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Marco

Sentado en un sillón, observo atentamente a mi nuevo juguete, que estaba durmiendo plácidamente en mi cama.

Como si no estuviera secuestrada, es como si tuviera en el fondo una oscuridad como la mía, que hace que se sienta atraída hacia mi.

Y lo sé, la forma en la que me amenazó con la pistola, y no me tuvo miedo. Descubrí en ese momento que hay algo en ella, que le atrae la oscuridad. No solamente comparte conmigo el arte, si no, el mismo pensamiento.

Mis pensamientos son tormentas que arrasan con todo a su paso, dejando tras de sí un paisaje devastado, y en sus ojos, pude ver que está igual de jodida que yo.

Si no estuviera jodida, no me habría llamado, dibujando mis ojos en ese lienzo.

Ella me estaba llamando, sin saber que fui yo el primero en acecharla desde lejos, y vigilar cada paso que daba.

Sigo mirando cómo duerme, y no sé por qué lo hago. Ella no tiene nada que me atraiga, excepto su forma de actuar, se nota que es una chica fuerte y eso va a hacer que me divierta mucho más con ella.

Miro su cabello rojizo, cayendo en cascadas encima de la almohada, miro su cuerpo esbelto como un reloj de arena, miro sus pequeños pechos, miro sus caderas anchas qué me gustaría en estos momentos sujetarlos mientras me la follo como una buena puta.

Simplemente, la quiero como mi puta, que grite mi nombre y que me suplique que me entierre en ella, más fuerte y más fuerte, hasta dejarla inconsciente.

Como si me estuviera escuchando, abre sus ojos negros somnolinetos y cuando me ve, se despierta de golpe. Veo como se pone nerviosa con mi presencia, y con eso le guiño el ojo. Su cara se pone roja e intentó desviar su mirada hacia otro lugar que no sea yo.

Como se nota que mi nuevo juguete, es una mojigata que nunca tuvo ninguna interaccion con el sexo opuesto. Y eso me gusta, porque su dulce e inocente coño lo voy a probar solamente yo.

—¿Me...estabas mirando todo el tiempo?

—Ya te dije, que eres mi nuevo juguete. Si me da la gana verte cuando estés durmiendo, pues lo haré sin tu permiso.

Ella se tapó la cara con disgusto, o eso intentó demostrarme. Porque se, que le atraigo y eso no me lo va a negar.

—No puedes simplemente, hablarlo con mi padre.

—No hay nada de que hablar. Y no me hagas repetir las cosas muchas veces—no se que me está pasando, pero no me esta gustando mentirle—Para que lo entiendes mejor, ojo por ojo y diente por diente. Venganza. Se llama. Por eso te tengo aquí. Por culpa de tu padre. Por matar a uno de los nuestros.

Por lo menos, no le he mentido en una cosa. Que es culpa de su padre.

Soltó como un pequeño chillido, de enfado.

—¿Qué quieres de mí? se directo, para así acabar esto de una vez por todas—esta vez, su mirada se pone en mi, intentando ser ruda, pero está fallando en el intento. Aunque lo que cuenta es la intención.

Me levanté del sillón y comienzo a acercarme a ella, como si fuera un imán. Ella observa cada uno de mis movimientos, esperando a que le haga daño, y no está equivocada. Envuelvo mi mano en su cuello, trazando de arriba a abajo con mi dedo pulgar la vena yugular de su cuello. Imaginándome cómo se sentiría, pasar un cuchillo por ese lugar y luego lamer la sangre que desciende por su cuello.

Escucho su corazón latiendo con fuerza, y eso solamente hace crecer la idea de marcarle con mis dientes y cuchillo su cremoso y pálido cuerpo.

Lo haré, pero hoy la dejaré para que coja fuerzas. Porque aun tiene un viaje largo conmigo y debe acostumbrarse a mis fantasías sexuales y mis maneras de follar.

Y mi manera de actuar.

Soy difícil de manejar y en cualquier cosa que pongo mis manos la rompo.

Es por eso, que mi padre me encargó de llevar todo lo relacionado con matar e infligir dolor. Cada hijo de puta que se atrevía a ser desleal con la Camorra, le metía una bala entre las cejas y luego lo quemaba a sangre fría.

Ese es mi trabajo, hacer daño. Y matar.

Aunque no quedaba nada, para ser el jefe de la Camorra. Para ser exactos, quedaban dos días.

Soy el más grande de mis hermanos, y el más responsable de todos. Me tomo enserio todo lo relacionado con nuestro legado, y mi padre me confió este papel. Y no pienso defraudarlo.

Mi padre ya está en su momento de jubilación, y necesita a alguien que pueda sobrellevar este legado, sin ningún problema. Y esa persona soy yo.

Aprieto más mi agarre en su cuello, un solo movimiento y la puedo asfixiar.

—Todo Irina. Eres mia. Ya te lo dije.

Solté mi agarre de su cuello y comenzó a toser.

—No quiero ser tuya.—intentó sonar convincente, pero su cuerpo temblando de excitación la delataba.

—Es demasiado tarde, uccellino. Ya estás en mi jaula.

Rota por las manos de Marco [#1] NUEVA VERSIÓN MEJORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora