-Un vaso de ginebra por favor-
Dije en tono temeroso y ronco
A lo que el respondió. -¿No eres muy joven para esto aventurero?-
¿Acaso era una rara coincidencia? Este hombre parecía acosador. Verlo sentado allí me revolvió el estómago, tenía la apariencia de un octogenario senil y daba miedo. Aquella vez que lo vi en el cuarto carmesí parecía muy agradable, aquí parecía más desgastado, triste y apagado. Tal como lo vi sentado aquella vez en la banca de las calles de Greyland. Y sí, era muy chico para beber.
-Te conozco-
-¿Me conoces? Mejor pregúntate si tú te conoces-
-Yo me conozco bien, vivo en la colina junto a mis padres que de momento están extraviados, de casualidad ¿los has visto? Edad promedio 58 años aspecto campesino, ropaje viejo, cabellera blanca como nevada y ojos color café, mi padre tiene la nariz larga, pero no tanto como la tuya y mi madre unos labios carnosos muy sensuales-
-Joven aventurero, no he visto a tus padres, más importante aún no tienes idea de quien eres o quien fuiste. Ese amuleto que guardas en tu poncho te dará las respuestas que necesitas. No soy la persona correcta para contarte de tu pasado. Olvidé advertirte que este viaje revelará más que el misterio de la desaparición de tus padres. Sabrás quien eres, quien fuiste y quien serás. Hasta pronto!-
Riogi desapareció en la oscuridad ¿Será acaso esa la razón de este viaje? La incógnita más grande hasta ahora eran mis padres, su desaparición podría tener conexión con lo que Riogi hablaba sobre conocer mi pasado. ¿De qué habla? No recuerdo haber sido más que un campesino toda mi vida, me quedaba la duda de saber si pasó algo antes de que naciera.
No podía esperar más, este pueblo ya no podía darme más respuestas, debía continuar mi viaje.
Uroboros comenzó a quemar dentro de mi poncho, ardía tanto que lo arranqué de mi pecho y bruscamente lo lancé al suelo ¡Allí comenzó a flotar! perplejo por el extraño fenómeno, me quedé paralizado viendo como levitaba y daba vueltas. De él se podía escuchar una voz que decía -Yo soy tú y tú eres yo!- Era como un susurro tétrico que parecía escucharse solo en mi cabeza.
Intempestivamente salió disparado hacia fuera del bar dejando una brisa hipnótica que me obligó a seguirlo, Uroboros continuaba susurrando -Yo soy tú y tú eres yo- Lo seguí por un largo camino empedrado que parecía no tener fin, dio la vuelta en la esquina de una panadería y se dirigió hacia un callejón oscuro que me cegó por completo, al ver la luz al final del túnel me encontraba frente a unos enormes barrotes de hierro. Era el cementerio de Greyland, gris, tenebroso y lleno de neblina.
Uroboros se podía divisar a lo lejos, posado en algo que parecía los restos de una lápida, me acerqué sin temor a nada y al estar cara a cara con el amuleto una luz brillante cayó del cielo iluminando todo el cementerio, la luz fugaz se volvía tenue hasta dejar un pequeño rayo que alumbraba a Uroboros nada más, debajo de él se hallaba aquella lápida, restaurada ¡como nueva! La inscripción me hizo pegar un grito desgarrador, estaba mi nombre escrito en ella.
-Yo soy tú y tú eres yo- continuaba susurrando Uroboros.
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El Diario de las Tierras Altas
AdventureAlguna vez se preguntaron por qué están en este mundo? ¿Por qué nacieron hombre o mujer? ¿Por qué viven donde viven? Todo esto y más será desentrañado en esta historia. La sensación que causará esta historia en ustedes será subliminal. Nadie sabe lo...