Karaoke. VI

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Capítulo 6

Karaoke.

Hoy si había llegado a tiempo al bar, Pierre estaba haciendo sus tareas de siempre, es decir, estaba limpiando y secando los vasos, creo que estaba a punto de terminar, porque ya no había tantos vasos en la barra.

Al escuchar el tintineo de la puerta, volteo la cabeza y me vio por el otro lado de la barra. Me saludo con asentimiento de cabeza. Yo hice lo mismo.

Detalle cada parte del local.

La puerta de la entrada hecha de madera. La barra en L en donde trabaja Pierre, en esta puedes ver la entrada y en interior del bar. La pequeña —no tan pequeña— sala de juego donde trabaja Sam. Las mesas de madera clara... La barra de caja, donde se cobra todo... La barra de la cocina...

Tampoco es que me haga sentir nostalgia pensar en eso, que me iré, al contrario, me siento feliz porque ya no tendré que soportar la imbecilidad de Martin.

Por otro lado, esta Pierre, que, de todos los trabajadores del lugar, es con el que mantengo una mejor relación, con los otros casi no dirijo palabra, a menos que sea necesario.

Entro al baño para colocarme el uniforme y pienso en que excusa decir para conseguir el permiso para faltar estos tres días.

Carajo.

Escucho el crujir de la tela del pantalón, me lo termino de poner y suelto un gruñido de frustración por el orificio que tiene... en la parte baja de mi culo.

Abro la puerta y...

—¡Pierre! —le llamo, —¡¿podrías venir un momento?!

Espero me haya escuchado...

—¿Qué pasa? —preguntó confundido.

Aún estoy asomada, tengo la puerta entre mis dedos y mi cabeza es lo único a la vista.

—Emmm... —mis mejillas se tiñen de rojo—, tengo un pequeño... problemita, je, je...

—¿Problemita? —inquiere con una ceja enarcada.

Carraspeo sin saber cómo decir las palabras correctas. No puedo soltar un Veras, tengo un... culo no tan pequeño, aunque yo pensaba que sí, pero el pantalón me demostró que no es así... No me atrevería a decir algo así.

El sigue con la misma mueca de confusión, esperando una respuesta mientras que yo solo sonrió nerviosamente.

—Ehhhh... el pantalón... —frunzo los labios.

Ahg, que pena...

Levanta ambas cejas en señal de que siga hablando, pero al no ver intenciones de hacerlo la pregunta.

—¿El pantalón qué? ¿esta sucio...? ¿no te queda...?

—Se rompió —suelto sin dejarlo continuar.

—¿De dónde? ¿Es algo mínimo?

—Yo no diría mínimo... Solo... necesito otra prenda.

Suplico con la mirada y el acepta.

—Vere si hay uno de repuesto... o quizá puedes usar la fald...

—¡No! —niego—. La falda no...

—Solo es si no hay otra opción, Camille.

No puedo replicar nada ya que se marchó. El trapo que tenía en su mano lo puso en su hombro.

Había cambiado la falda porque era muy incómoda. Cada que alguien abría la puerta principal esta se levantaba por el viento que se colaba. También decidí cambiarla por un pantalón porque la mayoría de los hombres fingía tirar algún objeto y al agacharse miraba debajo de ella, incluso unos tenían el descaro de soltar una nalgada en mis glúteos.

celeste ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora