Amor Bonus [1]

8- Bfs' talks...

"—I like u.
—U don't know me...
—I want to, though."

a, xx.

Aaron Taylor.

Ese día desperté en la playa, junto a Daphne, yo con la camisa desabrochada y ella con la falda algo subida. No hicimos nada... de eso. Solo nos besamos hasta que anocheció y bueno, nos quedamos dormidos en la arena.

Daphne todavía dormía cuando yo ya había despertado. Estaba apoyada su cabeza en mi pecho y su mano también estaba en este. Tenía el cabello suelto y con el aire de la playa se mecía.

Le acaricié las mejillas, yo... Casi pude verla. A ella. En todo su ser.

Mientras recorría su cara con los dedos, me di cuenta. Me estaba enamorando de ella.

"Los amores de verano son una mierda, tío, siempre acaban mal", me dijo una vez Dylan. Pese a que él nunca quiso por ese entonces a nadie románticamente, esa frase me marcó. Y se me repetía siempre cuando estaba con Daph.

Pero yo era un alma libre, era un tío al que le gustaba el surf, así que intentaba dejarme llevar y sobretodo; amarla.

—Buenos días –murmuró sonriendo. Todavía tenía mis dedos sobre sus labios.

—Buenos días –dije yo también, murmurando —. Eres preciosa.

Ella me miró adormilada con sus ojos verdes. Y sonrió. Lo vi. Se sentía bien.

Su teléfono comenzó a sonar, rompiendo la magia del momento.

—Mierda, es Jules –dijo, descolgando.

—¿Se puede saber donde mierdas estás? Llevas fuera desde las siete de la tarde de ayer, ¡y son las doce del mediodía!

—Perdona, estoy bien, enserio, estoy con Aaron –le contestó —. ¿Mi madre ha dich...?

—Oh, tu madre te va a matar y yo después de descuartizaré.

Daphne me miró con cara de "¿qué cojones?" y yo solo solté una risita.

—¿Estás en la calle? –preguntó de repente Daph.

—Eh... sí.

—¿A las doce del mediodía? Nunca sales antes de las cuatro de la tarde. Y no me digas que estabas buscándome porque sé cuando mientes, y lo sabré –dijo.

Hubo un silencio al otro lado de la linea.

—He estado con Harper –murmuró —. Le he acompañado a tera... A un sitio.

Daph se lo pensó, pero después dijo;

—Vale, quedamos en el apartamento en media hora.

Y colgó, girándose hacia mí.

—Me tengo que ir.

—Lo he deducido –bromeé.

Ella sonrió mientras se ponía de pie, arreglándose un poco.

—¿Estarás bien? –yo me puse de pie —. Sin mí, digo –me dijo Daph.

—Oh, no, voy a estar llorando como una magdalena y escribiendo cartas que meteré en botellas de vino antiguas, mandándolas a alta mar... –suspiré irónicamente.

Daph se rió y me abrazó mirándome, mientras apoyaba su barbilla en mi pecho y me sonreía.

—Estas muy guapo con el pelo así de despeinado.