Había caído la noche, las estrellas brillaban en el oscuro firmamento y Omega ya se encontraba en el monasterio, había estado oculto entre las sombras cuidando a Eleena pues era su día de guardia. Fue inevitable no fijarse también en la otra monja que la acompañaba casi a todas partes, su amiga, había escuchado su nombre un par de veces pues Eleena le había platicado de ella. Incluso en sus rondines pasaba por su habitación, sólo para cerciorarse que todo estuviese en orden, sabía que era alguien sumamente importante para Eleena.
El hábito en la rubia se veía espectacular, aunque seguramente ese cuerpo tendría que lucir mucho mejor con ropa normal y más agradable. Finalmente el día para las monjas había terminado y Eleena pudo subir a su habitación, se sonrieron.—Hola, Omega —dijo ella cerrando la puerta con seguro.
—Hola, Eleena. Aprovecharé para dar un rondín mientras te dejo para que puedas tener un poco de privacidad mientras te cambias.
—Eres muy lindo, muchas gracias y ten cuidado, la hermana Greta puede andar por ahí.
Omega asintió saliendo, cada ciertos metros había luz para que el monasterio no estuviese cien por ciento oscuro, sin embargo era lo suficiente para poder esconderse con facilidad y desplazarse por el recinto sin dificultad. Pasó por las habitaciones, la última era la de Susann, se escuchaba el agua de la ducha correr, se relamió con la idea de la rubia bañándose. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos debatiendo si dar un vistazo o no que no se percató que habían cerrado la llave y ahora Susann lo miraba con los ojos y la boca abiertos, sorprendida y asustada.
—¿Qué diablos?
Escuchó y entonces sus ojos grises se encontraron con los ojos azules, su pantalón apretaba en su zona íntima y se golpeó mentalmente. Debía revisar que no hubiese ningún peligro en lugar de estar pensando en la monja y su cuerpo desnudo, mientras el agua recorría libremente sus curvas y bajaba por sus muslos. Sí, ya estaba excitado.
—¡No grites!
Susann escuchaba sus propios latidos en sus oídos, cualquiera se asustaría al ver a un demonio en su habitación.
—¿Quién eres?
El ghoul tenía ambos brazos levantados, mostrando las palmas de sus manos para que Susann no pensara que quería hacerle daño, de hecho causarle daño era lo último que querría hacerle en ése momento. Las gotas caían de su largo cabello rubio mojando la madera del suelo y otras se perdían en la toalla rosa que llevaba alrededor de su delgado cuerpo.
—Uh, mi nombre es Omega, soy un ghoul y no quiero hacerte daño. Es solo que debo cuidar a Eleena y...
—¿Eleena? —habló Susann entrecerrando los ojos mientras recordaba—. ¿Omega...?
Omega bajó la vista al suelo, hizo una reverencia mientras ponía su mano en el pecho.
—Recibe mis disculpas por aparecer así y asustarte. Esa jamás fue mi intención.
Susann entonces relajó sus músculos, su corazón bajó su ritmo hasta uno normal, a veces se le olvidaba que su mejor amiga recibía visitas del rey del inframundo. Recordaba a Omega por lo que Eleena le había contado, así que se dirigió a su tocador para comenzar a cepillarse el cabello.
—Yo sé quién eres —asintió ella, haciendo que Omega abandonara su postura y la mirara—. Eleena me ha hablado de ustedes.
—¿Ah sí?
—Claro. Pero no me había dicho lo sexy que te veías.
Omega trago saliva, no se esperaba aquello ni el acercamiento de Susann, ella era más baja que él así que cuando estuvo un metro de él tuvo que bajar la mirada. Observó cómo ella mordía su labio inferior y le miraba lasciva, se sintió atraído hacia el ghoul, la máscara, sus ojos grises y lo oscuro al rededor de ellos, el traje que le daba de cierto modo una presencia elegante.
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ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO [EMERITUS III]
Fanfiction[EDITANDO] ¿Qué pasaría si una monja se encuentra con un ser del bajo mundo? Bueno, eso no es preocupante, pero qué pasaría si esa monja y ése ser se enamoran perdidamente... Maldad... Bondad... Caos... Destrucción... Paz... Una guerra entre el ci...