Emeritus se fue dejándome sola, confundida y preocupada. Omega le dijo que los ángeles lo querían muerto y yo me sentía asqueada pues se supone que los ángeles eran protectores, eran bondadosos y seres divinos, no asesinos. O al menos eso creía hasta ese día.
Me puse la pijama, no tenía manera de contactar a Emeritus así que tendría que esperar nerviosa y asustada para que él apareciera en la noche.¿Y si no aparecía? Si los ángeles lograban...
Tres golpes en la puerta me sacaron de mi ensoñación, recordé la vez que el demonio llegó hasta el monasterio. Me acerqué con cuidado de no hacer ruido para que sea lo que sea que estaba afuera de mi habitación se retirara, sin embargo nuevamente tocaron.
—¿Eleena? —dijo la hermana superiora Greta, tapé mi boca para que no hacer ruido—. Eleena, sé que estás despierta. Necesitamos conversar de algo de suma importancia.
Maldije internamente y abrí, ahí se encontraba la hermana Greta, su rostro apacible como siempre, en cuanto me vio se dio la media vuelta y comenzó a caminar, nos dirigimos a su despacho. Una vez dentro se sentó en su silla forrada de piel, sacó del cajón de la derecha una cajetilla de cigarros, me ofreció uno el cual no acepté. Sonrió sin llegar a mostrar los dientes.
—No aceptas un cigarrillo pero sí te metes con un hijo de Nihil, qué gracioso.
Yo permanecía de pie, pasé saliva ante su comentario. Mis ojos parpadearon mientras la veía.
—No sé de qué habla, superiora Greta.
Relamió sus labios, se echó hacia atrás recargandose en la silla sin dejar de mirarme, la pequeña capa blanca de sus ojos me ponía nerviosa. Mis manos comenzaron a sudar.
—Te sorprenderá saber cómo se maneja el cielo y el infierno, no hay secretos y las noticias corren muy rápido.
—Hermana Greta, no creo entender lo que me quiere decir. Regresaré a mi habitación.
Hice amago de irme, sin embargo se puso de pie rápidamente para llegar hasta mi, negó con la cabeza. El ambiente se ponía pesado, me costaba un poco respirar y ganas inmensas de llorar me atacaron.
—¿Crees que no sé lo que has hecho durante los últimos dos meses? ¿Crees que no conozco a Emeritus? —me había sorprendido pero intenté ocultarlo—. Lo conozco mejor que tú y te daré el mejor consejo de tu vida, aléjate de él. No puedes esperar nada bueno del infierno, Eleena, aunque el sexo sea bueno.
La hermana Greta encendió entonces el cigarrillo, le dio la primer calada y exhalo el humo mientras me miraba, sus ojos me estudiaban a la perfección, mirándome atentamente con cada movimiento. Me perturbaba y ella era consciente de ello. Sin embargo, ya no dejaría a nadie más dirigir mi vida, ni siquiera a mi miedo. Estaba decidida.
—El amor puede hacer cambiar muchas cosas y soy creyente de ello.
—Oh, estás enamorada —dijo subiendo las cejas—. Bien, pues creo que no sabes de hombres, todos mienten, te engañan, te hacen daño y después de utilizarte te abandonan como si no les importaras. Y Emeritus no es diferente.
Me hirvió la sangre, ella no conocía a Emeritus, sonaba a alguien con resentimiento, quizá alguna vez le pasó, quizá a ella le habían hecho algo parecido y pensaba que todos eran así. Me acerqué a ella más de lo normal, el humo de su cigarrillo invadió mis fosas nasales, no había cambiado esa expresión de burla pues las comisuras de sus labios aún se estiraba en una sonrisa macabra.
—Pero no conoces a mi hombre —dije mirándole directamente, sin titubeos, tragandome el nudo en la garganta—. No has visto a mi hombre.
Y entonces su boca se transformó en una sonrisa amplia, rió fuerte y se alejó a la ventana haciendo resonar los tacones de sus zapatos. Se tomó unos segundos para después girar nuevamente a mí. Otra calada a su cigarrillo.
—¿Emeritus? ¿Tu hombre? No sé si estamos hablando del mismo pero a él no le gusta que le digan así, de hecho lo odia. Emeritus no es de nadie, por ahora está contigo porque eres su juguete nuevo, eras virgen y te está utilizando... Así como me utilizó a mí.
No esperaba aquello confesión, fue como si un balde con agua fría me cayera encima, mi respiración se aceleró. Había entrado en un estado de shock. De pronto sentí una mano tomar mi muñeca, la expresión de Greta fue por un segundo de sorpresa y después nuevamente burla, diversión, para ella todo era eso.
—Eleena, vámonos —la voz de Emeritus llegó hasta mis oídos, lo miré—. No es un lugar seguro.
Parpadee rápidamente, Omega estaba detrás en la puerta con mis maletas, esperándonos. Asentí para después darle la última mirada a la hermana Greta y salir de ahí.
—¡No olvides quién es Emeritus, Eleena! Y no digas que no te lo advertí.
Omega me sonrió levemente con los ojos haciendo una pequeña reverencia, tomó mis maletas y caminamos hacia la salida. En todo el camino a la salida las palabras de Greta hacían eco en mi cabeza, la idea de ella y Emeritus estando juntos me perturbó más de lo que cualquier cosa en el pasado a decir verdad.
Las noches afuera eran frías.
Susann apareció ante nosotros en la puerta de la salida, con su distinguida cabellera rubia muy bien peinada y su pijama ajustada, tenía un muy buen físico y pude notar que Omega también pensaba lo mismo por la manera en la que la vio.—¿Te vas? —me preguntó con tristeza. Ella sabía absolutamente todo, sabía de Emeritus y sabía que todas las noches nos veíamos.
—Sí, Susann, lo siento por dejarte sola. Sabes que eres mi única amiga y la única persona que estuvo conmigo estos años. Te quiero.
La abracé fuertemente sin esconder las lágrimas que corrían por mis mejillas pues Susann, aunque me sacara de mis casillas algunas veces siempre estaba para mi, era una buena amiga y sin ella, aunque no lo admita en voz alta no me hubiese atrevido a estar con Emeritus.
—Me alegra que ya no tengas pesadillas —sonrió pero también estaba llorando—. También te quiero, hermana y no lo digo como hermana de religión si no como una hermana de verdad.
Volvimos a abrazarnos, lo único triste era dejar a Susann atrás, era la única que extrañaría. Suspiré dándole un fuerte apretón en ambas manos.
—Gracias por todo, Susann.
Para mi sorpresa había una carroza frente al monasterio dónde nos esperaba Alpha con la puerta abierta, una vez arriba me asomé por la ventana para despedirme con la mano de Susann, Emeritus a mi lado dio indicación de irnos y los caballos comenzaron su camino. Limpié mi rostro y me acomodé en el asiento. Emeritus tomó mi mano apretandola un poco, entonces en ése momento y ya con la mente despejada se me vinieron muchas preguntas a la cabeza.
—Conozco esa expresión, Eleena, deja de preocuparte. Todo estará bien.
—¿Y a dónde iremos? Jamás había salido del monasterio, no tengo familia, hace tiempo no sé nada de mi hermana y...
Su mano enguantada acarició mi mejilla haciéndome callar, instintivamente me restregue en ella cerrando los ojos y suspirando. Me relajé por completo y abrí los ojos nuevamente.
—No, cariño, duerme. Es tu primer viaje hacia el infierno y será pesado para ti.
Y entonces me sentí estúpida por no recordar a dónde iríamos. Emeritus pertenecía al infierno y yo pertenecía a Emeritus. Estaba asustada, jamás había visitado el infierno, ¿eso significaba que moriría?
A pesar de la incertidumbre a lo desconocido sabía que con Emeritus no corría peligro, el era el rey del inframundo y yo no podía estar en mejores manos que las del rey. Estaban los ghouls que cuidarían de mí y lo más importante era que todo era que estaría a lado de Emeritus. No tenía idea de lo que se avecinaba.
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ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO [EMERITUS III]
Fanfiction[EDITANDO] ¿Qué pasaría si una monja se encuentra con un ser del bajo mundo? Bueno, eso no es preocupante, pero qué pasaría si esa monja y ése ser se enamoran perdidamente... Maldad... Bondad... Caos... Destrucción... Paz... Una guerra entre el ci...