*Madrid, junio de 2015

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Más de 530 kilómetros me separan de Álvaro. 530 kilómetros para hacerme olvidar. Espero que estos días junto a Eva me sirvan para sacarlo de mi cabeza. Espero, no; tengo que hacerlo, me guste o no.
No puedo permitirle que siga haciéndome daño. Debo mirar hacia delante, porque hacerlo hacia atrás duele, duele mucho.
 
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El viaje ha sido tranquilo. Hemos hecho varias paradas para estirar un poco las piernas y tomarnos un refresco. Eva y yo hemos ido todo el camino hablando, intentando ponernos al día de todo, aunque sin profundizar en ciertos temas porque sus padres también iban en el coche y nos podían oír.
El nuevo piso de Eva es precioso. Está en el centro de Madrid. Concretamente en la calle Princesa. Es un edificio antiguo, con un ascensor que parece sacado de una película de las que le gustan a la abuela Carmen. Y lo que más me ha sorprendido es que tienen portero, por cierto, muy simpático.
Todo su piso está decorado con un estilo súper moderno. La madre de Eva, Cristina, siempre ha sido una fanática de la moda, así que no podría ser de otra forma. No le falta detalle. Simplemente es perfecto.
Eva está entusiasmada por enseñarme su habitación. Y la verdad es que no es para menos. Es súper bonita. Le han puesto hasta un tocador con sus lucecitas alrededor del cristal, como a las actrices famosas. Una pasada.
—¿Cómo estás? —me pregunta Eva, sacándome de la nube donde me encontraba ante tantas cosas chulas que estaba viendo.
—Eva, estoy aquí, estamos juntas, ¿cómo voy a estar? Pues súper feliz.
—¿Súper feliz? ¿Seguro?
—Bueno, dejémoslo en feliz. Pero estoy bien. De verdad. Total... nada va a cambiar. Y quiero disfrutar contigo estas dos semanas —le digo cogiéndole de la mano.
—Más te vale... Porque tengo preparado de todo. Empezaremos por darnos una ducha, ponernos monísimas de la muerte y a la calle de compras. Quiero presentarte a Marina. Le he hablado muchísimo de ti y tiene muchas ganas de conocerte —revela Eva entusiasmada.
—¿A Marina?
—Sí, ¿no la recuerdas? La chica de la que te hablo por teléfono.
—Sí, sí.... Lo que pasa es que pensaba que pasaríamos el día las dos solas, como antes.
—No te preocupes por eso. Tenemos un montón de días para estar las dos solas. ¡Venga! ¡No perdamos ni un minuto más! ¡A la ducha!
En menos de una hora estamos listas. Hemos decidido ponernos un vestido cortito y unas cuñas. Yo pensaba que en Madrid iba a hacer más fresquito, pero parece que no todo el sol lo tenemos en Andalucía.
Eva se ha encabezonado en maquillarme. Yo no estoy acostumbrada a echarme tanto potingue en la cara, pero me he dejado llevar. Tampoco ella se maquillaba tanto antes. Pero imagino que será una nueva costumbre.
Cuando llegamos al salón, ya tenemos unos bocadillos servidos en un plato. Pablo, el padre de Eva, nos los ha dejado preparados antes de salir a hacer unos recados.
Tienen una pinta fabulosa.
Terminamos de comer rápidamente y salimos.
Juan, el portero, que así es como se llama. Nos abre la puerta del ascensor para que salgamos y nos despide con una amplia sonrisa.
La calle está llena de gente. Es una zona muy transitada. Con muchas tiendas, cines, restaurantes... Seguro que a mamá le encantaría.
—¡Marina! —dice Eva dando una voz.
—¡Hola, amore! ¡Ya te iba a llamar! —señala la nueva amiga de Eva acercándose a nosotras.
—Marina, esta es mi amiga Sofía.
—¡Hombre! ¡Por fin conozco a la famosa Sofía!
—Buenas, encantada de conocerte —contesto, no siendo muy sincera. Ni son tan buenas; y mucho menos estoy encantada.
Marina es una chica guapa. Alta, pelo rubio, ojos azules, cuerpazo... Y ella lo sabe. Aunque tampoco se puede apreciar mucho su cara debajo de tantísimo maquillaje. ¡Qué barbaridad!
Sí, tengo que reconocerlo, esta chica no creo que me vaya a caer bien; pero bueno, todo sea por Eva.
 
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Son poco más de las 22:00 de la noche y al fin hemos llegado a casa de Eva. Estoy agotada. Hemos pasado la tarde entrando y saliendo de millones de tiendas; no sé ni la cantidad de ropa que me he probado, estoy hasta mareada de todos los perfumes que nos hemos echado. Y me duele la barriga de todos los refrescos, patatas y helados que me he comido. Como sigamos a este ritmo, con los días que me quedan aquí, creo que reviento.
¿Lo mejor del día? Que en ningún momento he pensado en él. Bueno, hasta ahora.
—Eva, ¿por qué crees que me hizo eso?
Las palabras salen de mi boca casi como un suspiro.
—¿Sigues despierta?
—No me puedo dormir. Lo siento. ¿Te he despertado?
—Tranquila, Sofi, aún no me había dormido. La verdad es que aún no me lo explico. Se le veía tan feliz contigo; no sé qué mosca le picó para poder hacer eso. Y ¿con Vanesa? ¡Por Dios, si es una víbora!
—Todo estaba perfecto, o eso pensaba yo. Pero ahora sé que viví una mentira. Que nada de lo que me dijo era real.
—Pronto pasará todo. Aún está reciente, dentro de poco verás las cosas de otra manera. Ahora duérmete y mañana te sentirás mucho mejor. Buenas noches, cariño.
—Buenas noches, Eva.
 
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Nos hemos despertado temprano. Eva me ha preparado un tour para que vea los sitios más importantes de Madrid. La verdad es que me apetece mucho. Necesito tener mi mente ocupada para que mis pensamientos hacia Álvaro desaparezcan.
Cristina y Pablo nos han preparado un desayuno que, más que un desayuno, parece el bufet de un hotel. Tostadas, croissants, galletas, bizcocho... Definitivamente, cuando vuelva a casa voy a tener que pasar una temporadita haciendo ejercicio para perder todo el peso que voy a coger aquí.
Devoramos lo que nos cabe en el estómago, y lo que no también; nos ponemos una camisetita, vaqueros y zapatillas cómodas, y emprendemos nuestra marcha.
Después de andar casi 4 horas en las cuales Eva me ha enseñado la Cibeles, la Puerta de Alcalá, la plaza de España, la plaza Mayor y un millón de sitios más. Tengo los pies redondos, pero también una visión fantástica de Madrid.
Ha dejado para el final el parque del Retiro por dos razones: una, porque sabía que era lo que más me iba a gustar; y la otra, porque allí había quedado con Marina.
El Retiro, es un lugar precioso con muchísimos jardines, fuentes, monumentos, animales, sitios para tomar algo, un gran estanque en el que se puede pasear en barquita... Eva estaba en lo cierto. Me parece un lugar mágico.
En uno de los bancos nos esperaba Marina.
—¡Al Fin! ¡Llevo esperando más de media hora! —grita Marina demasiado alto para mi gusto.
—Perdona, nena, es que quería que Sofía no se perdiera nada y nos hemos retrasado un poquito —dice Eva disculpándose.
—¡Sabes que yo no espero a nadie! ¡A mí me esperan!
Definitivamente esta chica me cae mal. No solo eso, simplemente es tonta.
¿Cómo aguanta Eva que le hable así?
¿El mundo se ha vuelto loco o qué?
Primero, Álvaro cae en las garras de Vanesa y ahora, Eva, en las de esta creída.
O yo soy la persona más rara del planeta, o no entiendo nada.
—Creo que no hace falta que le grites —le señalo sin poder aguantarme más.
—Y yo creo que no va contigo —me dice, chulesca.
—Todo lo que tenga que ver con Eva es cosa mía. Es mi mejor amiga.
—Por favor, chica... ¡Deja ya los dramas! Mi mejor amiga... Mi novio no me quiere... ¡Dios! ¡Cansas a cualquiera! Normal que se fuera con otra. ¡Vaya tía más pesada!
Sin pensarlo dos veces levanto mi mano dándole el mayor guantazo que he visto en mi vida. No es que me enorgullezca, pero, sin duda alguna, se lo merece.
—Jamás vuelvas a decir nada de Álvaro. Tú no eres nadie para meterte en vida. Y mucho menos para juzgarme. Todavía existen las personas que se preocupan por sus amigos y que aman a sus parejas con toda su alma... O al menos quiero creer que es así. Y ahora, si me perdonas…
Camino sin saber hacia dónde voy, pero con paso decidido. Y con una satisfacción plena que me recorre todo el cuerpo.
—¡Sofi! ¡Espera, por favor!
Me giro al escuchar la voz de Eva, que viene sofocada por la carrera que se ha dado para alcanzarme.
—Sofi, perdona. Todo ha sido culpa mía, no tendría que haberle contado nada a Marina sobre lo tuyo con Álvaro.
—Eso es lo de menos. ¿Por qué aguantas que te trate así esa imbécil? No te conozco, Eva, en serio. ¿Qué os está pasando a todos? ¿Dónde está la Eva segura de sí misma que se comía el mundo?
—Sofía, Marina fue la única persona que se acercó a mí cuando llegué de Málaga. Me sentía muy sola y ella me dio una oportunidad.
—¿Una oportunidad? Te trata como a su perrito faldero. No me extraña que intentara acercarse a ti, no creo que nadie la aguante.
—Y, dime, ¿qué hago? No es fácil llegar a un sitio nuevo y comenzar de cero. Os echo mucho de menos, a vosotras y a Mario —admite Eva.

—Pero hablamos todos los días por el móvil.
—Sofía, no es lo mismo y lo sabes. Es más... eso es ahora. Dentro de un tiempo hablaremos menos; y así hasta que un día dejemos de hacerlo.
—Eso no va a pasar. No lo vamos a permitir. Anda tonta, dame un abrazo, que las dos lo necesitamos.
Y en este momento, desde que llegara a Madrid, siento por primera vez en mucho tiempo que Eva vuelve a ser ella misma.
 
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Los días siguientes fueron inolvidables, Eva y yo volvimos a estar como siempre sin el incordio de Marina. Espero que a mi regreso Eva conozca a gente que de verdad merezca la pena y la traten como ella realmente merece.
Hablamos de nosotras, de cómo llevaba el estar tan lejos de Mario, de las chicas y, cómo no, de Álvaro. A fin de cuentas, necesitaba sacar lo que tenía dentro. Y hablar de él me vino bien.
También tuvimos noticias de una pilladísima Irene que nos contaba como loca que ella y Hugo se habían dado otra oportunidad. Nos alegramos mucho por ella. Sabemos de sobra que, aunque estén discutiendo a todas horas, están hechos el uno para el otro.
Hemos visitado muchos más lugares. Fuimos a comprar recuerdos para todos. Pasamos un día en el parque de atracciones; también nos paseamos por el rastro, el cine, museos... Voy a tener que apuntar todo antes de que se me olvide, porque seguro que Irene y Julia querrán que les cuente todo sin saltarme lo más mínimo. No sé qué van a pensar cuando les cuente lo de Marina. Ellas saben que yo no soy para nada agresiva. Pero seguro que me entenderán. O eso espero.
 
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Muy a mi pesar, ha llegado el día de volver. Es cierto que ya tengo ganas de ver a mi familia, pero pensar que vuelvo a separarme de Eva es duro, bastante duro.
Me ha prometido venir a casa en las vacaciones de Navidad. Por unos días volveremos a estar las 4 juntas. Ya estoy deseosa de que llegue.
Tras millones de abrazos, besos y muchas lágrimas, bajo las escaleras mecánicas para montarme en el tren que me llevará de regreso a casa.
 
 

SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora