Capítulo 1: Nuestro juego

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Danna
Eran sobre las 8 de la noche y después de salir de la bañera enroscada en una toalla y con el pelo mojado suelto, me dirigí al balcón con dos vestidos en mis manos, para entrar por la puerta de atrás al cuarto de hermanito y esperarlo, para que me ayudara a elegir cual de los dos ponerme para la cena esta noche .
Llevábamos semanas en las que no nos hablábamos, solo nos comíamos con los ojos cuando nos encontrábamos y se estaba volviendo una tortura las ganas que estaban creciendo entre ambos , por lo que me propuse a ponerle fin a la historia.
Cuando entré en el cuarto sentí el ruido del agua cayendo desde el baño, y aunque quise evitarlo, no pude.
La puerta se encontraba abierta y me quedé unos segundos contemplando la vista que me daba ese hombre, su espalda llena de tatuajes y el agua corriendo por todo su cuerpo, dejé caer la toalla y avancé hasta él.
-Te acompaño - le dije mientras empezé a recorrer su espalda con mis manos.
-Mierda- siseó y al voltearse y poner su mirada en mí, acabando con el espacio entre nuestras bocas y tomándome por las piernas para subirme a horcajadas en su cintura, supe, que él me haría saber lo que era ser consumida por la llamas de nuestro infierno.
Me comía la boca desesperadamente dejándome sin aire, lo que me confirmó que el también había contenido las ganas de haber hecho esto antes.
Sentí su erección en mi vientre , y mi entrepierna solo pedía sentirlo.
Tomé su miembro con una mano y lo acaricié para luego penetrarme yo misma, él gimió y comenzamos a movernos con la necesidad de sentirnos.
Me dejó en el suelo y no me dio tiempo a sentir su ausencia, me volteó poniéndome contra la pared, y me penetró de una estocada, que hizo que se me escapara un grito de placer. Comenzó a embestirme duro, sin contemplaciones y en menos de 10 minutos me tenía corriéndome sobre su polla.
Salimos de baño mientras seguía besándome, dejándome en la cama, se agachó abriendo mis piernas de par en par y pasó su lengua por toda mi raja limpiando los estragos del pasado orgasmo, comenzó a comerme el coño, despacio, impidiendo que me volviera a correr, me hizo suplicar por volver a sentirlo dentro de mí, y volver a correrme.
Luego tomé yo el control, dejándolo recostado en la cama, bajé y tomé su falo en la mano saboréandome, para luego empezar a lamerle la punta, su mirada era lujuria pura, y se descontroló cuando vio que solo jugaba con su cabeza, por lo que me cogió del pelo y en menos de un segundo me la metió hasta la garganta, empezó a follarme la boca marcando su ritmo para terminar viniéndose, en mis tetas.
Entramos al baño nuevamente, para limpiarnos y regresamos a la cama acostándonos desnudos uno al lado del otro con las piernas entrelazadas, el recorría mi espalda con sus dedos mientras me miraba disfrutar de sus caricias.
- No sabes lo que acabas de desatar-  dijo
- Desaté, lo que nunca tuvimos que contener, y si hubiera sabido que iba ser así, nunca me hubiera privado de sentirlo .
- Lo sé esto tenía que pasar, si no eras tu era yo, quien te buscaría.
- Entonces , solo hagamos lo que nos prometimos desde niños, vivir como almas libres que somos, sin importar el mundo.
Y lo besé, aunque no muy profundo porque sino nos tomaría otra hora más para bajar a cenar.
Tomé los dos vestidos que traje y le pregunté cual de los dos ponerme, y como imaginé, prefirió el rojo que era ajustado a mi cintura y después suelto, llegandome hasta la mitad de mis piernas.
Volví a mi cuarto para alistarme, me maquillé levemente y opté por ponerme un hilo rojo de encaje, ya que el vestido no necesitaba sujetador.
Mis padres habían organizado una cena de negocios, ya que en unos días Sthep cumpliría 21 años y papá le cedería uno de sus clubes, por lo que debía presentarlo con algunos de sus socios para que se fuera adentrando en su mundo.
Cuando iba a bajar me encontré con mi hermanito al inicio de las escaleras, quien llevaba una camisa blanca y unos jeans negros, que le daban un aire seductor, nos tomamos de la manos y bajamos juntos a recibir a nuestros invitados.
Ese fue el primer pecado, de mi larga lista, mi entrada al paraíso o al infierno, según la perspectiva, el inicio de nuestra vida sin tabúes, de nuestro perverso juego.

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