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Marco


—Pero que...—mis ojos siguen viendo a Irina, a través del cristal de mi despacho. Ella caminaba hacia mi dirección, con confianza y sin miedo de lo que le voy a hacer justamente ahora.

Voy a matar a esos cabrones.

Y a ella, le voy follar como una buena puta, por no hacerme caso.

No puede hacer nada, sin mi permiso. Pero parece, que le encanta llevarme la contraria.

O tal vez, le encanta que le castiguen. Que le castigue su amo.

Abre la puerta y se adentra en mi despacho, con una sonrisa en el rostro. Que pronto se le va a quitar, cuando me entierre en su apretado coño.

No puedo evitar mirarla más de la cuenta, mis ojos escanean de arriba a abajo lo que lleva puesto. No debería haberle comprado este vestido, se le ciñe a sus curvas y a sus pechos que están hechos a la medida de mis manos. Es una obra de arte, que poca gente lo admira. Pero yo lo hago. Y mi polla también.

—¿Qué coño estás haciendo aquí, Irina? Estás haciendo lo que te da la puta gana, y eso me cabrea.

—He venido a visitarte, ¿donde está el problema?

Ese puto pintalabios rojo, que esta en sus carnosos labios me deja aturdido por un momento. Casi puedo sentir, su boca alrededor de mi polla. Chupando y lamiendo como mi buena chica.

—El problema está, en que yo no te he dicho que vengas—me levanté de mi silla, para ponerme delante de ella, su pequeño cuerpo empieza a temblar con mi cercanía y mi polla empieza ponerse dura—No te he dicho nada, Irina. Ahora elige el castigo. ¿Follarte en el lavabo o follarte en esta misma pared?

Se lame los labios y me vista cae en ellos, como un idiota.

—Yo...Marco...—lo último sonó como una súplica. Una súplica que será escuchada, porque pienso romperla en este instante.

La agarre del brazo con rudeza, para llevarla al lavabo, o eso pensaba hacer si no hubieran tocado la maldita puerta.

Ella aprovecha eso, para separarse de mí.

Tranquila, no te vas a escapar de mí, le dije con mi mirada.

—Adelante.

Al instante se abre la puerta, apareciendo a mi vista una de las secretarias que trabajaban para mí. No se ni como se llama sinceramente, ni tampoco me interesa. Hacen bien su trabajo que es lo importante, porque si no estarían tiradas a la calle. Y no me importaría una mierda. Lo que me importa es que los negocios de mi familia marchen bien.

—Señor Bianchi, hay una persona que quiere hablar contigo por teléfono.—me informó, y luego pasó por mi lado para dejar unos documentos encima de mi escritorio— Y aquí te dejo los documentos que debes firmar.

Espera mi respuesta sobre el hombre que quiere hablar conmigo, y mientras tanto empieza a mirarme más de la cuenta. No se percata de la presencia de Irina, porque le estaba dando la espalda. Irina, estaba con los brazos cruzados y con una mirada fría (asesina) en la secretaria rubia que tenía delante de mí.

Mierda.

Tengo que sacar a esta rubia de mi despacho, o acabará con la garganta abierta.

—Mmm, dile que lo llamaré dentro de 1 hora.—mi mirada se dirige a Irina por un segundo—Ahora tengo mucho trabajo que acabar.

—De acuerdo, señor Bianchi—asiente con una sonrisita en los labios, que si no se va pronto será una mueca de dolor—Seguramente estarás muy cansado. Tal vez necesites ayuda para relajarte.

No, joder.

No es la primera vez que coquetea conmigo, pero esta vez es diferente. Porque va a morir de la peor manera. Aunque quisiera explicarle en estos momentos a Irina, que no me importa en absoluto esta rubia, no me hará caso.

Trago saliva al ver la versión oscura de Irina, salir en estos momentos. Veo acercarse por detrás con pasos sigilosos, sosteniendo en su mano su cuchillo favorito. Ladea su cabeza, inocentemente, y con una sonrisa dibujada en su hermoso rostro.

Niego con mi cabeza. Aquí no Irina.

Ella no me hace caso y le pone el cuchillo en la garganta.

La rubia abre sus ojos con miedo, por el repentino cambio de la situación.

Con enfado bajé con rapidez las persianas y cerré la puerta con llaves. Por suerte no había nadie deambulando por los pasillos y por suerte en esta planta solamente está mi despacho, soy el jefe, obviamente tengo que ser diferente a los demás.

—Aww, la pobre barbie está llorando—Irina hace un puchero—Que pena.

—Yo no hice nada...suéltame por favor.

La rubia pide clemencia, la cual no será escuchada, porque Irina la va a matar. Lo veo en sus ojos.

—¡Marco...por favor!—vuelve a sollozar en mi dirección, pero no le hago caso. Ya es tarde, para ser salvada. Ahora tendrá que asumir las consecuencias.

—No. Digas. Su. Nombre. Zorra—dictó cada palabra Irina, con furia.

—Lo siento.—le respondió la rubia, con lágrimas.

Irina pone sus ojos en blanco.

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Y veo como el afilado cuchillo, abre de par en par la garganta de la rubia. Chorros de sangre salen disparados en mi dirección, manchando mi traje.

Genial.

Y eso no acaba allí, cuando el cuerpo se desploma al suelo, Irina se agacha a su altura para abrirle la boca y cortar su lengua.

—Por pronunciar tu nombre.—se encogió de hombros.

—¿Ya estás contenta? No has pensado, que podría ser peligroso si alguien te hubiera visto.

Se levanta y comienza a acercarse hacia mi.

—No me importa.—pone el cuchillo en mi cuello, pero sin ejercer presión, aunque la amenaza sigue allí.

—Me gusta tu lado posesivo, pero deberías controlar tu impulsividad. Y más, si estamos en lugares con mucha gente.

Le acaricio su rostro, salpicado de sangre. Una imagen digna de ver.

—Tú hubieras hecho lo mismo, incluso peor.

Tiene razón, pero se como controlar mis impulsos y más si se trata de nuestra protección.

—Sabes que voy a hacerte doble castigo. Uno, por no escuchar mis órdenes y dos, por hacerme trabajo extra. Ahora tengo que buscar alguna solución para deshacernos del cuerpo y la sangre—me pellizco el puente de la nariz—Y todo por culpa de esta cabecita tuya.

Guarda el cuchillo en su bolso, y se retoca sus labios con el pintalabios rojo. Como si no acabara de quitar una vida a una persona.

Suspiro.

Decido llamar a mi hermano Nico, él podría ayudarme con esto.

Al tercer timbre, escucho su voz.

—A qué se debe esta llamada. Ilumíname.

—Necesito tu ayuda, para deshacernos de un cuerpo.

Silencio.

—¿Hay alguna puerta trasera?

Irina se había sentado en la silla, despreocupadamente.

Hoy voy castigarla de las peores formas.

—Si, que da hacia el garaje de coches.

—Perfecto. Estaré en 5 minutos. 

Rota por las manos de Marco [#1] NUEVA VERSIÓN MEJORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora