*Málaga, julio de 2015

2 1 0
                                    

En dos horas y media he llegado a la estación de Málaga. Mis padres me están esperando en el andén. Cómo los he echado de menos. Por un momento, he pensado que mamá me iba a borrar la cara a besos, pero me encanta que así sea. Papá me ha dado un súper abrazo de los suyos. Los adoro.
El camino a casa ha sido rápido. No he parado de hablar como una loca.
¡Como si no tuviera tiempo de contarles todo!
Papá abre la puerta.
—¡¡¡Sorpresa!!! ¡¡¡Bienvenida a casa!!!
Porque no me puedo ver la cara, pero imagino que ha sido un poema.
¡Están todos! Claudia, la abuela Carmen, Julia, Alejandro, Irene, Hugo, Mario... Y, espera.... ¿Qué hace aquí Álvaro? ¿Cómo ha sido capaz de venir a casa? Y, peor aún, ¿cómo han dejado las chicas que venga? ¡No entiendo nada!
Beso a Claudia y abrazo a la abuela antes de ir a saludar a las chicas.
No hace falta que les diga nada. Al verme la cara saben que quiero hablar con ellas. Me acompañan en silencio a mi habitación.
—¿Se puede saber qué demonios hace aquí? —les pregunto fuera de mí.
—Sofía, no te enfades. Habla con él. Todo fue una trampa de Vanesa. Ella y Laura lo prepararon todo para que pensaras que había algo entre ellos. Álvaro nos lo contó todo —dice Irene a toda prisa para que no la corte.
—Sí, Sofi. Es cierto. Habló con los chicos primero y luego nos lo contó a nosotras. No te quisimos llamar a Madrid porque queríamos que disfrutaras de tus días con Eva —continúa Julia.
—Es mentira. Se os olvida algo, yo los vi besándose. ¿O es que ahora también estoy loca?
—Habla con él, Sofi, por favor. No pierdes nada. Porfa, porfa... —suplica Julia.
—No, no pierdo nada. Porque ya lo perdí. No pienso hablar con él. Por favor, decidle que se vaya.
Y la que debía ser mi fiesta sorpresa de bienvenida acabó antes de empezar.
 
………………………………………………………
 
Han pasado unas horas desde que las chicas se fueron. A solas conmigo misma, no dejo de pensar en lo que me dijeron. ¿Y si fuese verdad que todo hubiese sido obra de la cerda de Vanesa? Pero yo los vi, lo vi con mis propios ojos.
A él… A ella… No puedo borrar esa maldita imagen de mi cabeza.
Y hoy al verlo aquí en casa… Tan guapísimo como siempre. Con esos ojos suyos que podían atravesarme con solo mirarme.
¡No! ¡Qué demonios! No voy a caer otra vez como una tonta en sus brazos solo porque les haya comido la cabeza a todos mis amigos.
¿Podría hablar con él? No, imposible. Intentaría convencerme a mí también y no sé si todavía tengo fuerzas como para poder enfrentarme a Álvaro sin flaquear.
Y sumida en mis pensamientos sobre el que fue mi primer y único amor, me quedo dormida.
 
………………………………………………………
 
Los siguientes días estuve mucho más tranquila. El hecho de que la abuela estuviera a mi lado me relajaba. Siempre sabía qué decir o qué no decir. A veces nuestros silencios decían mucho más que horas de charla. Pero hoy, por desgracia, me toca volver a decirle adiós. No hubo forma de convencerla de que se quedara unos días más.
—Te voy a echar muchísimo de menos, abuela —le digo sin poder reprimir que mis lágrimas salgan.
—Cariño, no olvides que mi teléfono está disponible para ti las 24 horas del día. Además, siempre puedes venir a visitarme. Una última cosilla… A veces nuestro corazón ve más que nuestros propios ojos.
Y tras darme un abrazo y dejarme esa última frase dando vueltas en mi cabeza, se monta en el taxi que la llevará hasta la estación.
 
………………………………………………………
 
Todavía con el sofocón por la despedida de la abuela, y tras un baño, me siento en mi habitación en silencio. Sin duda, necesito despejarme un poco. Llamaré a las nenas para ver si les apetece tomar algo. Desde que llegué de Madrid no he tenido oportunidad de quedar con ellas. Quería disfrutar de la abuela lo máximo posible antes de que regresara al pueblo.
Voy en busca de mi móvil, que llevaba apagado desde mi llegada, y una oleada de mensajes empieza a llegar. No es difícil ver su nombre entre los de las chicas.
 «Habla conmigo, por favor»
 «Necesito que me escuches, cariño»
 «Siento haberte hecho daño»
 «No puedo estar sin ti, mi cielo»
Siento un dolor en el pecho que no me deja respirar.
No puedo dejar de leer todos esos mensajes. Me limpio las lágrimas con los puños para poder seguir leyéndolos una y otra vez.
Y las palabras de la abuela vuelven a mi cabeza…
«A veces, nuestro corazón ve más que nuestros propios ojos».
Mi corazón me dice que Álvaro me quiere, que todo ha sido por culpa de Vanesa. Pero no puedo borrar todo lo que vi. Y esa punzada en el corazón que sentí desde aquel momento vuelve a sacudirme por completo, trayéndome de nuevo a la realidad.
Álvaro es un embustero. No voy a dejar que sus palabras me vuelvan a atrapar.
 
………………………………………………………
 
Casi una hora más tarde ya estoy lista. A las chicas les ha hecho mucha ilusión que las llamara. Así que hemos quedado en el Seven, ellas ya estaban allí con Alejandro y Hugo.
—¡Sofía, estamos aquí! —grita Irene.
Tras darle un beso a cada uno me siento.
—¿Qué tal estas, cariño? —me pregunta Julia con un gesto cariñoso.
—Bien. Todavía tenéis Sofía para rato. Quería pediros disculpas a todos por lo borde que fui el día de mi llegada. Pero no me esperaba a… —Tengo que pararme en mi discurso, pues el mero hecho de decir su nombre me duele—. Bueno, eso, que de verdad lo siento, chicos.
—¿En serio vas a pedir disculpas por eso? Anda, no seas tonta, Sofía, ¡que somos tus amigos! —indica Irene para que no me sienta mal.
—¡Javi! —dice Hugo levantándose.
—¡Hola a todos! —saluda un chico alto y rubio que se acerca a nuestra mesa y se sienta a mi lado.
—Sofía, este es Javier, mi primo, está de vacaciones en Málaga con sus padres —me explica Hugo—. Los demás ya lo conocéis.
—Encantada, Javier —contesto algo cortada.
—Sin dudarlo el gusto es mío —Y, tras echarme una mirada de arriba abajo, se sienta tranquilamente.
La tarde da paso a la noche y las chicas me convencen para que sigamos de fiesta. En cierto modo se lo debo por haberles aguado mi fiesta sorpresa.
Son las 3 de la madrugada y creo que los cócteles que Irene me pidió llevaban más alcohol de lo que pensaba.
Bailo, doy vueltas, me rio, no puedo parar de reír. Hasta estoy empezando a ver mono al empalagoso de Javier. ¿Pero qué digo? Jamás estaría con un tipo como él. Sin duda tiene que ser el alcohol.
Estamos en un pub cerca de la playa. Creo que me sentará bien salir un rato para que me dé el aire.
Voy chocándome con la gente al salir y… ¡Dios! ¿Qué hace aquí?
Nuestras miradas se cruzan y, sin pensarlo dos veces, salgo corriendo hacia donde están mis amigos con la voz de Álvaro tras de mí repitiendo mi nombre. Me acerco rápido a Javier y le doy un beso en los labios con la mirada de todos a mi espalda.
Me aparto de él, que me mira con cara de satisfacción, y al girarme veo a las chicas con la boca abierta y ni rastro de Álvaro.
͞—Me voy a casa —digo con una voz que casi ni yo llego a oír.
—Espera, te acompañamos —me señala Julia enseguida.
—No, gracias. Quiero estar sola. Mañana os llamo.
Y, sin dejar lugar a nada, doy media vuelta y salgo de aquel lugar.
 
………………………………………………………
 
La luz que entra por la ventana me despierta. Me duele la cabeza, pero ese dolor no es nada en comparación con el que siento por dentro. ¿Cómo he sido capaz de besar a otro chico con tal de hacerle daño a Álvaro? ¿Qué pretendía? Me siento sucia. Y mis amigas ¿Qué pensarán de mí? Soy una imbécil. Una miserable y asquerosa imbécil.
—Sofía, han venido tus amigas a verte —me informa mamá abriendo la puerta de mi habitación.
—Gracias, mamá, diles que pasen —menciono sin poder mirarla a la cara.
—Pensamos que no te encontrarías muy bien después de lo de anoche. Pero si quieres estar sola lo comprenderemos.
—Tranquila, Julia. Me alegra que estéis aquí. Eso quiere decir que al menos no pensáis que soy la peor persona que hayáis conocido.
—Pero ¿qué dices alma de cántaro? Que se te fue un poco la pinza… pues sí… Pero, de ahí, a que seas la peor persona del mundo mundial… Tampoco hay que exagerar —dice Irene con tono burlón para hacerme reír.
—Qué vergüenza… No sé cómo pude hacerlo, en serio. Pero cuando vi a Álvaro allí, pensé que estaría con alguna chica y no lo pensé.
—Estaba allí en el cumpleaños de un amigo. Nosotras sabíamos que iba a estar allí, por eso dijimos de ir. Jamás pensamos que pasaría todo esto. Si tienes que enfadarte, hazlo con nosotras, creíamos que así podríais hablar y solucionar las cosas —declara avergonzada Julia.
—¿En serio sabíais que estaba allí? Y ¿por qué no me lo dijisteis? ¡He hecho el mayor de los ridículos!
No puedo estar más furiosa.
—Sofía, ¿cómo íbamos a pensar que le plantarías los morros al primo de Hugo? ¡Si ni siquiera es tu tipo!
—¡Y yo qué sé! ¡A lo mejor quise demostrarle lo que duele ver lo que yo vi!
—¿A lo mejor? —cuestionan las dos a la vez.
—¡Sí! ¡Lo hice por eso! Me mata el dolor que siento cada vez que viene a mi cabeza esa maldita imagen de él con Vanesa. Lo siento si ahora pensáis que soy una miserable sin escrúpulos ni corazón. Pero no puedo más. Lo quería con toda mi alma y me traicionó.
Y en un mar de lágrimas que no puedo contener me dejo caer en la cama, inmersa en la mayor de las tristezas.
—Tranquilízate, Sofía. Ya verás como todo tiene arreglo. Solo fue un beso. Tampoco es para tanto, ¿no?
—Un beso también lo estropeó todo, Julia —subrayo acurrucándome a mi almohada, deseando que todo sea un sueño, un mal sueño.
………………………………………………………
 
Suena mi móvil. El nombre de Eva parpadea en la pantalla.
—Se acabó, Sofi.
—¿El qué se ha acabado? ¿Qué pasa, Eva? —pregunto confusa.
—Mario y yo lo hemos dejado —añade Eva por fin.
—Pero... ¿qué ha pasado?
—Me llamó y en seguida supe lo que me quería decir, lo conozco demasiado… Y, total... sabía que tarde o temprano esto pasaría. ¿Cómo pudimos pensar que una relación a distancia iba a funcionar? Es absurdo.
—No pregunto cómo te encuentras porque me lo imagino. Pero ya sabes que me tienes aquí, ¿vale? Aunque ahora mismo no sea la más indicada para dar consuelo.
—¿Por qué? ¿Qué te ha pasado? —se interesa Eva, preocupada.
—Mejor dicho, qué no me ha pasado…
Y, como puedo, le cuento cómo hice la mayor estupidez de mi vida.
 
………………………………………………………
 
Mamá, Claudia y yo hemos salido de compras. Sin ánimo alguno, he accedido a ir con ellas. No quiero que mamá empiece a interrogarme sobre qué me pasa. Actuaré fingiendo estar a las mil maravillas.
Claudia va cargada de bolsas. Mamá no se queda atrás. Aunque ella también lleva cosas para papá.
—¡Qué vestido más bonito! Te tiene que quedar genial, cariño. ¡Anda, pruébatelo! —dice mi madre al pasar por un escaparate.
—Sí, Sofi, ¡pruébatelo! ¡Así luego podré ponérmelo yo también! —refiere riendo Claudia.
—¡Tú ya llevas bastante! Anda, Sofía, entra y pruébatelo.
—Mamá, muchas gracias, pero no tengo ganas de probarme nada.
—No pienso aceptar un no por respuesta. Así que ¡ala! ¡Para dentro!
La verdad es que es un vestido precioso. Pero con la mala cara que tengo, no creo que hoy ni el más precioso de los vestidos me quede bien.
Entro al probador y oigo unas voces que me resultan conocidas.
—¿Te acuerdas de la cara que puso la estúpida de Sofía cuando nos vio besarnos a Álvaro y a mí en la acampada? La muy imbécil se lo tragó todo. Al principio, no estaba muy segura de si el corderito de Álvaro caería en la trampa, pero cuando lo vi llegar al lago supe que todo iba a salir bien.
Mis pies se quedan clavados al suelo. Quiero chillar. El corazón me va a explotar.
—Fue buenísimo, Vanesa. Todavía recuerdo que por poco me pillan sus amigos entrando en su tienda cuando dejé la nota.
—Lo mejor de todo fue ver cómo se quedo el tonto de Álvaro cuando lo besé... «¿Vanesa? ¿Qué haces?». El muy pánfilo temblaba y todo. Seguro que la sosa de su novia no le había besado así en su vida.
—Eres una maldita cerda, Vanesa —digo abriendo de golpe la cortina de su probador.
Laura se queda blanca en un segundo.
—Ya te lo dije. Quien ríe el último, ríe mejor —me suelta Vanesa con una sonrisa que me dan ganas de romper.
—Da gracias a que fuera esté mi madre, porque te juro por Dios que ahora mismo te arrancaba todos los pelos de tu asquerosa cabeza.
Salgo de la tienda intentando poner la mejor de mis caras.
—Pero, cariño, ¿y el vestido? —pregunta mamá al verme salir con las manos vacías.
—No había de mi talla. ¿Podemos volver a casa, por favor?
—Claro, mi vida. ¿Te encuentras bien? Estás pálida.
—Se preocupa mamá.
—Sí, sí. Estoy bien, solo estoy un poco agobiada por tanta gente —miento.
 
………………………………………………………
 
El camino a casa ha sido eterno. No sé cómo he podido aguantar sin romperme en 1 000 pedazos.
¡Dios mío! ¡Qué he hecho! ¡Álvaro decía la verdad! Y yo...Y yo... ¡Lo he estropeado todo!
¡Estúpida! ¡Estúpida!

Tengo que llamarlo. Sí. Necesito hablar con él.
Un tono, dos, tres.... Llamo, llamo y llamo y no hay respuesta.
Mando un mensaje.
«Álvaro, sé toda la verdad, tenemos que hablar»
Espero hasta la desesperación.
«Contéstame, por favor, necesito que hablemos»
Nada. Y mi angustia crece a cada segundo que pasa.
«Lo siento, mi cielo»
Y, al mandar ese último mensaje, me desplomo en el suelo, dejando que todo el sufrimiento que siento por dentro salga de mí en forma de lágrimas.
Lo he perdido para siempre. Ahora sé lo que él sintió durante todo este tiempo.
Jamás me perdonará lo de Javier.
El sonido de mi llanto es interrumpido por un zumbido que procede de mi móvil.
«Nos vemos dentro de una hora en el Seven»
¡Quiere que nos veamos! ¡No todo está perdido!
 
………………………………………………………
 
He llegado antes de la hora. No quería llegar tarde. Él aún no ha llegado.
Minutos más tarde, lo tengo sentado frente a mí. No me mira. Solo se limita a mirarse las manos.
—Álvaro, lo sé todo. Me he enterado hoy mismo. Escuché a Vanesa y Laura...
—Yo te lo quise contar muchas veces —dice Álvaro, cortándome.
—Lo sé, pero yo pensaba que tú y ella...
—Jamás te hubiera fallado, Sofía.
—¡Pero yo os vi!
—Como ahora bien sabes, fue toda una trampa. Vanesa y Laura dejaron una nota en mi tienda haciéndose pasar por ti. ¿Sabes cuántas veces me he machacado por no haber reconocido que no era tu letra? ¿Por haber sido tan imbécil de haber caído en esa encerrona? —hace una pausa y continúa—. Luego llegué al lago y todo estaba muy oscuro, ella me hizo una señal con la mano y yo me acerqué pensando que eras tú. No me dio tiempo a nada, solo sé que cuando me di cuenta de que era ella estuve a punto de hacer una locura. Salí corriendo para ir a hablar contigo, pero ya no pude. Me apartaste de tu vida al segundo, sin ni siquiera poder darte una explicación. Pero ahora eso ya no importa. Ya no importa nada.
—Sí importa, Álvaro. Yo te quiero —le aseguro.
—¿Me quieres? —pregunta mirándome por primera vez a los ojos en todo el rato que llevamos juntos.
Están llenos de dolor.
—Ya vi la otra noche lo mucho que me querías —recalca, dolido.
—Lo siento, soy una imbécil. Lo hice sin pensar. Estaba dolida. Pensaba que me habías engañado —Trato de disculparme como puedo.
—Ahora ya sabes la verdad. Tengo que irme.
—Álvaro, por favor, no te vayas.
—Adiós, Sofía.
Y si alguna parte de mi corazón aún no se había roto, en este momento lo ha hecho.

 

SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora