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Zhongli despertó desorientado, su cabeza mantenía un ligero mareo y sentía una pequeña molestia en sus caderas, como si hubieran hecho algún esfuerzo extra en la noche, era una sensación de desgaste a la que no podía acostumbrarse; y lo que no había querido notar, el calor de otro cuerpo a sus espaldas.

¿Cuándo fue la última vez que durmió junto a alguien antes de Childe? Ni siquiera podía recordarlo.

Permaneció quieto por unos segundos, tratando de trazar un curso de acción razonable; porque, a pesar de los ya numerosos encuentros que habían tenido a lo largo del mes, Zhongli seguía sin saber muy bien cómo actuar. ¿Debía huir? ¿Debía despertarlo? ¿Debía prepararle el desayuno? Pero no fue lo suficientemente valiente como para actuar hasta que el sol comenzó a golpear su rostro.

Volteó frunciendo el ceño, sus pensamientos le incomodaban tanto como la luz en su rostro y el mareo en su cabeza.

Y ahí estaba, Childe se encontraba dándole la espalda con el torso descubierto. Los rayos solares bañando su espalda, delineando cada músculo mantuvieron a Zhongli cautivado por unos segundos interminables. Su mano se dirigió timidamente hacia la piel desnuda del menor, rozando con las yemas de sus dedos suavemente.

Deseaba poder escribir su nombre en ella, deseaba dejar de sentirse como un invasor en esa cama.

Deseaba que Childe le perteneciera.

Alejo su mano cuando sintió al pelirrojo removiéndose. Permaneció completamente quieto, no se atrevió a respirar siquiera cuando este se giró.

Sus ojos se encontraron con los ajenos y Zhongli sintió que estaba presenciando la mejor de las vistas cuando el rostro del más joven le dedicó una sonrisa somnolienta.

El sol ahora golpeaba el rostro de Childe, delineando cada una de sus facciones de la forma más delicada.

—Buenos días, Zhongli. —sonó finalmente la voz de Childe, sentándose sobre la cama para estirarse un poco.

El arconte no respondió, permaneció mirando fijamente al heraldo. Años y años de vida, de experiencia, de batallas, no lo habían preparado para enfrentar la batalla más dura y catastrófica de todas: saludar a Childe por las mañanas.

El menor, como siempre, ni siquiera lo notó y se agachó para recoger su pantalón y ponérselo rápidamente, caminando hacia el baño.

—Hoy tengo una reunión, sal cuando quieras. Hay mora sobre el comedor por si quieres comprar algo para desayunar.

Cuando la puerta se cerró, Zhongli finalmente sintió que el aire regresaba a sus pulmones. Se giró sobre la cama, enterrando el rostro entre las almohadas. Se sentía increíblemente culpable y avergonzado de sí mismo, ese sentimiento de estar haciendo algo ilícito no se alejaba de él desde la primera noche.

Siempre se había mantenido ajeno a las emociones humanas y ahora que las experimentaba sentía que su vida era mejor antes de ellas. Sobrepensar le estaba afectando, eran demasiadas las ideas que pasaban por su cabeza y todas tomadas de las novelas y los relatos que había escuchado de parte de toda clase de humanos.

Y es que, ahora era cuando Zhongli se preguntaba si Childe volvería a acudir a él cuando Lumine volviera.

Realmente, era razonable para él preguntarse eso, es decir, la pareja llevaba casi tres meses alejada sin contacto alguno y la última vez que se vieron tuvieron la peor discusión que el arconte había presenciado, ¿siquiera seguían siendo pareja?

En la mente de Zhongli, Childe lucía mucho más animado desde la primera noche que compartieron juntos, el castaño podría jurar por su tierra que las sonrisas del heraldo habían recuperado su brillo desde entonces.

Tal vez era posible, tal vez no era algo tan descabellado.

Tal vez no solo era algo en su mente.

Zhongli realmente pensaba que tenía a Childe.

August [Tartali]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora