El ser un dios no era fácil. A menos como lo tomaban los libros, allí eran simples holgazanes sin ninguna funcionalidad más que tener un harén de mujeres desnudas comiendo uvas. Era ridículo. Su vida estaba dedicada a ayudar a toda la especie marina, cuidarla, protegerla, lo que no siempre era una función fácil, su gente debía estar oculta de los humanos, por lo que no podían contar con el tiempo y criaturas suficientes para salvar a los que lo necesitaban. El mar se ahogaba en basura, todos los días los animales eran sacrificados por deporte.
Y los humanos eran los únicos culpables.
Había logrado castigar a muchos de ellos cuando los encontraba infraganti, solos, les daba una lección que nunca olvidarían, incluso quedarían marcados de por vida. Se había asegurado de ello.
Sabía que no podía intervenir, pero ni Zeus se lo podía negar, era su territorio y mientras tuviera aliento no iba a permitir que los dañara la humanidad a su antojo. Evan a su lado era su mano derecha, podía confiar lo suficientemente en él, como para dejarlo a cargo, aun así, él no era suficiente y no podía valerse de poderes para realizar algún cambio o decreto.
Estaba cansado. No sabía cuánto más podía seguir a ese ritmo.
—Mi señor... —lo llamo Evan atrás de Poseidón.
—Déjame tomar un respiro Evan, déjame solo –le ordeno.
—Como ordene mi señor –Evan salió de allí tras inclinar su cabeza.
Poseidón se encontraban en una de las nuevas islas que había formado con la explosión del volcán para evitar que unos marineros tomaran más peces a su antojo. Quería tomarse unos minutos y descansar. Miro a su alrededor, el mar y tierra al frente suyo. Sentía como la profecía se levantaba contra su espalda, querían encontrar una solución, pero era un hecho de que quien estuviera atrás simplemente quería ver la destrucción. Se tomo el rostro con sus manos. Estaba agotado.
Había descuidado tanto sus deberes, que paso semanas antes de que pudiera dejar el mar nuevamente y por ende no pudo atender los llamados de Naxos, ni de su hermano Zeus. Solo podía esperar que Naxos haya usado el cuerno de narval para haber salvado a su hija, de lo contrario sería una lucha pérdida.
—Eres una maldita desgracia Poseidón –dijo una voz a su espalda y no tenía que ser mago para reconocer la voz de su hermano Hades —Y te ves horrible.
—Se debe estar acabando hoy el mundo para que tú estés en una isla y conmigo.
—Y apestas a perro mojado.
—¿Qué haces aquí? —Le pregunto en un tono agotado.
—Créeme la última persona que quisiera ver mientras muero es a ti hermano.
—Entonces no me he perdido de nada.
—Al contrario, hermano, tu pupilo ha estado tratando de contactarte, le ofrecí mis servicios, pero fue un caso perdido.
—Después de lo que paso contigo creo que sería un caso perdido ¿No lo crees?
—Es un chico resentido. Pero yo que tu iba con el de inmediato.
—¿Qué quieres decir?
—El mundo no se está acabando hermano, pero puede que esa hija tuya esté a punto de morir. Naxos no quiso utilizar el cuerno del narval para curar a Hanae, ahora está debilitando sus poderes con tal de protegerla, tal y como le ordenaste, solo que, si sigue a ese ritmo, mañana la encontraran.
—¡¿DE QUE DEMONIOS ESTAS HABLANDO HADES?! NAXOS LLEGA MAÑANA A IRLANDA.
—Ese es el caso hermanito, de Almyros no ha salido en semanas. La despertaste creo... pero no la saco de allí. Esa hija tuya va a morir. Si te sirve de consuelo tengo un buen lugar en el Inframundo para ella.
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EGEO _ El secreto de Poseidón
FantasyNada es como debería ser y ahora era la siguiente. Y tenía que aceptarlo ella es la persona que buscan, la que necesitan y la que quieren matar. En sus manos había poder, más de lo que había tenido en su vida, podría controlar todo a su alrededor o...