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Un aroma a huevo estrellado y tocino fue lo que sacó a Zhongli de la cama por la mañana. Apenas se puso el pantalón, emprendió camino hacia la cocina, su confusión era bien fundamentada.

¿Desde cuándo Childe le preparaba el desayuno? En el mes que llevaban durmiendo juntos, el heraldo apenas y había cruzado un par de palabras con él por las mañanas, pues generalmente salía temprano a trabajar y no se molestaba en compartir un momento siquiera con Zhongli.

El castaño se recargó en el umbral de la cocina, sintiendo una calidez extraña en su pecho al ver a Childe tan concentrado en la sartén.

Realmente estaba sintiéndose especial para él.

—Buenos días, Childe. —saludó el mayor, llamando inmediatamente su atención, acercándosele con cautela.— ¿A qué se debe el honor?

La presencia repentina de Zhongli había tomado al pelirrojo desprevenido, él realmente esperaba poder terminar de cocinar antes de que se levantara.

—Ah, ¿de qué hablas, Zhongli? Siempre es un buen día para cocinarle a mi más íntimo amigo en Liyue.

Amigo, claro.

¿Ésta era su forma de trazar la raya?

—Y te lo agradezco sinceramente, permíteme arreglar la mesa. —respondió rápidamente Zhongli, pues quería dar una respuesta antes de que la mueca en su rostro fuera más evidente.

Manteles.

¿Por qué le costaba tanto a Childe admitir que eran algo más? Realmente no había sentido en tratar de ocultarlo.

Platos.

Un amigo no llega a tu lugar de trabajo para tener sexo en tu oficina y llevarte a cenar, dios.

Cubiertos.

Un amigo tampoco reserva todo un restaurante solo para que puedan tener una cita en privado.

Servilletas.

Realmente, ¿qué clase de amigo va a recogerte en un día lluvioso al trabajo solo porque cree que no llevas paraguas?

Vasos.

Los amigos no salen en mitad de la noche solo para ver las estrellas en el mar y darse las manos.

Existen cosas demasiado reales que los amigos no hacen juntos.

Con la comida servida, Zhongli no atinó a más que tomar asiento y comer lentamente, limitándose a responder a las preguntas de Childe o a asentir ante sus comentarios.

No fue sino hasta que el fatui tomó su mano, que conectó su mirada con la ajena.

Los más bellos ojos azules que había visto alguna vez le dedicaban la mirada más apenada del mundo, pero el pequeño atisbo de sonrisa en aquellas comisuras no desaparecía.

—Zhongli, ya no puedes pasar más noches en mi casa.

El principio del fin.

—¿Childe? —la voz del arconte sonó tan dubitativa que el heraldo no tuvo más remedio que tratar de explicar lo que ya era más que obvio.

—Lumine regresa hoy, Zhongli. —la voz del más joven podía denotar algo de... ¿culpa? ¿Temor?

Y Zhongli sabía que ningún sentimiento era por él, pero si su amor de verano terminaría, necesitaba escucharlo claramente.

Su corazón lo necesitaba.

—¿Y nosotros...?

—¿Nosotros? Oh, no... —aquellos preciosos ojos azules le miraban con sorpresa e incluso algo de inocencia. Childe parecía realmente sorprendido por su pregunta; pero rápidamente recuperó su sonrisa junto a la mirada apenada que le había dado la primera vez.— No me malentiendas, solo fue una cosa de verano.

Una cosa de verano.

Un amor de verano.

Era increíble cómo la percepción de ambos difería tanto.

Y aquella sonrisa que le dedicaba Childe agregaba insulto a la herida.

Una simple palabra podía cambiar todo un sentimiento.

En esos momentos, Zhongli podía ver a aquel "nosotros" que tanto anhelaba perdido en sus recuerdos.

Aquel "nosotros" solo existiría ahí.

Porque Childe nunca fue suyo.

August [Tartali]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora