Con una mueca poco sofisticada, Violeta cedió su lugar como pareja de Daniel a una de sus tantas admiradoras; pero antes de que pudiera salir de la pista, Esteban la tomó por la cintura para bailar con ella.
Se estaba divirtiendo. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, estaba disfrutando de pasar el rato con sus amigos sin preocuparse por nada más; tal y como había dicho que haría. Motivo por el cual, David decidió que era mucho más sabio tomar una larga y lenta respiración para calmarse, que ir de nuevo hacia ella.
El abismo ahora dejaba ver poderosos tentáculos, que intentaban arrastrarlo hacia las profundidades: celos, deseo, miedo, desconfianza, rabia... cada sentimiento negativo que lo asaltaba en su necesidad por retenerla a su lado, hacía que la distancia entre él y la oscuridad se redujera considerablemente.
No obstante, el ángel había tomado una decisión al respecto, y solo por los labios de Violeta aceptaría caer, porque solo por ella, su perdición sería redención; y ni siquiera la tentación que sentía, sería más fuerte que su deseo por un beso para terminar con su divinidad.
Una resolución que le estaba costando más de lo que dejaba ver, especialmente cuando la exorcista estaba empeñada en evadir sus sentimientos, poniendo como excusa sus poderes. Pero no pensaba rendirse por algo como eso; de hacerlo, solo probaría que esa absurda teoría era cierta, y que lo que sentía no era real.
Sin embargo, él no era el único que tenía sus ojos puestos en ese objetivo.
Damon estaba sentado en las gradas, observando a Violeta bailar, cuando diviso a lo lejos al ángel. Últimamente había estado tan concentrado en el Profeta, que se olvidó de lo cerca que David estaba; y le gustara o no, subestimarlo era un error estúpido. Aunque se suponía que eso no era lo importante a tener en cuenta...
Que Mika hubiese dicho que tanto él como Leo eran considerados especiales en el cielo, ya hablaba bastante de lo que ese par deberían ser capaces de hacer; además, para prueba solo bastaba revisar la larga lista de pecados que se le estaban adjudicando al ángel cruel. Entonces ¿De qué sería capaz David?
Por lo pronto, estaba demostrando una fuerza de voluntad inquebrantable. Mientras pensaba en ello, se acercó lentamente hasta situarse a su lado.
-En cualquier otro momento, me habría burlado de tus gustos...-. Socarrón, le miró de arriba a abajo...
El ángel por su parte, se limitó a verlo de reojo, para después volver a enfocarse en Violeta. Trabajar con ese demonio era una encomienda del cielo por poseer el alma de la exorcista; solo que su presencia turbaba todavía más la ya compleja situación.
-Pero tenemos los mismos...-. Le cortó, sin referirse al tema elegido en sus atuendos; ambos sabían que ese no era ni de lejos, el punto en común
El demonio asintió complacido por la respuesta, al tiempo que se recargaba en la pared adquiriendo una posición más cómoda.
-No puedes estar con ella...-. No era quien para decir eso, más cuando una vez él mismo le dijo a Violeta que lo tentara... pero eso fue antes, antes de saber quién era, o mejor dicho, antes de conocerla... -Si sigues así, pronto caerás. Son sus poderes los que intentan encadenarte...
-Si eso fuera cierto, que no lo es...-. Estaba tranquilo, no cedería a una provocación tan burda. -Entonces es ella quien me quiere a su lado-. Violeta podía intentar resistirse a lo que ocurría entre ellos; pero sin importar que, el vínculo que tenían solo se estaba volviendo más fuerte a causa de sus propios deseos. Algo que había iniciado desde su primer encuentro, y que nadie podría evitar. -Es mía...-. Todo se reducía a eso. Era suya...