CAPITULO I

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El color del ocaso estaba tan hermoso como triste. El cielo se había convertido en un paisaje de tonos pastel, provocando que las pocas nubes que aun circulaban por él, se asemejaran a ligeros algodones de azúcar; mientras que en la tierra el aire era tan pesado como el plomo.

El funeral de Gabriel había iniciado a las cuatro la tarde del viernes. LeBlanc había sido notificada que todo estaba en orden respecto a la muerte del joven; y que desafortunadamente no habían sido capaces de encontrar ningún familiar a quien informar de la noticia. Por lo tanto, y aunque no muy convencida de que fuese lo mejor, permitió que Daniel se hiciera cargo de todo.

Para el mayor de los Cábala, esto fue más difícil de lo que esperaba. No solo se trataba de sus propias emociones en juego; las cuales afectaban de forma directa su modo de actuar; sino todo en general. Su cuerpo aun resentía los efectos de la batalla en la comisaría; y aunque según Luc, el herirlo con veneno del "Sueño de Morfeo" le ayudaría a mantener las voces de los Serafines apagadas, de vez en cuando aún podía escucharlos susurrando tras su espalda. Era raro.

Y por sí todo eso fuera poco, estaba Vioelta. Su hermana había entrado en un estado de calma y control tan impresionante, que tenía a todos sorprendidos; a todos menos él. Y aunque le hubiese ayudado a hacerse cargo del funeral, y mantuviera una pose de aparente cordura; Daniel sabía muy bien la bomba de tiempo que en realidad era. En especial luego de saber que Leo había sido quien asesinara a sus padres.

Por otra parte, la noticia de la muerte de Gabriel había sido televisada debido al accidente de auto; y si bien era cierto que el Café Monster tenía una reputación dudosa, el nefilim había logrado ganarse el cariño de muchos de sus clientes, y trabajadores; por eso no se extrañaron al ver cuanta gente comenzó a llegar para decir el último adiós.

-¿Todavía no han tenido noticias de su abogado?-. Azahín se acercó por su espalda, a su lado derecho; sacándolo de sus cavilaciones.

Daniel ni siquiera se giró para verlo. Sabía que era un demonio y dueño de "La Torre de Babel", gracias a Mirza; y que estaba allí para vigilar que nada raro pasara. La verdad, para él solo era un nombre más en la lista de demonios cerca.

-No.

-Es extraño. Aunque es posible que sea por qué todo ha sido muy repentino.

-Gabriel era abogado-. Una mueca de disgusto se adueñó del rostro de Daniel. No le gustaba dar información no pedida; pero tomando en cuenta que este demonio estaba prácticamente en la misma situación que alguna vez estuvo su amigo, siendo dueño de un local en el mundo de los humanos; simplemente las palabras fluyeron. -Seguramente él se hacía cargo de sus propios asuntos.

El íncubo hizo una ligera reverencia a una joven que pasó frente a ellos, y dejó la sonrisa que estaba por dibujarse en su rostro solo en su mente. Tenía que guardar las apariencias... y apegarse a las órdenes de Damon.

-Seguramente; pero no era idiota-. Esto por fin hizo que el joven enfocara sus ojos en él. Ojos de Profeta, pensó el demonio mientras los eludía. -Créeme, alguien aparecerá pronto-. Sentenció antes de irse.

Daniel se llevó una mano hasta su cabello para sacudirlo; si no estuviera tan terriblemente cansado, probablemente le habría hecho detenerse y explicarle que rayos quería decir; pero como a duras penas lograba no dar la apariencia de un zombi, simplemente tuvo que dejarlo pasar. Sin embargo, al darse cuenta de toda la gente que estaba dentro del que ahora parecía un muy pequeño lugar, un horrible recuerdo llegó a su mente.

Él se giró para buscar a su hermana, y cuando la encontró, el estado de dejá vu fue inevitable. Igual que cuando su abuela muriera, Violeta estaba sentada en el primer sillón que quedaba cerca del féretro, acompañada por algunos de sus amigos. Parecía estar manejando la situación bastante bien, tranquila, sin alterarse. Lo cual solo hacía que él se preguntara ¿En dónde estaba realmente la mente de su hermana?

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