Lucas 9:35

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"Este es mi hijo amado; escuchadle"

Lucas 9:35

En el presente

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En el presente

Bel parpadeó a través de las lágrimas antes de poder identificar el techo sobre su cabeza. Había despertado en una cama en que apenas cabía y dos cabecitas se inclinaban sobre él con expresiones curiosas.

—Hola, Bel —saludó la niña.

Él se frotó el rostro sin cuidado y se apoyó sobre los codos para alzarse.

—¿Ya te despertaste? —preguntó el niño, que era menor que su compañera y estaba a punto de subirse a horcajadas sobre Bel para jalarle las mejillas.

—Sí, ya estoy despierto —Bel asintió.

—¿Bien despierto? —insistió el niño—. Porque Jordi dice que a veces no estás bien despierto...

—¿Es verdad que te puedes dormir cuando vas al baño? —indagó la pequeña, adoptando un tono más confidencial.

Una sola vez se había colapsado en el baño. Se sentó junto a la puerta a esperar calmarse, y como no conseguía recuperarse, tuvo que pedirle a su asistente de ese entonces que entrase.

Los humanos podían tener vidas cortas, pero no se olvidaban de las cosas tan rápido como le habría gustado. Tal historia podía trasmitirse dos generaciones y todavía habría criaturas humanas pequeñas preguntándole al respecto cuando pasaba por allá.

—Si me sigues molestando —le "advirtió" Bel, atrapando la nariz de la niña entre sus dedos índice y medio—, me voy a aparecer en tus sueños a hacerte cosquillas hasta que te hagas encima.

La niña ahogó un grito y se apartó, cubriéndose la nariz y riendo. Sacudió la cabeza.

—¡No hagas eso!

—Si te portas bien, no lo hago —repuso Bel, cruzándose de brazos.

Ella soltó otro grito y echó a correr fuera del cuarto, llamando a su cuidadora. El niño, en cambio, tenía la nariz cubierta por ambas manos como si hubiese jalado de la suya también y lo observaba con cierta indecisión.

Bel le hizo un gesto con el índice para pedirle que se aproximase.

—¿Jordi está aquí?

El pequeño asintió, sin destaparse la nariz. Bel sólo se puso de pie, y al pasarle por un lado, le pellizcó la mejilla sin fuerza. El niño se quejó como si hubiese sido "engañado" porque el "ataque" vino en otra dirección.

La habitación en que se encontraba era estrecha, luminosa y repleta de vinilos antiguos, afiches y todo tipo de imágenes o dibujos de criaturas y personajes en las paredes, techo y los bordes de las tres literas alineadas con apenas el espacio suficiente entre sí para que alguien pudiese subir y bajar por las escaleras colgantes del costado.

Pereza (Pecados #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora