Herencia [D. L.]

Capítulo 9: El Edén.

Al día siguiente, Subaru se encontraba sola bebiendo café en el comedor principal. La mansión seguía igual de silenciosa a como la recordaba. Sintió una ligera paz acompañada de la nostalgia hasta que sus hermanos aparecieron arruinando el armonioso estar.

—Hora de irnos —sentenció Reiji.

—Eh~ ¿tan temprano? ¿a dónde iremos?—se quejó Ayato.

—¿Acaso lo olvidaste, Ayato-kun? Se nota que te estás volviendo viejo, nfu~ —se burló Laito.

—Laito... ¡maldito!

—No tenemos tiempo para esto, ruidosos —murmuró Shu con cierto desden.

—¡Todos tranquilícense! —exclamó molestó Reiji.

Solo Subaru y Kanato estaban tranquilos, la primera porque no tenía el más mínimaño interés en la discusión y el segundo estaba demasiado adormilado como para prestar atención a su alrededor. Y para "mejorar" la situación,  Kino hizo una entrada llamativa empujando ambas puertas del comedor.

—¡Hola, queridos hermanos!

—Kino... —murmuró con disgusto Ayato—, ¿qué haces tú aquí?

—Que malo eres, Ayato. Es obvio que voy con ustedes, ¿acaso olvidas que yo también soy hijo de Karlheiz? ¿será que te volviste más idiota con el tiempo?

—¡Maldito, me las pagarás!

—¡¡Suficiente!! —exclamó Reiji—. No tenemos tiempo para peleas inútiles, se nos hace tarde.

—¿A dónde iremos, Reiji? —preguntó Laito con interés.

—Al Edén —respondió vagamente Shu mientras Reiji suspiraba con pesar acomodando sus lentes.

—Así es, según los sirvientes de padre, su testamento se encuentra ahí, custodiado por los Mukami.

—Oye, oye, ¿eso no significa que ellos ya saben el contenido? podrían incluso modificar a su favor. ¿En qué estaban pensado al dejárselo a ellos? —interrumpió Ayato.

—No tienes que preocuparte por eso, Ayato, padre había preparado de antemano un cofre especial para su testamento y una de las condiciones para poder abrirlo es la sangre de su descendencia.

—Tan molesto como siempre. En fin, vayamos de una vez.

—Sí, ya me estoy cansado de esperar —se quejó Kanato levantándose de su asiento.

Subaru siguió su ejemplo y se dispuso a acompañar a los demás. Sin más, los seis Sakamaki y Kino saliendo de la mansión en dirección a la limusina que los llevaría al Edén.

[Continuará]