Entreprises Blanchett. IV

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Capítulo 4

Entreprises Blanchett

Camino rápido, casi trotando para llegar a tiempo a mi trabajo. Miro el reloj en mi muñeca y suelto una maldición en voz baja al ver la hora. Voy 7 minutos tarde, diviso el bar y a Pierre en la entrada, me apresuro a llegar. No suelo ser impuntual, odio la impuntualidad.

—Hola —saludo levemente agitada—, lo siento, mi despertador no sonó y no encontraba mi...

Hace una seña con las manos diciendo tranquila, quizá por mi tono agitado y rápido.

—Entra ya —ordena—, Martin aun no llega, aviso que vendrá más tarde. Tienes suerte.

Suelto un suspiro de alivio. Pierre abre la puerta y se hace a un lado para que pueda pasar. Entro y rápidamente me dirijo a los vestidores.

Me saco el jersey y los jeans, quedando en ropa interior, pero no me preocupo, pues nadie puede entrar. Agarro mi camisa del uniforme y empiezo a abotonarla, seguido de eso, coloco mi falda, saco el mandil de al final del casillero y empiezo a buscar las tiritas para amarrarlo a mi cintura, pero este se voltea vaciando el contenido de sus dos bolsas, o sea un lapicero una hoja arrugada y una tarjeta...

La tarjeta, la había olvidado, me agacho y la tomo entre mis dedos viendo el número que tiene impreso, un logo que básicamente son unas letras EB rodeadas de unos edificios, debajo de las letras lleva Entreprises Blanchett con una caligrafía formal, pero elegante...

La guardo rápidamente en el casillero cuando alguien toca la puerta.

—¿Ya, Camille? —preguntan al otro lado—, Llevas más de 5 minutos ahí, ¿está todo bien?

—Si —respondo rápido—, todo bien, ya voy... solo un segundo más y salgo.

—Ok, solo un segundo. Te veo afuera.

Levanto el mandil del piso y me lo coloco torpemente, saco la tarjeta y la pongo en una de sus bolsas.

Salgo y encuentro a Pierre recargado en la barra con los brazos cruzados. Me coloco frente a él esperando un regaño por su parte, pero no, me dedico una mirada que no supe describir antes de hablar.

—No te pondré retado, ni nada —suspire aliviada, pero se apresuró a hablar—. Va a ser la primera y última vez que lo dejo pasar.

—Si, gracias.

—Bien. Puedes empezar con tus tareas.

Hago lo que me dice.

◦◦◦

Suspiro con cansancio, no pensé que el día de hoy fuera tan pesado. Deshago el moño del mandil y recargo mi cabeza en una pared.

Empieza a bajar la temperatura y meto mis manos en las bolsas del mandil aun si quitarlo. De nueva cuenta, siento la tarjeta entre mis dedos.

¿Debería...?

No.

Elimino el pensamiento, no debería considerarlo.

Quizás un poco...

La saco y la miro desde mi altura, quizá si debería, el chico dijo que podría llamar si quería algún trabajo extra...

O eso creo, ¿ok?, no estoy segura.

Antes de dar un paso, la puerta del bar se vuelve a abrir, dando paso a Peter, —mi vecino— con una chica que desconozco. Formo una o al imaginar que podría tratarse de su novia.

celeste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora