Los tres días que tuvo para prepararse y enfrentar al reino del Sur pasaron demasiado rápido.
Por la pequeña hendidura de su casco logro ver los reconocidos hogares que solía ver junto a Gojo cuando aún era un príncipe. Los árboles de copa alta y el ruido que causaban debido al viento hizo que la nostalgia se posara en su corazón.
Agarro con más fuerza las riendas para mantener el curso de su caballo.
A su lado derecho estaba Geto junto a Hino callados como de costumbre, y del lado izquierdo Toge admirando la cálida vista del hermoso paisaje que describía al reino del Sur.
Al entrar al pueblo concurrido por gente de alto rango, o con los vienes más ostentosos, todas aquellas miradas se posaron en ellos. En realidad, no era común ver guerreros caminando libres por las calles, y menos si estos llevaban consigo sus grandes armaduras.
-¿Por qué los mercenarios están aquí?
-Seguro vienen a exigir dinero.
Burlas, enojo y miedo era lo que veían en sus ojos, nada más que eso.
Continuaron con su trayecto un par de metros hasta llegar a las enormes puertas del reino, el hogar de la familia Gojo. Ahí fueron recibidos por una gran cantidad de guardias reales y entre ellos, Yuuji pudo identificar a uno.
Le era casi imposible olvidar el rostro del hombre que mando Gojo a su residencia para confirmar que no esperaba un hijo suyo. Sus negros ojos lo recibieron con la misma aura de desconfianza e irritabilidad, aunque ahora no tratara de esconderlo.
Descendieron de los caballos, y no se espero menos de Toge quien le hizo frente quitando su casco y desafiándolo solo con la mirada.
-Lamentamos nuestra actitud-comento Hino, antes de comenzar cualquier otra tragedia-. No ha sido una de las mejores recibidas.
-Los mercenarios jamás serán bien recibidos-dijo Yuta con soberbia.
-Y aún así nos necesitan-devolvió Toge manteniendo la mirada.
La risa estridente de Hino rompió todo el aire tenso entre los dos.
-Nos encantaría que nos guiara hasta donde el rey-dijo colocándose entre ellos-. Hasta donde sé, él nos esta esperando.
Yuta observo a Hino por unos segundos para volver a ver los claros ojos marrones de Toge.
-Síganme-dijo finalmente.
Los cuatro siguieron al guardia real, mientras que las temblorosas manos de Yuuji se aferraban con fuerza sobre la corta correa que pasaba por su palma para sujetar la armadura que cubría su brazo.
Pasaron por varias puertas bien conocidas por Yuuji, la presencia de Geto a su lado fue reconfortante y aligeraba su ansiedad. Caminaron sin detenerse hasta que supo a donde se dirigían.
-Nos lleva al salón principal-susurro a Geto-. Creí que nos llevaría a su sala de reuniones.
Lo único que obtuvo de Geto fue una mirada tan confusa como la suya.
Al abrirse las puertas, Yuuji no sabia como respirar. De pronto el aire se agolpo en su pecho dificultándole la respiración.
Geto a su lado se acerco más para posar una de sus manos en su espalda y susurrarle que todo estaría bien, a pesar de la situación repentina que estaba en frente.
Yuuji contuvo la respiración y conto hasta cinco para exhalar y continuar con el proceso. Se mantuvo así hasta que pudo notar como todos los presentes no hablaban y solo trataban de averiguar cual, de los tres hombres presentes, sin contar a Hino quien ya se quito el casco, era el hombre que era poseedor del poder del nigromante más talentoso y temido por todos.