Lucas 22:21

215 41 33
                                    

"Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa"

Lucas 22:21 

Lucas 22:21 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

800 a. C.

Por aquella época, se podía decir que Israel era un Estado de gran poder, la cuna de un modo de vivir influenciado por un sistema religioso que afectaría a la humanidad durante miles de años. Allí estaban sus profetas, allí estaban sus creyentes, allí ocurrían algunos de los sucesos más importantes que serían pregonados por la Iglesia incluso mucho tiempo después de la muerte de los involucrados.

Y Jezabel era la reina de Israel. Una de las mejores hasta entonces, sólo que el pueblo no estuvo listo para ella.

Jezabel quería poner la educación al servicio de cada israelita, permitir a las personas conocer y decidir su religión y que se considerase a las mujeres del pueblo igual de importantes que a los hombres de su nivel socioeconómico. Por esto la llamaban "soberbia", "manipuladora" que influenciaba al rey de Israel, su esposo, para que cambiase las leyes y la forma de vivir de su pueblo y de "hábitos extravagantes".

Uno de estos "hábitos extravagantes" que tanto criticaban era que estuviese sentada en el trono, con los pies descalzos balanceándose en el aire, un conjunto de pergaminos unidos entre sí abierto en el regazo y cepillándose el cabello sin cuidado, a medida que hablaba con el hombre sentado en el reposabrazos del asiento. Sus sirvientes no sabían si horrorizarse más por el "exhibicionismo" de los pies y tobillos expuestos, la "falta de decencia" de su actitud o la "promiscuidad" de estar tan cerca de un hombre que no era su esposo ni su familiar, pero cada ser humano en ese cuarto los veía con profunda alarma y una expresión que gritaba que la consideraban una sinvergüenza y no entendían cómo el rey no los ejecutaba a ambos.

—...así que estaba pensando en lo injusto que es que quienes pertenecen a otra religión deban salir de Israel para visitar uno de sus templos —Era lo que le explicaba Jezabel a Bel—, ¿cómo podemos decir que tratamos a nuestro pueblo como iguales si les digo que las creencias de uno están bien y las del otro no?

Bel asentía a lo que le decía.

—La mayoría de las reinas no se preocupan mucho por una minoría religiosa en su país, Jezabel.

Ella bufó. A una sirvienta que estaba cerca se le escapó el nombre de Dios ante tal falta de decencia en su comportamiento.

—Yo no quiero ser como las demás reinas —Jezabel giró el cuerpo hacia él y apoyó sus brazos en una de las piernas de Bel, mientras él tomaba el cepillo que le tendió y la ayudaba a terminar su tocado—. Este poder que recibí es enorme, Bel. Las personas poderosas tienen que hacer cambios y esos cambios tienen que ser buenos para la gente.

Bel asintió de nuevo y le regresó el cepillo al terminar de ayudarla. Ella lo utilizó de marcapáginas en su libro improvisado y lo cerró. Sus sirvientes todavía se aterraban por la idea de tener una reina que disfrutaba leer como pasatiempo. Y no sólo poesía y extractos religiosos, leía "cosas serias" también, ¡una sirvienta de la cocina decía que hasta la vio leer documentos oficiales del rey!

Pereza (Pecados #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora