CAPITULO XXIII

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El otoño se sentía más frío de lo normal, y las nubes en el cielo amenazaban con dejar caer una tormenta. Violeta había tenido que trenzar su cabello a causa de la humedad en el ambiente, pero con el viento en su contra, ahora varios mechones vagaban libres haciéndola maldecir; aunque francamente, su mal humor estaba más influenciado por el lugar donde estaba, que por la inutilidad de su peinado.

-Necesitas relajarte...-. Fue una sutil mezcla de sugerencia con demanda

-Estoy tranquila...-. Alegó luego de sacarse el pelo de la boca, meditando si debía soltarlo y recogerlo todo en una cola alta. Pero igual estaban por entrar al edificio

-Violeta...-. Daniel usó su nombre completo, para llamarle la atención.

-¿Qué? De verdad estoy bien... no voy a armar un escándalo si es lo que te preocupa...-. Al menos, no tenía planeado hacerlo...

-No me preocupa que armes un escándalo...-. Él se giró para observarla, y la tomó por los hombros para que quedaran de frente. -Bueno, un poco lo admito...-. Comentó para hacerla sonreír. -Yo lo que quiero es que estés bien; y se, sabemos, que adentro no nos esperan cosas lindas...-. Explicó retomando la seriedad inicial

Esa mañana, Daniel había puesto examen a uno de sus grupos en el dojo, por lo que terminó en su trabajo cerca de las 10 am. Le tomó al menos otros cuarenta minutos poder recoger a su hermana, por lo que ahora faltaba poco para que el medio día llegará; y esperaba que esta reunión no tomará más de una hora, ya que como presidente del consejo estudiantil, era su deber supervisar que todo quedara listo para el baile de la universidad esa noche.

Sin embargo, esas eran sus excusas formales en caso de necesitar una salida rápida; ya que en realidad, lo que menos quería era que Violeta se siguiera involucrando con los casos de suicidios. Fueran o no provocados por Leo, ella ya tenía suficiente cargo de consciencia, y nadie podía culparlo por intentar protegerla; era su deber después de todo.

Seguiría intentándolo sin importar que fuese un esfuerzo inútil, pues ciertas cosas ya era imposible borrarlas.

Una serie de imágenes desfilaron a través de la memoria de la exorcista, erizándole cada centímetro de piel; pero lo peor de todo era el recuerdo de haberlo visto en primera fila. Aquella joven lanzándose del puente era algo con lo que cargaría por el resto de su vida.

-No, no lo son. Pero esto tiene que terminar, así que... voy a estar bien...-. Sabía que no era la responsable por esas muertes; pero en el interior, en un lugar donde nadie más tenía acceso, ni siquiera su propia consciencia, la culpa por sus similitudes físicas con esas pobres chicas la atormentaba a cada segundo. Pero por más que doliera estar allí, cualquier cosa que ayudara a mantener a su hermano fuera de la lista de sospechosos, estaba más que dispuesta a hacerla.

-En ese caso, mientras más rápido entremos, más pronto saldremos...

Él agradeció internamente que al menos ya no intentara hacerse la fuerte, y la tomó de la mano para comenzar a subir las escaleras de la comisaría.

Susan los recibió en la entrada. Había estado al pendiente en cuanto él le mandó un mensaje para avisarle que estaban en camino; no tenía muy claro cómo podían resultar las cosas, pero si sabía perfectamente que Violeta se tomaba muy mal que alguien se metiera con su hermano, por lo que estaba un poquito demasiado nerviosa al respecto. La última vez que quiso medir sus límites, tuvo un vistazo del infierno.

No obstante, en esta ocasión se podía decir que contaba con un aliado inesperado. Luc, le había asegurado un par de minutos antes de que llegaran, que todo estaría bajo control... por su bien, esperaba que así fuera.

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