A la mañana siguienteKate no sabía exactamente cuanto tiempo llevaba mirando dormir a Yelena. Esta era el recorrido número un millón que la pelinegra hacía con su mirada sobre el cuerpo de su novia.
Yelena estaba tendida boca abajo abrazando una de las almohadas, y estaría completamente desnuda si no fuera porque la rubia insistió en que tenía que ir al baño y cuando volvió venia con ropa interior puesta en una especie de intento de calmar a la deportista, intento que no funcionó muy bien porque Kate hizo de las suyas y logró sacarle la prenda de arriba a su novia y se dedicó a entretenerse con los pechos de su chica.
Por eso ahora Yelena vestía solo una diminuta bombachita blanca por supuesto. Prenda que Yelena consiguió negociar con la pelinegra para que se la dejara puesta.
Con su mano, Kate empezó a recorrer el cuerpo de la chica. Le gustaba, mejor dicho le encantaba ver contraste de su mano morena con la piel clara de su novia. Cuando estaban juntas no se notaba tanto, pero en la intimidad de la pieza, bueno y en otras habitaciones también, era cuando Kate se daba cuenta la verdadera diferencia de color entre las pieles.
La primer parte que recorrió con sus dedos fue las piernas de la artista. La pelinegra sabía que a Yelena no le gustaban sus propias piernas, más de una vez se lo había dicho, y Kate aseguraba no poder entenderla. Eran perfectas.
Totalmente proporcionales a su cuerpo. De hecho, uno de los momentos preferidos de Kate era esperar a que Yelena se bañara y luego entrar en la pieza sin hacer sonido alguno y quedarse embobada mirando como su novia en cremaba sus piernas.
Esto jamás iba a salir de la boca de Kate, pero las piernas de la rubia eran la alfombra roja perfecta para la parte preferida de ella, La cola de Yelena. Parte que la pelinegra empezaba a recorrer con su mano.
Su dedo índice contorneaba la única ropa interior que le quedaba a la artista. Kate sabía que su novia era conciente del poder que tenía sobre la pelinegra cuando meneaba sus caderas, la rubia lo sabía y lo manejaba como ella quería. Había veces que Kate trataba de negarse, pero simplemente no podía.
Bastaba con que Yelena moviera las caderas y la pelinegra estaba lista para subir a un piso veinte y tirarse de cabeza a una fosa llena de pirañas hambrientas. La deportista suspiró y sacó la mano de ese lugar para llevarla a la espalda de su chica.
Como buena deportista, la pelinegra podía distinguir varios músculos de la espalada de su novia, de hecho, los repasó uno por uno con su mano, su chica todavía tenía rasgos de porrista y eso la volvía loca.
Decidió parar su recorrido, demasiada tentación para ella y no quería despertar a su novia... ¿o si? Cuando estuvo a punto de levantarse para ir a darse una ducha Yelena giró su rostro y sin querer soltó un pequeño sonido. "Cambio de planes" Se dijo la pelinegra y con todas las intenciones de frenar el sueño de su mujer. Puso una rodilla del lado derecho del cuerpo de su chica y otra del lado izquierdo. Iba a llenar de besos la espina dorsal de Yelena. A medida de que iba besando la espalda de la rubia se aseguró de que sus pechos rozaran la piel de su chica.
Un movimiento de Yelena le hizo saber a la pelinegra que estaba logrando su cometido - Mmm... bebé... - Al principio pensó que era un sueño, hasta que sintió la voz de su novia muy cerca de su oído.
-¿Vamos por el record? - le susurró Kate que besaba ahora el cuello de Yelena y con sus manos jugaba con los costados de la prenda interior de la rubia. La pelinegra quería esa ropa lejos del cuerpo de Yelena.
Apenas la rubia sintió las manos de su novia en su trasero reaccionó, frenó las manos que estaban apunto de dejarla desnuda y se dio vuelta suavemente. Aun seguía tratando de abrir sus ojos.
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Cuando, donde y como el amor quiera
FanficKatherine Bishop, es una aclamada jugadora de básquet en Londres hasta que es elegida para jugar en la WNBA, con un pasado negro y su forma de mujeriega irrumpe en New York sin saber que un encontronazo con una rubia, mandona idiota le va a cambiar...