El Diario de las Tierras Altas

Capítulo 6: La habitación Carmesí

Estaba sentado en una silla muy elegante, decorada con filos de oro y forrada con lino de rojo sangre. Frente a mí estaba un escritorio muy antiguo pero bien conservado, sobre él descansaba una caja rodeada de un halo misterioso con un cerrojo muy peculiar. La cabeza me daba vueltas y pude notar las hermosas paredes coloreadas de un carmesí brillante. Parecía salido de un cuento de fantasía. Las paredes estaban tan alto que no se podía divisar el techo y frente a mis ojos estaba aquel extraño anciano que se veía tan apacible en la banca de la ciudad gris.

            Aquel hombre tan extraño me mostró un mazo de cartas que tenían impresas una máscara en su reverso, este las barajó y colocó cinco alrededor de la caja que descansaba sobre el escritorio. Apuntó con el dedo a una de ellas y le dio vuelta sin tocarla. –EL LOCO, arcana 0- me dijo con una voz ronca pero firme. -Representa la carencia de sentido común, una potencial fuerza de voluntad y el espíritu en busca de la experiencia. EL CARRO, arcana 5, victoria, superación de obstáculos, esperanza, conquista y viaje- Maravillado con lo que estaba pasando, miré al anciano que continuó con su singular proceso astral de volteo con las tres cartas restantes. –EL DIABLO, arcana 15, destino (bueno o malo), poder de seducción, tentación y estado mental confuso. LA LUNA, arcana 18, camino difícil y oscuro, desarrollo de poderes psíquicos y experimentación. EL JUICIO, arcana 20, cambio radical, voluntad para iniciar algo nuevo y control sobre la familia.

            ¡Perfecto! Como si no bastará ya con la desaparición de mis padres, ahora tengo que lidiar con un loco que al parecer sabe que estoy haciendo y que voy a hacer. A todo esto. ¿Quién es este sujeto? ¿Por qué pretende saber en qué me hallo, y de esta extraña forma?

            Al preguntar su nombre, respondió a Riogi. Misterioso pero convincente. Mis dudas eran varias, pero antes de sacar una palabra de mi boca, interrumpió intempestivamente. Tocó mi frente con su delgado y largo dedo dejándome en un trance brutal. Allí pude observar a gente luchando como en la guerra por el control de Argonia, pero parecía una época diferente con armas más avanzadas blandidas por hombres vestidos de metal. Veía fugazmente como los hombres caían uno a uno mientras una silueta se paseaba por los campos de batalla. Parecía ser que se postraban ante él como si fuera un superior o una autoridad. Todo era confuso ¿Qué significaba todo eso? Desperté y Riogi con mirada satisfecha bajó la mirada hacia la caja y abrió el cerrojo de la misma forma que volteó las cartas. Sin tocarlo.

            Dentro estaba una llave y lo que parecía un amuleto. Riogi hizo claras señales de que los guardara. Lo miré extrañado y exigí respuestas. Riogi simplemente me dijo –Se llama Uroboros, él te protegerá. ¿Protegerme? ¿De qué? ¡No! Todavía tengo más preguntas.

            No pude hacer nada. Al instante en que Riogi terminó de hablar yo ya me encontraba fuera. Sentado en la banca de la ciudad gris con la cabeza retumbándome a mil ¿Qué está pasando? ¿Acaso la locura invadió mi ser? Agaché la cabeza, y vi como el amuleto cayó templado de mi cuello. No fue un sueño y sin duda guardaría el amuleto, pero ¿de qué quieres protegerme? Lo miré por unos segundos. Luego noté un pequeño símbolo que parecía una cría panda, mi animal favorito. Eso sin duda me sacó una sonrisa. Metí a Uroboros dentro del gigante trozo de tela que barría el suelo y me levanté. Con más preguntas que respuestas.

            Necesitaba un trago, así que busqué una taberna o algo parecido para beber. Pude divisar una no muy lejos de donde me encontraba. Corrí hacia ella y entré sin escrúpulos. Para ser una taberna de una ciudad triste, estaba completamente vacía, se hallaba solamente un solitario señor que parecía ser el dueño del lugar. Sin duda se sorprendería al verme, un joven de unos 17 años entrando a un lugar para almas en pena. – ¿Qué le sirvo? Me dijo en tono grosero. No podía ver su rostro ya que estaba tapado, únicamente pude ver su... ¡enorme nariz! ¡Oh no! ¡Era Riogi!