sentían incompleto el desayuno.

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