CAPITULO XIV : Pies sobre la arena

1K 48 6
                                    

Sybila se encuentra acostada sobre las piernas de su madre, sus mirada estaba pérdida, no era difícil deducir que algo pasaba por su cabeza en aquel instante.

- ¿Quieres hablarlo? - dijo Inés acariciando su cabeza.

- mamá - se levanta devolviéndole la mirada. - ¿Crees que soy sificiente?

- pero...¿a que se debe esa pregutanta? - dijo sorprendida. - eres la mas bella que habita esta tierra. - sosteniendo su quijada.

-Creo que Guido me engaña. - expresó triste. - o quizá exagero y me hago ideas que no son. - compartió negándose a si misma aquel pensamiento.

-¿Quien podría? No se atrevería, no hay mujer que pueda opacarte. El sabe que no le conviene, ¿quieres que hable con él?

- No, déjalo, olvida que te dije eso. - compartió una sonrisa fingida, la cual por debajo se hacia notar su inquietud.

Inés se levanta y la toma delicadamente por los brazos.

-Tu puedes decidir lo que desees, sobre su vida si asi lo quieres, no interferiré en tu matrimonio.

-Majestades, - toca una sirvienta a la puerta.

-Adelante. - respondió Inés.

-Es mejor que vengan.

Al salir de la habitación y salir del pasillo hacia las barracas notaron a la gente inquieta y a otras murmurando cosas.

-¿Que sucede? - exclamó impactada Sibila.

Nathaniel quien se encontraba calmando la situación, no evitó fijarse en Inés. Sus ojos se vislumbraron a ver a una mujer de tal impotencia.

-Majestad. - exclamó acercándose hacia ellas.

-Habla Nathaniel, ¿que es esto?

-Uno de los soldados posiblemente involucrado en la desaparición de su sobrina se quitó la vida.

-¿Como? ¿Sayeste? ¿Que tiene que ver mi sobrina? ¿Donde está?

-Eso creo que se lo explicará el rey, por ahora no tengo mas información ni el permiso.

Inés y Sibila aun no comprendían la situación.

-Mejor regresen a sus habitaciones.

Inés sin mostrar ninguna emoción hacia aquel soldado de pelo blanquecino, tomó la falda de su vestido y se retiró junto a su hija, quedando Nathaniel pasmado en ella y su belleza.

EN EGIPTO

El sultán herraba una espada, cada golpe contenía mas fuerza. El sudor se deslizaba sobre su cuerpo fornido y pequeñas gotas caían de su cabello negro.

-Mi lord - exclama Imad preocupado. -¿acaso piensa declarar una guerra?

El sultán sesa, y con su brazo limpia el sudor de su frente

- Escribiré un mensaje, diles que lo lleven a Jerusalén. - dijo con misterio.

El sultán imaginaba a Sayeste, aquellos ojos, aquel aroma...Entonces llegó a el el recuerdo.

TIKRIT, MESOSPOTAMIA 1147

Salahadin tenía diecisiete años, veía a su padre Ismail, combatir con su oponente. Lo había de una manera tan brusca que el odio se veía en sus ojos. Comenzaba a susuzar mientras cambatía, no se entendía muy bien a excepción de la palabra "cristiano"
Ya estando el oponente en el suelo sin poder a mas, Ismail pone sus ojos en su hijo.

- Salahadin, ven a aquí. - lo llama a él.

Salahadin se levanta con recelo y obediente.

- ¿padre?

LIMERENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora