CAPÍTULO X : Dolor

598 35 1
                                    

Sanavber tiene a Sarille delante de ella. Postra su fuerte mirada como si emanara poder.

-¿querías verme? - preguntó Sarille
Sanavber llevó su mirada hacia un lado, indignada de no ser tratada como debía ser.

-Veo que aun no reconoces mi lugar. Te lo recordaré, tienes delante de ti a la esposa del rey, y, por ende, tu reina, Sarille.

-Que quería de mi...Mi reina. - dijo con sarcasmo.

-Aun sigues acercándote al rey, y al parecer aun me ves como una amenza ¿o me equivoco?

-El rey de quien habla es mi amigo desde que tengo memoria. ¿de verdad espera que me aleje?

-Mi problema son tus intenciones.

-Pues no debe preocuparse, el rey me propuso casarme y yo lo pensaré.

-¿Qué se supone que debes pensar?

-Eso no es...mas que mera decisión, "majestad" tomaré el tiempo que necesite.

-Intentaste una vez culparme...nunca te hice daño. ¿Por qué lo hiciste?

-Usted, desde que llegó cambio no solo la vida del pueblo de Jerusalén, sino la mía. - dijo enojada con lagrimas en los ojos. - El que sea reina no cambia nada, usted no pertenece aquí ¿no lo ve?

-Sientes algo por el ¿no es cierto? Y no mientas, es algo que a simple vista se ve, ese es tu rencor.

-¿Sabe algo? - dijo melancólica con una sonrisa forzada. - Cuando éramos niños, recuerdo que el castillo se sentía tan vacío, mi padre me traía y me descuidaban mantenía siempre la apariencia con los demás miembros. Y solo lo tenia a él. Era el niño más hermoso de todo el castillo. Era el amigo que tenia y que nunca me hizo sentir menos a pesar de ser un príncipe... hasta que llegaste, y todo cambió, me lo arrebataste. ¿Rencor? Me dice...

-El no te corresponde. - dijo Sanavber con tristeza al escucharla. - Sarille, no hice lo que hice por querer lastimarte. Amo a nuestro rey, lo amo...

- Es por eso que quería deshacerme de ti. Ahora eres reina, creo que fallé. Pero sabes, todos lo hacemos, y aun que quieras impedirlo, algún día tú también Fallarás.

Sanavber quedó sin palabras, pero tampoco se atrevió a decirle nada, porque podía ver un alma quebrantada en ella, así que solo dejó que se marchase.

EN EGIPTO

Había un soldado kurdu, específicamente el mismo que había abofeteado a Sayeste, ñu nombre era Afaz. Estaba herrando una espada, cuando le pide un vaso de agua a una de las criadas. La mujer se acerca con una bandeja de plata cargando el vaso, cuando ésta accidentalmente con su vestido deja caer cera caliente sobre los zapatos del hombre. Este reaccionó de muy mal modo, golpeándola con lijador caliente para hacerla caer al suelo.

-Inservible esclava. - le decía.

Sayeste inaudita, se levanta de donde estaba para enfrentar a aquel hombre.

-Déjala, fue un accidente, no la trates así. - dijo levantándola del suelo. - ¿estas bien?

-Y tú, no te metas, o me desquitaré también contigo. - el respondió el hombre a Sayeste.

-¿Qué me harás? ¿Crees que te temo? La hatun no te lo permitirá, si me tocas un pelo...

-¿Qué? ¿Qué harás mugrosa cristiana? - dijo dejándola con ojos de furia, pero sin decir una palabra. Estaba harta que la subestinaran. - duerme con un ojo abierto, y tu largo de vista antes que termine contigo. Mujeres, solo sirven para coger y nada más.

Sayeste se preparaba para golpearlo, con una herramienta que vio en el suelo, cuando la criada la detiene.

-¡por favor, no! Deténgase, la asesinaran si lo sigue.

LIMERENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora