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Irina


Era la primera vez que veía la mansión de La Camorra. La mansión se erige majestuosamente sobre una colina, rodeada por un paisaje impecablemente cuidado que parece sacado de una postal. Su arquitectura es moderna y minimalista, pero de una sofisticación atemporal. Las líneas rectas y las superficies pulidas de mármol y cristal predominan, mientras que grandes ventanales panorámicos ofrecen vistas espectaculares del horizonte lejano, como si la casa misma estuviera diseñada para enmarcar la belleza natural que la rodea.

A pesar de vivir en una con Marco, no se comparaba con la que estaba viendo en estos momentos.

Salgo de mis cavilaciones, cuando la mano de Marco se entrelaza con la mía, mientras abría la puerta con las llaves.

Estaba feliz porque los padres de Marco me aceptaron como miembro de la familia. Cuando vieron, que Marco dejo de lado la venganza, y que yo también quería estar con él, porque lo amaba, no se opusieron entre nosotros. Añadiendo la noticia de mi embarazo, se pusieron muy felices y decidieron hacer una cena, para celebrarlo.

Al entrar hacia el interior, me quedé fascinada. El techo es altísimo, y desde allí cuelga un candelabro de cristal Baccarat, cuyas piezas de cristal, en forma de gotas, se iluminan con una luz cálida, creando destellos que llenan la habitación. A ambos lados del vestíbulo, puertas de madera laqueada se abren hacia diferentes salas de la mansión, mientras que en el fondo se puede ver una imponente escalera flotante, con peldaños de mármol oscuro y barandillas de vidrio, que asciende con una gracia casi suspendida.

—Bienvenidos señor Bianchi y señora Ivanov—la sirvienta se apresura hacia nosotros, para que le demos nuestras chaquetas. Con rapidez las cuelga en el armario—El señor y la señora Bianchi los están esperando en el comedor.

—Gracias.—le muestro una sonrisa agradable.

Mis botas de tacones, resuenan con cada paso que doy. Estaba nerviosa, era la primera vez que iba a cenar con la familia de Marco. Mi hombre oscuro notó eso, y me rodeó el cuello con su brazo.

Los cuatro ojos se posaron en nosotros cuando llegamos al comedor.

La mesa estaba preparada con una perfección casi celestial, cada elemento colocado meticulosamente como una obra de arte culinario. La superficie de cristal ahumado, perfectamente pulida, refleja la luz de los candelabros de cristal suspendidos sobre ella, creando destellos suaves que iluminan el festín que yace sobre el mantel de lino blanco inmaculado. Las copas de cristal, finas y delgadas, descansan sobre platos de porcelana blanca, de bordes dorados, que parecen casi etéreos bajo la luz suave.

En una esquina de la mesa, una paella de mariscos se despliega en una gran fuente de plata, no faltan los quesos de lujo: un bloque de queso Brie de Meaux, cremoso y suave, acompañado de una selección de quesos azules y pecorino envejecido, todos dispuestos en tablas de madera de roble, con frutas frescas (uvas rojas y higos) y nueces tostadas decorando la disposición. Al lado, una fuente de cordero lechal. Y por último, en el extremo opuesto de la mesa, un postre de chocolate oscuro en forma de esfera.

—Sentaros, queridos—la madre de Marco, nos indico que nos sentaremos junto a ellos con una sonrisa—Marco hijo, ahora vas a ser padre. Cuando escuché eso de Mario y Nico pensaba que estaba soñando.

Marco abrió su boca para contestar y supe que no era nada bueno.

—Culpa a Irina. Muchas rondas de sexo.

Le fulmine con la mirada y él fingió que estaba mirando el móvil con una sonrisa ladeada.

Imbécil.

Los padres de Marco empezaron a toser a la vez, la sirvienta vio eso y vino corriendo a llenarles los vasos con agua.

—Me alegro que estéis aquí, incluido mi futuro nieto o nieta—esta vez es el padre de Marco cambiando de tema, carraspeando. Por alguna razón, su felicidad era genuina al igual que su mujer y me siento cómoda.

Marco me mira con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras acariciaba la barriga de arriba a abajo.

—Os lo agradezco. Gracias por la cena.

Empezamos a cenar, un rato después se unieron Nico y Mario.

—Voy a ser tio, que fuerte me parece—la voz divertida de Mario, suena por todo el comedor y no puedo evitar reirme—Tengo 20 años por favor

—Y yo 18, no te quejes tanto—le contestó Nico, mientras se metía un trozo de carne a la boca.

El siguiente es Marco.

—Y yo tengo 25 y voy a ser padre. No se que es peor.

Me acerque a su oído, para susurrarle:

—Eso te pasa, por follarme muchas veces al día. Ahora jodete.

El hace lo mismo, para decirme algo en el oído.

—No me arrepiento de nada, mio uccellino.

La cena transcurrió a la perfección, me he sentido como si realmente fuera de la familia, y es la primera vez que siento mi corazón lleno. También los padres de Marco, nos informaron que la semana que viene se preparará una obra benéfica, para recaudar fondos. Un buen paso, para tapar la mafia y todo lo que tenga que ver.



La luz de la televisión parpadeaba suavemente, iluminando la sala con tonos azules y amarillos que contrastaban con la oscuridad de la noche que se filtraba por las ventanas. En el sofá, estábamos acurrucados Marco y yo, mis piernas entrelazadas con las suyas, bajo una manta gruesa de lana, un refugio cálido y cómodo en medio del frío de la noche. Él tenía un brazo alrededor de mi hombro, sujetandome cerca, mientras sus dedos acariciaban distraídamente mi brazo, en un gesto tan habitual como natural.

—Marco.

—Mmm.

No fue tan difícil convencer a Marco de ver una película. Con una mamada ya era suficiente para hacer lo que yo quiera.

—Nunca había imaginado estar así contigo. Creando una familia.

—Es porque, nuestro amor no fue por casualidad, sino porque siempre estuvimos destinados a cruzarnos. Y eres lo mejor que me ha podido pasar Irina Ivanov. Te quiero.

Me levanto de golpe al escuchar lo último.

¿Acaba de decir te quiero?

—Si. Te quiero.

Joder, tengo que controlar lo de decir las cosas en voz alta.

—Voy a llorar, porque yo también te quiero, pero me daba miedo decirlo—me sorbo la nariz como una niña pequeña—Te quiero mucho, Marco.

El me deja un beso en la frente.

—Yo más.

Esta vez, soy yo la que da un beso. Pero yo le di besos por todo el cuello y toda la cara.

La película continuó, pero el tiempo parecía dilatarse. Mientras el sonido nos envolvía y los personajes en la pantalla vivían sus propias aventuras, nosotros vivimos la nuestra propia, en silencio y en compañía, entrelazados en una quietud tan reconfortante que parecía hacer desaparecer las horas.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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Rota por las manos de Marco [#1] NUEVA VERSIÓN MEJORADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora