CAPITILO VII : Te lo pido...

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EN EGIPTO
Sayeste se despieta en medio de la noche, Gulnar dormía en otra tienda por lo que ve la oportunidad de escapar mientras todos duermen para poder escapar. Sin hacer mucho ruido, se levanta y camina hacia afuera de la tienda en la que se encontraba y se escabuye sin que los soldados cerca de la misma la noten. Ya casi faltaba poco para salir cuando al acercarse la entrada sin querer asusta a uno de los caballos, y ese mismo a su vez a otros, haciendo que los saldados se percaten. Ella intenta huir pero es alcanzada.
- ¡Suéltenme! – dijo defendiendose con las manos, provocando que uno de los soldados la abofeteara para luego entrar en enojo, reflejado en su mirada sin resistirse mas. Tanto pasaba la rabia en su sangre que en un intento mas escupe al soldado en la cara, haciendo que este reaccione.

-Puta esclava. - levantando su mano para golpearla. Al hacerlo, su labio y su mejilla retratan el golpe, ella ya no sentía tener las fuerzas para defenderse.

Fue llevada a la fuerza ante Gulnar Hatun quien desepcionada le pide levantar el rostro.
- Te di la mano, y tu querias escapar…

- Señora...

-ya te había dicho, que si obedecias podrias volver.

- Solo quiero regresar, no pido mucho.

- No puedes regresar ahora, mi hermano por alguna razon no deja que te vayas. El decidirá tu destino.

- Usted fue quien me eligió, usted puede hacerlo.

- No, no puedo pasar por encima de el sultán. Volverá pronto, si sabe que intentaste escarpar…

- ¿Para que me quiere aqui? ¿Que puede obtener de mi? – interrumpio ella. – ¿acaso me utilizará para sobornar a Baldwin? – no me pienso quedar aquí por mas tiempo.

- Sólo lograras que te maten.

- Si no salgo de aquí, prenderé en fuego todo el lugar y me suicidaré.

- Si lo haces concidera ese tu ultima acción.

- ¿porqué sucumbe a la crueldad? ¿ah?

Gulnar se levanta frente a ella diciendo: - Si eres inteligente, saldrás de aquí cuanto antes, si es tu deseo, sabes a quien debes dirigirte…

Sayeste procesó su palabras, por un lado aceptó que si quería salir, debía convencer al sultan.

Al día siguiente por la mañana el sultán ya había vuelto de su viaje. Todos esperaban su llegada para recibirlo con honores.  Sayeste al oir de su llegada se encontraba molesta, su simple presencia o la mencion de su nombre le era irritante.

A las horas haberse establecido en su tienda, Sayeste colocaba carne sobre su mejilla, pues del golpe por aquel soldado había dejado rojez.

-¡Tu! Levántate, llevarás la vestimenta del sultán a sus aposentos.

-¿yo? ¿Por qué yo? – dice Sayeste.

-Así lo quiere el sultán, mas vale no pongas oposiciones y has lo que se te ordena.

-Yo no soy esclava de tu sultán, haslo tu.

-Aquí eres como todas las demás, cuando venga tu rey y reclame su presencia entonces podrás irte. - dijo con sarcasmo. - Esta es una peticion del sultán mismo, así el lo desea, muevete.

-Pues dile al sultán que no iré, que busque su ropa él mismo.

-¿Quién te has creído, malcriada? – dice la mujer apretando su mandíbula.

-¿Qué haces? ¡suéltame!

-Irás. Tóma. Y cuando llegues a él te inclinas. – la levanta bruscamente del suelo y la hala por el brazo – ¡ve!

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